Publicidad

Los hijos de Pinochet: ni ahí con Alvear, Bachelet o Lavín


Este año habrá en Chile nuevas elecciones presidenciales y, por este motivo, la política vuelve a ser un centro de atención para gran parte de la sociedad. Pero no para todos: una gran mayoría de los jóvenes del país siguen con poco interés la discusión en torno a quién será el/la nuevo/a Presidente/a de la República.



No está de sobra dar algunas informaciones respecto a esta materia. Sabemos que el eslogan del ‘no estoy ni ahí’ forma parte de la vida cotidiana y también es un dato conocido que los jóvenes prácticamente no se inscriben en los registros electorales. Además, como bien observan los investigadores de marketing, los jóvenes tienen intereses distintos de los demás grupos etarios de la población, ya sea al momento de prender la televisión, leer el diario o ir de compras al mall.



Ante esta situación, suele indicarse que la juventud chilena estaría poco interesada en la política y por ello que es se suele hablar del fenómeno de la apatía. Ahora bien, este fenómeno es bastante más complejo de lo que usualmente se cree. ¿Si la juventud chilena ‘no está ni ahí’, cómo se explica que una institución como Un Techo para Chile logre movilizar a miles de jóvenes voluntariamente? ¿Si los jóvenes chilenos son apolíticos, cómo se entiende que -como lo indican los datos del último Informe de Desarrollo Humano del PNUD- sean precisamente ellos quienes estén más dispuestos a ejercer la defensa de derechos?



Para comprender el comportamiento de los jóvenes de hoy es preciso señalar que estamos hablando de una nueva generación, la cual creció bajo la dictadura militar, es decir, un modelo de sociedad no sólo autoritario, sino que además reivindicativo del mercado y acusativo frente a la política. Los hijos de Pinochet forman una nueva generación social, lo cual se refleja en que ellos son individualistas antes que colectivistas, les aburren los discursos, prefieren las imágenes y no tienen problema alguno en desear más los productos culturales foráneos que los nacionales.



Si los hijos de Pinochet han sido catalogados por ‘no estar ni ahí’, es justamente porque quienes hoy en día dirigen el destino del país es una generación distinta, la cual se ha adaptado a los nuevos tiempos más bien a golpes antes que de forma deliberada y vehemente. La generación que hoy en día habita los pasillos de los partidos políticos son personas que tienen marcadas sus biografías por el año 1973 y lo que hicieron (o no) durante la dictadura. En cambio, la generación que nace de los ochenta en adelante ha crecido viendo televisión a color, escuchando música en inglés, encontrando a los amigos en el mall y ubicándolos por chat o teléfono celular. La política ha sido para ellos una cuestión ajena, la cual les fue inculcada escasamente por sus padres.



Desde este ángulo, podrá haber -quizás- muchas diferencias entre Alvear, Bachelet y Lavín, pero sospecho que para la gran mayoría de los jóvenes se trata de tres actores sociales que constituyen sus biografías políticas en función de lo que sucedió en 1973. Por eso que dichos candidatos podrán hablar en lenguaje coloquial, hacer páginas web e inventar músicas pegajosas, pero aún así no lograrán movilizar a los hijos de Pinochet. Y es que ellos son particularmente difíciles de persuadir.



Los jóvenes de hoy son quienes mejor saben que para vivir en el mundo actual se requiere fuerza y perseverancia individual. Pero ellos también saben y experimentan en carne propia, que la gran mayoría de las instituciones se mueven según lógicas verticales y autoritarias. De hecho, el interés del parlamento por modificar la ley del registro electoral es más que nada una declaración de buenas intenciones. Es por esto que detrás del ‘no estoy ni ahí’ de los jóvenes se esconda cierta rabia hacia quienes han prometido cambiar el país. Los hijos de Pinochet saben que por mucho crecimiento económico y defensa del libre mercado que haya, es poca la aceptación de la diversidad y la valoración del otro que realmente existe de parte de la clase política.



Cierto: los tres candidatos que hoy disputan el sillón presidencial son bastante más jóvenes que los de elecciones anteriores. No obstante, sería un error pensar que estamos frente a un recambio generacional. A lo más estamos asistiendo al rejuvenecimiento -y lenta equiparación de género- de una clase política ya existente: entran actores de menor edad y de género femenino, los cuales en todo caso mantienen la defensa de un mismo proyecto país.



Nada de extraño entonces que los hijos de Pinochet se aburran frente a los discursos políticos imperantes, pues éstos son, o bien altamente tecnocráticos, o sino de un nivel de consenso que hay que ser fanático para seguirlos. No en vano, la mayoría de los intentos que se han hecho en televisión por lograr instalar un programa político han sido desastrosos. Obvio: con preguntas estandarizadas y formatos más que repetidos, difícilmente los hijos de Pinochet verán dichos programas. Ahora bien, si jóvenes punk, estudiantes de liceo y voces disidentes de la oficialidad pudieran intervenir, posiblemente las cuotas rating juvenil serían bastante mayores.



A diferencia de lo que usualmente se piensa, creo que los jóvenes de hoy no son una generación estructuralmente apática. Sucede más bien que las ofertas políticas existentes no les seducen en lo más absoluto. Quizás gran parte de ello radica en que la generación que hoy en día hace política es mucho más miedosa, pragmática y consensuada que los jóvenes. Al fin y al cabo, son los hijos de Pinochet quienes han introducido la idea de decirse las cosas ‘cara a cara’. Por el momento no hay proyecto país que los represente. Y no creo que esto se modifique en las presentes elecciones.



Cristóbal Rovira Kaltwasser. Estudiante de Doctorado de la Humboldt-Universität Berlin.(cristobal.rovira.kaltwasser@student.hu-berlin.de)


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias