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El servicio militar obligatorio a retiro


Las imágenes y testimonios de los sobrevivientes del ejercicio de instrucción militar en Antuco, porque en rigor no fue un accidente sino un ejercicio militar fallido, dejan en claro que el primer pase a retiro debe ser el del Servicio Militar Obligatorio, junto con toda la arquitectura de incentivos de que ha sido rodeado para hacerlo más atractivo a los ojos de la ciudadanía. La razón es clara: no constituye un instrumento idóneo para la planificación de la defensa nacional y contiene un sesgo clasista y discriminatorio que lo transforma en un tema de jóvenes pobres.



Esta conclusión no es producto del dolor e impotencia causada por la muerte tan inútil de los conscriptos en días pasados, sino de un debate muy de fondo sobre un tema que lleva más de una década de debate. Y que solo la extrema ceguera doctrinaria del ejército en años pasados y los prejuicios ideológicos y falta de claridad de las autoridades civiles del sector defensa, mantienen pendiente en la agenda.



Sin embargo, de esa responsabilidad están eximidos tanto el General Juan Emilio Cheyre como la ex ministra Michelle Bachellet. Pues es a partir de la llegada de ambos a la cúspide decisoria del sector, entre enero y marzo de 2002, que se inicia verdaderamente el trabajo de modernización del Ejército. Por lo mismo, resultaría paradojal que el General Cheyre tuviera que pagar los costos de lo ocurrido con el Regimiento Reforzado NÅŸ17 Arauco, pues si bien hubo problemas profesionales graves, es su conducción la que ha permitido desempantanar el desarrollo de su institución, largamente represado por el factor Pinochet.



Esto lo sabe muy bien el mando civil, pues recién con la salida de Mario Fernández del ministerio de Defensa, donde permaneció cerca de 10 años como subsecretario o ministro, se rompió la inercia del diálogo cívico- militar seguida por los gobiernos de la Concertación, y se pasó, bajo la conducción de Michelle Bachelet, a temas más de fondo.



El servicio militar, duramente golpeado por lo ocurrido, es uno de esos temas atrasados. Lo que se busca con su existencia es solucionar dos aspectos cruciales de nuestra defensa: completar una dotación militar que permita un funcionamiento normal de las FF.AA en tiempos de paz y, en segundo lugar, instruir un contingente que pueda ser movilizado en caso de una emergencia, y que se mantiene en la llamada reserva con instrucción militar.



Lo primero que debe tenerse en cuenta es que la tendencia en todo el mundo es tener fuerzas armadas conjuntas profesionales, pequeñas, de alta movilidad, con sistema de comunicación, mando y control integrado y con alta capacidad de adaptación para acoplarse a formaciones mayores. Con soldados capaces de soportar tanto el estrés tecnológico de sistemas de armamento de mayor velocidad y letalidad en medios muy complejos, como de actuar de manera focalizada con alta eficiencia. Para este tipo de fuerzas armadas, el soldado conscripto no sirve. Su concepto obedece a un tipo de ejército industrial, masivo y de baja competencia técnica, poco apto para los nuevos sistemas. El cálculo de eficiencia realizado en torno a un soldado profesional versus un conscripto es de uno a siete en favor del primero.



En segundo lugar, se argumenta que el costo de mantener fuerzas armadas ciento por ciento profesionales es un obstáculo insalvable para países como Chile. No estoy de acuerdo, pues una estructura masiva y obsoleta suele tener un conjunto muy amplio de funciones duplicadas, periféricos, manejos administrativos y otros, y resultar más cara, con el agravante de que la seguridad que deben brindar no está garantizada. Lo que se invierte en defensa es una prima de seguro que ojalá nunca se utilice porque ello significa tener una guerra. Pero eso no obsta a que pensemos cual es el seguro más económico pero que al mismo tiempo nos brinda la mayor cobertura.



No está escrito en ninguna parte que la dotación mínima del ejército sea de cincuenta mil hombres. Todo es un problema de diseño, y entendemos a ello apuntan los esfuerzos de Cheyre, entre otros, de fusionar unidades. Pero no para economizar plata sino para tener el seguro que deseamos, de acuerdo a las hipótesis que hemos elaborado en torno a nuestra integridad y desarrollo como país. Este no es un cálculo contable.



Los diseños de fuerza obedecen a muchas variables. En Chile son muy importantes las geográficas y la existencia dispersa en nuestro territorio de núcleos vitales para nuestro desarrollo. Junto con ser un país montañoso y antártico, tenemos una proyección oceánica y un enorme despliegue internacional. Por lo mismo, la construcción de nuestra mirada estratégica debe hacerse sobre la base de la movilidad, velocidad e integración de fuerzas, entendiendo que nuestros intereses están en la paz, que somos diplomáticamente activos multilateralmente y que nuestro dispositivo militar es disuasivo pero de alta eficiencia. No nos sirven concepciones como la de fuerzas en presencia, que es una de las razones que alientan la existencia del servicio militar tal como está. Más aún, la capacidad de movilización nacional precisa de una reserva instruída y actualizada, cosa que efectivamente no tenemos.



El servicio militar es un problema del ejército y no de las fuerzas armadas ya que en un 95 por ciento el contingente va a esta rama. Y tal como está diseñado, incentiva una visión clasista de la formación militar. No existe ninguna razón de fondo para que no haya una instrucción integrada de toda la carrera militar, con una sola escuela matriz, por la que ingresen todos los que vayan a seguir la carrera militar o se transformen en reserva. Que permita además que jóvenes de origen popular como Rodrigo Morales, uno de los sobrevientes de Antuco a quien le sale su vocación militar por los poros, puedan aspirar incluso a ser generales. La claridad y ponderación de este joven, pese a su corta edad, contrasta con la torpeza del oficial encargado del trágico ejercicio militar. Sin embargo en el actual sistema, el sólo puede aspirar a que lo dejen quedarse y ser sargento. La escuela de oficiales no está al alcance de los conscriptos.



Santiago Escobar S. es abogado, periodista, cientista político y especialista en temas de Defensa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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