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Desafíos post reformas constitucionales


Con la aprobación por parte del Senado de las reformas constitucionales, el país dio el último paso para zanjar la llamada transición a la democracia. Un camino que a ratos se volvió tortuoso y, que no pocas veces, dividió a los actores sociales de nuestro país, debido a la legítima libertad de discrepancia, que en rigor es la que le da sentido y enriquece la democracia.



Como Presidente del Senado he de señalar que me siento orgulloso del rol desempeñado por el Congreso Nacional en esta materia, al constituirse una vez más en el lugar de encuentro de los grandes acuerdos. Y es que fue en nuestra Corporación donde surgieron los dos proyectos de ley presentados por parlamentarios de la Concertación y de la Alianza por Chile -donde en uno de ellos tuve el honor de participar- que posibilitaron que hoy los chilenos contemos con una nueva Carta Fundamental.



Clave fue en este sentido la disposición demostrada también por la Cámara Baja para llegar a un consenso que permitiera celebrar el importante paso dado esta semana por Chile. Actitud que quedó en evidencia en múltiples ocasiones, como sucedió en el mes de mayo, cuando con el Presidente de la Cámara de Diputados, Gabriel Ascencio, convinimos la creación de una instancia mixta de hecho que agilizara la tramitación del proyecto.



Pero este es el momento de mirar hacia adelante. El paso histórico que el Congreso Nacional dio al aprobar las reformas, impone contundentes desafíos sociales y políticos al país, que hoy cuenta con una Constitución Política que, por su concepto y libertad política, se erige como una de las más modernas del mundo. Y, sin duda, es el marco apropiado para del desarrollo social y económico de Chile.



Los tres lustros que tardó en culminar el proceso de transición a la democracia impusieron expresiones claramente rutinarias a la política chilena, la que se tradujo, entre otros aspectos, en una aceptación fácil de ciertos lugares comunes por parte de la opinión pública, tales como que la Concertación de Partidos por la Democracia estaría llamada a continuar en el tiempo por el sólo imperativo de la administración del poder y que la Alianza por Chile sólo sería capaz de realizar un buen trabajo siendo oposición, bajo la dominación de uno u otro de sus asociados.



Estimaciones que se tradujeron en un alejamiento sustantivo de la ciudadanía de los espacios de participación política, en particular a los que se refieren a las coaliciones políticas. Situación que se sustenta en el simple hecho de que los chilenos necesitan nuevos espacios, capaces de ofrecer oportunidades más allá de los lugares comunes y frases políticamente correctas en que nuestra discusión pública ha caído.



Es por esta inmovilidad en que ha caído el mundo político que la ciudadanía se ha volcado a mirar los cambios que en el último periodo se han suscitado en el escenario presidencial, donde no es fácil hacer una estimación cierta de lo que ha de suceder.



Las mayores expectativas del escenario electoral, por cierto, están centradas en las elecciones parlamentarias, que provocarán un realineamiento que pondrá a prueba a las colectividades y coaliciones políticas en el futuro, debido a las mayorías parlamentarias que se establezcan más allá de las candidaturas presidenciales a las cuales hayan adherido en su momento.



Ante esta realidad los partidos políticos deberán adecuarse a una democracia que posibilite una participación real de la ciudadanía. Ahí existe un desafío adicional de usar modernas tecnologías que evitarán que pequeños grupos no representativos se hagan del poder reservado a las grandes mayorías en una verdadera democracia representativa.



Así las cosas, nos damos cuenta de que llegó el momento de abrir el proceso electoral a la trilogía de la inscripción automática, el voto voluntario y el sufragio electrónico. Tres elementos que se adaptan a una nueva ciudadanía que exige que Chile se ponga a tono con las requerimientos del siglo XXI.



Sergio Romero P., Presidente del Senado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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