Publicidad

Múltiples miradas para entender a las familias


Cuando pensamos en la familia, su rol o sus problemas, se hace evidente la necesidad de reconocer que no todos hablamos de lo mismo, que existen visiones distintas y que las propuestas de apoyo familiar, sin duda, también lo son. Hoy, y no sólo en nuestro país, las grandes diferencias radican en qué entendemos por familia y cómo se explican los cambios y tensiones que ha experimentado en las últimas décadas.



Nadie podría negar que las familias no son como las de antes. Sin embargo, esta constatación genera desconcierto, preocupación o la percepción de que un «orden» preestablecido estaría en peligro. Esta sensación puede explicarse porque efectivamente dichos cambios son dinámicos, se producen día a día y emplazan ya no sólo a las personas o a sus redes, sino lisa y llanamente al Estado.



Temas como la pobreza, la educación sexual, la violencia intrafamiliar, el consumo de drogas, la seguridad ciudadana, las responsabilidades familiares, el divorcio, la igualdad entre hombres y mujeres, son tópicos que hace años salieron del círculo privado para instalarse con tal fuerza en el universo de preocupaciones de la sociedad chilena, que hoy son parte de las políticas públicas.



Sin embargo, ante tales preocupaciones muchos se sienten tentados a añorar aquel «orden original», pensando que si los esfuerzos se concentraran en reforzar la familia tradicional, todo volvería a sus causes naturales y los problemas desaparecerían.



Lamentablemente, esto no pasa de ser una conjetura, un reclamo fuera de contexto. Si pensamos en todos los factores, coyunturas y fuerzas que inciden en que ya no seamos los mismos de antes, concluiremos razonablemente que dichos cambios no sólo son una realidad, un dato de la causas de los tiempos que corren, sino una evidente expresión de la evolución política y cultural de toda sociedad. En los miles de años de humanidad ni la especie, ni las civilizaciones, ni menos las formas en que los seres humanos estructuramos y organizamos nuestra vida familiar han permanecido inmutables.



Pero a pesar de esta obviedad, la clase política chilena -de todos los sectores-sigue manteniendo una postura conservadora a la hora de entender esta dimensión de la vida de las personas. Mañosamente hay quienes insisten en confundir el rol de la familia con la forma que ésta adquiere para su funcionamiento y existencia. Forma y fondo, el antiguo debate humanista. De allí que no sea errado sostener que las diferencias entre «conservadores» y «progresistas» son -finalmente- valóricas, pues tenemos miradas, conceptos y posturas distintas acerca de lo que es la familia.



A riesgo de simplificar en demasía podríamos decir que para el mundo tradicional lo más relevante es la forma en que se constituye la familia. En esta lógica la familia se define como aquella «unidad social formada por padre, madre e hijos», agreguemos en «vínculo matrimonial»; de allí calificaciones como familias «bien» o «mal» constituidas o la necesidad de «preservar el matrimonio, para proteger a la familia», como si ésta estuviera en riesgo de desaparecer. Sin embargo, a pesar del arraigo que tiene este concepto, tal definición es insuficiente y dista mucho de dar cabal cuenta del rol social y cultural de la familia.



En efecto, no sólo para los expertos sino sobre todo para la gente común, la familia es mucho más. Es, literalmente, lo más importante en la vida de las personas y no precisamente debido a un apego a las formas, sino a los sentidos. Justamente, la trascendencia de la familia radica en el tipo de acontecimientos y relaciones vitales que allí acontecen y que construimos, en los afectos satisfechos o insatisfechos, en los aprendizajes, aciertos o errores, en las dinámicas, en la solidaridad o abandono que experimentamos. De generación en generación, la familia es el espacio privilegiado para la formación de identidad, para el desarrollo afectivo, la protección, la crianza, la subsistencia y la contención.



Se trata de una organización distinta de cualquier otra, pues la vinculación entre sus integrantes es esencialmente afectiva. Esta mirada da especial relevancia a la función que cumple la familia en el desarrollo individual y social de las personas.



De allí que hoy en día hayamos acuñado el concepto de «diversidad familiar» en alusión a las distintas formas de vivir en familia: abuelos o tíos que crían a sus nietos o sobrinos, hermanos adultos que sacan adelante a sus hermanos pequeños, padres separados a cargo de sus hijos, padres o madres solos, familias ensambladas, en fin.



Pero este proceso no ha sido fácil. Los cambios productivos, la relación entre capital-trabajo-familia, las modificaciones sociodemográficas, los procesos económicos y sus impactos sociales, los cambios culturales, simbólicos y de representación, son hoy temas en debate y se han vuelto parte del consciente social. Esto es un gran avance porque junto con aspirar a valores como la no violencia y la igualdad entre mujeres y hombres, la sociedad chilena se está pensando a sí misma con miras a una mejor calidad de vida.



__________



Nuria Núñez Rius. Directora Ejecutiva Fundación de la Familia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias