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Diez mitos del sistema previsional chileno (II)


Mito NÅŸ 6: «Los cotizantes en las AFP obtendrán una jubilación superior a su salario».



Los cotizantes son los afiliados a las AFP que cotizan en un mes determinado. A diciembre del 2004 fueron 3.571,864, un 50% de los afiliados totales. Sin embargo, los cotizantes en las AFP no son los mismos de un mes al siguiente. Como se ha visto, solo alrededor de una décima parte de los afiliados cotiza los doce meses del año. La enorme mayoría de los afiliados a las AFP cotizan en algún momento, pero lo hacen en forma muy irregular, solo cuando acceden a un trabajo asalariado. Adicionalmente, lo hacen por remuneraciones muy bajas. La situación real es la siguiente:



Más de la mitad de los afiliados (Diciembre 2004):
ˇ Son mayores de 37 años.
ˇ Cotizan menos de 4.2 meses por año.
ˇ A ese ritmo, van a acumular menos de 184 cotizaciones al cumplir la edad de jubilar, por lo tanto no van a tener derecho a pensión mínima estatal (requiere 240 cotizaciones).
ˇ Tienen acumulado menos de $1.362.673 en su cuenta de capitalización.
ˇ Tienen sueldos inferiores a $202.094.
ˇ Con esos datos, van a acumular al jubilar menos de $8.317.482. Lo que les arroja una pensión inferior a $48.844 mensuales (suponiendo una rentabilidad del fondo de 4.5% real anual).



Por tanto, en las condiciones actuales, más de la mitad de la fuerza de trabajo, más de tres millones y medio de chilenas y chilenos, no tienen cobertura de parte del sistema de AFP, como no sea retirar los magros ahorros logrados en el sistema.
Esta conclusión ha sido confirmada por estudios recientes publicados por la Superintendencia de AFP y por la propia Asociación de AFP. Ambas han llegado a la conclusión que alrededor de la mitad de los afiliados no contarán ni con fondos suficientes para financiar una pensión mínima ni tampoco cumplirán los requisitos para obtener la garantía estatal correspondiente.



La propaganda de las AFP le dice a los trabajadores que si cotizan todos los meses obtendrán una buena jubilación al final. Lo que no les dice, es que en el inestable mercado laboral chileno no van a lograr encontrar trabajo todos los meses, aunque lo deseen. Por ese motivo, más de la mitad de ellos llegarán al final de su vida laboral sin los fondos necesarios ni siquiera para la pensión mínima ni tampoco alcanzarán los requisitos de la garantía estatal. Es decir, no están cubiertos por el sistema de AFP.



Mito NÅŸ 7: «El problema es que los independientes no cotizan. La solución es estimularlos a ello».



Los trabajadores independientes propiamente tales – profesionales independientes, pequeños empresarios, comerciantes, transportistas independientes, campesinos, etc. -, no son muchos más que aquellos que están afiliados como tales en las AFP, y que a diciembre del 2004 eran 246.452 personas.



El grueso de quiénes se declaran «trabajadores por cuenta propia» en las estadísticas del INE están afiliados como «dependientes» en las AFP. En otras palabras prácticamente no existe nadie en Chile que no tenga una cuenta en las AFP, pero la gran mayoría cotiza sólo cuando encuentra trabajo asalariado, lo que ocurre menos de la mitad de los meses, en promedio, y todavía menos en la mayoría de los casos, y mucho menos en el caso de las mujeres.
Es muy difícil obligar a los afiliados a cotizar cuando no es un empleador el que les descuenta en forma obligatoria. De hecho, los incentivos para que los trabajadores coticen por su cuenta cuando no tienen trabajo asalariado son en este momento brutales, por decirlo de alguna manera. Si no cotizan en una AFP, corren el riesgo de perder la garantía estatal de pensión mínima. Adicionalmente, pierden el derecho a seguro de invalidez y sobrevivencia en caso de accidentes. Finalmente, pierden el derecho a que se les paguen las licencias médicas.



El problema es que, si tienen la opción, prefieren atender urgencias aún más apremiantes, como pagar cuentas, la educación de sus hijos o cuotas de préstamos atrasadas, por ejemplo.



Mito NÅŸ 8: «Hay que exigir un mínimo de cotizaciones para otorgar pensión pública».



El sistema previsional chileno actual, somete a todos los trabajadores, incluso a los más modestos, a ahorrar forzosamente un 10% de su salario, cada vez que logra acceder a un trabajo asalariado. Es decir, en el caso chileno existe ya una enorme obligación de ahorro impuesta sobre la fuerza de trabajo. No es el caso de los antiguos sistemas de pensiones, donde el destino solidario de dichas contribuciones era pagar las jubilaciones de los adultos mayores.

En el caso chileno actual, más de tres cuartas partes de dichos fondos se canalizan directa o indirectamente hacia las grandes empresas privadas, nacionales y extranjeras.
La promesa de retribuir este enorme esfuerzo de ahorro de los trabajadores con pensiones dignas, no se ha cumplido hasta el momento. Tampoco se cumplirá en el futuro. Si se comprende lo anterior, parece francamente indignante que, cuando se busca compensar dicha carencia con pensiones públicas de algún tipo, se pretenda poner requisitos adicionales de ahorro para concederlas en plenitud.



Mito NÅŸ 9: «No hay plata».



Actualmente (2005), el gasto público en pensiones alcanza a 3.219.790 millones de pesos, que equivalen aproximadamente a US$5,550 millones de dólares.



Un 45.8% se destina a pensiones no asistenciales (sistema antiguo) y un 6.1% a pensiones asistenciales, ambas pagadas por el INP. Un 22.3% se destina a bonos de reconocimiento y un 1.5% a garantías estatales de pensión mínima, ambos montos traspasados a las AFP. Finalmente, otro 24.3% se destina a pensiones CAPREDENA y DIPRECA (defensa). En números gruesos, poco menos de la mitad se destina a pensiones del sistema antiguo, poco menos de un cuarto a pensiones de los uniformados, poco menos de un cuarto se traspasa a las AFP como bonos de reconocimiento y garantías de pensión mínima y el saldo, 6.1%, se gasta en pensiones asistenciales.



El gasto público en pensiones equivale aproximadamente al 6% del PIB, a un tercio del presupuesto público total y a más del 40% del gasto público social (aproximadamente igual a lo que se gasta en salud y educación, juntos). Este elevado nivel de gasto público en previsión se ha mantenido por casi un cuarto de siglo. Antes de 1981, en cambio, el sistema antiguo dejaba superávit, es decir, las contribuciones a la seguridad social eran mayores que el gasto en pensiones. Aproximadamente, dos tercios del gasto en pensiones se destina a adultos mayores y el resto a otros beneficiarios.



Manteniendo el actual nivel de gasto público previsional (6% del PIB), es posible:



ˇ Al 2010, entregar pensiones públicas a un 85% de los adultos mayores, por un monto mínimo de $100,000 al mes. Además, desde luego, continuar atendiendo todos los demás compromisos previsionales públicos, es decir, pensiones del sistema antiguo, pensiones de los uniformados, bonos de reconocimiento, etc. Adicionalmente, pueden crecer proporcionalmente los beneficios previsionales a personas que no son adultos mayores.



ˇ Al 2025, manteniendo una cobertura del 85% de los adultos mayores, el monto de la pensión básica puede elevarse a más de $170,000 mensuales. En ese momento se habrán extinguido el grueso de los bonos de reconocimiento y buena parte de las pensiones del sistema antiguo.



ˇ Al 2045, con la misma cobertura del 85%, el monto de la pensión básica puede elevarse a más de $250,000 mensuales. En ese punto se han extinguido buena parte de los compromisos previsionales del sistema antiguo.



ˇ En caso de reformarse el sistema de previsión de los uniformados (por ejemplo, incorporándolos al sistema general), los montos anteriores de las pensiones básicas pueden subir sustancialmente.



Mito NÅŸ 10: «La crisis del sistema de pensiones no se manifestará antes del 2010».



En la actualidad, alrededor de 100 mil personas alcanzan anualmente la edad de jubilar. De ellos, aproximadamente 50 mil logran todavía ser atendidos por el sistema público.



Las restantes 50 mil personas, sin embargo, en su gran mayoría, descubren que los fondos acumulados en las AFP no les alcanzan ni para una fracción de la pensión mínima y tampoco tienen los meses cotizados requeridos para optar a la garantía estatal.



Incluso aquellos que logran una pensión superior a la mínima, en su gran mayoría, son objeto de un enorme daño previsional. Reformar el sistema de pensiones no es tema para dejar para mañana, hay que actuar hoy.



En síntesis, las AFP no son capaces de dar pensiones dignas a la mayoría de sus afiliados. Es un drama que están experimentando hoy día la mitad de quiénes alcanzan la edad de jubilar. En el futuro, al igual que en la actualidad, la mayor parte de las pensiones de la mayoría de los chilenos va a depender del sistema previsional público. Una reforma integral del sistema es urgente.



Columna relacionada:

Diez mitos del sistema previsional chileno (I) (4 de Agosto del 2005)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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