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Büchi y Cuadra en la prensa: Operación lavado de imagen


Durante el mes de julio las portadas de dos números de la revista Qué Pasa presentaban sugestivas fotos de mandarines de la dictadura militar. En sus páginas interiores los ejemplares de las semanas del 16 y del 30 de julio pasado, publicaban artículos centrales que explicitaban el pensamiento de dos ex adalides del pinochetismo.



Se trataba, respectivamente en cada número, de una carta política de Hernán Büchi, ex ministro de Hacienda del régimen militar, y de una entrevista al ex secretario general de gobierno de Pinochet, Francisco Javier Cuadra.



La revista, perteneciente al conglomerado mediático Copesa, procedió en ambos casos a una operación lavado de imagen y a una relectura de la obra de quienes fueron eminentes colaboradores de la dictadura.



Dicho sea de paso, a la derecha le hubiera gustado exhibir un dictador probo, austero y con perfil portaliano. No tener que enredarse en explicaciones hipócritas cada vez que un funcionario internacional o un empresario demócrata extranjero les preguntara por el affaire Riggs y la situación procesal del cleptómano General. Obvio, el drama personal de varios de ellos es tener un curriculum vitae donde se menciona el haber sido funcionarios de un régimen que no sólo robó descaradamente al erario nacional, sino que también violó la vida y las libertades de sus conciudadanos.



De manera general, si se leen con atención los contenidos y los enunciados discursivos del resto de los artículos de ambos números de Qué Pasa, un todo coherente se configura. Del cual se desprende la estrategia de comunicación del medio impreso. En efecto, la revista construye un relato de legitimación del orden social existente concebido como una emanación natural y fecunda de la ruptura instituida por el golpe de Estado pinochetista.



Salta a la vista en ambos discursos la premura por borrar hasta la sombra de Pinochet. Los otrora incondicionales servidores lo citan como una variable y no como el patrón del Estado y el jerarca al cual rindieron pleitesía.



En el discurso que la derecha afanosamente articula, Pinochet es un actor entre otros; la suya habría sido una dictadura «ilustrada», algo que pudo ser mejor. Y su herencia; un regalo ofrecido a todos los que venidos de otros horizontes (izquierdistas) aceptan el pasado sin Pinochet, como un mal necesario, pero fundador del horizonte real de la época. Una invitación a convertirse en el «último hombre» del capitalismo tardío y sus valores: el individualismo, la competencia, el consumismo, las formas decadentes de meritocracia y aristocratismo. Así se legitima la única no-utopía posible; el capitalismo neoliberal con democracia representativa y elitista.

Demás está decir que la organización social -sus supuestos políticos institucionales y económicos básicos- que se busca legitimar, cuenta con el aval indefectible de los grupos dominantes nacionales y de los centros imperiales de gobernanza planetaria. 77



Hernán Büchi inventa la cuadratura del círculo



La revista publicó en su número del 16 de julio una carta de Büchi a la Comisión investigadora del Congreso sobre las privatizaciones. De él se dice que «fue el ministro más poderoso de la última etapa del régimen militar» y que fue bajo su timón, en Hacienda que se «privatizaron las compañías más emblemáticas y políticamente sensibles de la época».



Büchi inicia su testimonio escrito a la Comisión de la Cámara de Diputados en estos significativos términos: «Con el respeto que siempre he tenido por las autoridades, aún cuando éstas no sean de mi elección …». El ex mandarín no hace distinciones entre los tipos de autoridad, ya sea democrática, electiva y fundada en la soberanía popular, o por el contrario, dictatorial y basada en la fuerza y la opresión.



La confusión entre los dos tipos de autoridad lo llevará a afirmar con desparpajo que el proceso de traspaso de empresas del sector público a la posesión, usufructo y goce privado de ellas, «fue llevado a cabo con la mayor transparencia». ¿Transparencia en una dictadura? Un oximoron, una afrenta a la inteligencia de los ciudadanos.



Por supuesto, al tecnócrata Büchi sólo le interesaban los fines económicos, es decir, aplicar al pie de la letra los preceptos del dogma libremercadista. Poco importan los medios para privatizar el patrimonio nacional. Lo mismo le daba que fuesen autoritarios y con manu militari, o democráticos, con debate público e informado.



Recordemos que en esta maniobra destinada a satisfacer el apetito de los grupos económicos, el Estado chileno perdió unos 2 mil 500 millones de dólares. El porcentaje del producto interno bruto correspondería hoy a unos 6 mil millones de dólares que podrían destinarse a salud y educación.

Así, lo que fue un descarado hold up (un atraco a mano armada) del patrimonio nacional y que significó millonarias pérdidas para la sociedad chilena en su conjunto, es presentado por la revista como «el puntapié inicial de una tendencia que luego se haría popular en el mundo, bajo el llamado ‘Consenso de Washington». Sin detenerse a explicar que éste fue un pacto entre capitalistas, liderado por los neoconservadores de Ronald Reagan, para imponérselo a los ciudadanos.



En su carta, el ex ministro y candidato presidencial del régimen, que se presenta como un «ciudadano común», reconoce que sólo las primeras privatizaciones fueron las que él denomina «empresas ilegítimamente arrebatadas a sus dueños por el gobierno de la Unidad Popular».



Según Büchi, el proceso de privatizaciones habría permitido desarrollar una economía dinámica capaz de generar riqueza y eliminar la extrema pobreza. Por supuesto que el ex ministro omite mencionar que este sistema es generador de desigualdad, concentrador de la riqueza en pocas manos, sólo funciona con bajos salarios y arrastra al endeudamiento de la gran mayoría de los chilenos que venden su fuerza de trabajo para vivir.



La imprudencia y el lapsus de Francisco Cuadra



La entrevista a Francisco Javier Cuadra, ex ministro de Pinochet, lleva por título: «Los pecados de la derecha según Cuadra». La entrevista está construida de manera tal que el entrevistado aparece como un agudo politólogo.



Su paso como portavoz de la dictadura se esfuma detrás de un discurso salpicado de comentarios, algunos pertinentes otros banales, que tratan de ubicarlo en el rango de analista objetivo de la realidad nacional. «El gobierno de Lagos constituiría el fin de un ciclo político», […] El general Cheyre ha hecho una ruptura más radical que la que ha hecho la propia derecha […] Al bloque PS-PPD-PRSD no le conviene la modificación del sistema binominal […] el fenómeno Bachelet reside en la fuerza de la Concertación»; son algunas de sus afirmaciones.

Oculto detrás de una presentación impresionista de los hechos, el pasado del funcionario dictatorial que publicitaba los diktats del régimen, se desvanece. El artilugio utilizado es el testimonio personal. Una frase enunciada por él en la entrevista; «lo doloroso» que le fue leer el Informe Valech al constatar las violaciones a los derechos humanos descritas en el documento (que él califica, con aire compungido, «de una sistematicidad injustificable»), lo disculparía de su historial colaboracionista.



A partir de ahí la entrevista permite introducir la cantinela sofística de quienes fueron cómplices en el silencio de los crímenes del régimen militar… «me habría encantado tener esa información en el momento en que fui ministro, porque no habría titubeado en tomar decisiones».



¿A la derecha le pesaron más las cuentas del Riggs que los casos de derechos humanos?, pregunta el periodista de Qué Pasa. No sabemos si la respuesta de Cuadra es incoherente, si se trata de un error de redacción o de un lapsus confesional. Puesto que el Rector de la Universidad Diego Portales se explaya así: «No digo que el valor de la vida sea mayor que el de la propiedad, sería una tontería. Pero hay que tener en cuenta que la violencia antes del 73 era bastante sistémica» […]. Léase bien. Escrito con todas sus letras en la columna de derecha de la página 9. Ahí el académico Cuadra está reconociendo que para él y la derecha, la propiedad privada vale más que la vida humana. Que por eso se absuelve al criminal Pinochet, pero que se le podría condenar al ostracismo por ser un dictador ladrón. Por ende, que la pasión por tener y poseer es el motor de la existencia de la burguesía chilena. A confesión de partes relevo de pruebas.



Un estudioso del mundo griego clásico, como dice serlo Cuadra, tendría que saber que el genial Aristóteles en su «Ética a Nicomaco» define a la prudencia como la virtud política por excelencia. La prudencia, virtud capital del sujeto libre, es esa capacidad desarrollada por el trabajo de la razón, que se convierte en un hábito que facilita la acción justa. La prudencia protege al político y a su reputación de las tentaciones y excesos del poder.



Cuadra fue un imprudente al asociar su nombre al de una dictadura que hizo de él un cómplice atraído por el vértigo del poder. Un telegénico y efímero portavoz de una dictadura que ignoraba y aplastaba sistemáticamente la opinión ciudadana.



En la misma vena, una lectura del mito de Prometeo reinterpretado por el «sofista» Protágoras le permitiría al profesor del curso «Idea de Justicia en los Presocráticos», comprender que las dictaduras niegan la vocación de todo hombre de razonar políticamente y percibir lo justo.

Cuadra comprendería que la política es un asunto público y no un oficio exclusivo de las elites aristocráticas u oligárquicas. Que al contrario de Platón, quién odiaba la democracia, Protágoras sostenía que en política no hay verdades absolutas. Que junto con el conocimiento de las artes y de la técnica, Zeus, para compensar la fragilidad humana frente a los animales le dio a cada individuo (para evitar que se mataran entre ellos) el sentimiento del pudor y de la justicia. Actividades del alma fundadoras de la consciencia política y la vida asociativa.



Es la razón que explicaría, según el insigne filósofo, que todos los ciudadanos puedan tener en el fondo de su alma la noción de lo que es la política, y una opinión razonable sobre el tema. Por ende, que la democracia es la única forma de gobierno que corresponde al ser del Hombre.



Cuadra no era un efebo cuando ejerció junto con Pinochet el poder dictatorial. Sócrates le aconsejaría un poco más de introspección y de humildad, lejos del mundanal y mediático ruido.



Leopoldo Lavín Mujica es profesor del Departamento de Filosofía del Collčge de Limoilou, Quebec, Canadá(leopoldo.lavin@climoilou.qc.ca).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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