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Revaluación del yuan: El fin del dinero barato


La lectura más generalizada sobre la decisión del Banco Popular (Central) de China de revaluar el yuan en un 2% respecto del dólar y de terminar con su amarre a las fluctuaciones de éste -sustituyendo la fijación cambiaria por una canasta de divisas que también incluirá al euro y al yen- es que ella respondió a las presiones de los Estados Unidos. La política de ‘flotación administrada’ mantenida por Beijing desde 1994, según Washington habría subvaluado al yuan en hasta un 40% para abaratar sus exportaciones. En reacción a ello, algunos parlamentarios estadounidenses planeaban imponer un arancel de 27,5% a las importaciones chinas si Beijing no revaluaba en al menos un 10% su moneda.



Beijing, que había establecido en 1997 -antes de la crisis financiera asiática- su paridad cambiaria en una estrecha franja de 8,2760 y 8,28 yuanes por dólar, cedió finalmente a dos años de presiones y resolvió subir el yuan a 8,11 por dólar, dejándolo flotar un 0,3 por ciento arriba o abajo.de ese valor. Según el gobierno chino, la sustitución del dňlar por una canasta de monedas dará flexibilidad y mayor independencia al renminbi (‘moneda del pueblo’), como también denominan al yuan, reducirá los desequilibrios comerciales y estímulará la demanda interna.



Aunque también europeos y japoneses se quejaban de la subvaloración del yuan, el gran motor de la presión desencadenada contra las exportaciones chinas era los EE.UU. Pero atribuir su déficit comercial (US$ 162.000 millones en 2004) con China a un yuan artificialmente barato apenas podría convencer al ignato consumidor promedio estadounidense. Porque casi la mitad de las exportaciones chinas a EE.UU corresponde a bienes de sus propias empresas afincadas en China.



Así, para la administración de George Bush, la revaluación debería significar más producción manufacturera, empleo y exportaciones, y menos déficit comercial. Pero para el vicegobernador del Banco de China, Li Ruogu ya a fines de 2004 estaba claro que un yuan más caro ‘no resolverá sus problemas de desempleo en EE.UU., porque el costo de la mano de obra china es apenas el 3% del de la mano de obra allá’, y añadió con impavidez oriental: ‘Probablemente deberían dejar de fabricar textiles, zapatos, e incluso productos agrícolas’.



La mejor prueba de que los mercados parecen creer más en los razonamientos chinos que en los de EE,UU es que el dólar ha seguido cayendo respecto de otras monedas duras.



Las presiones cambiarias externas alimentaron una ola nacionalista al interior de China, donde los medios informativos y prominentes economistas expresaban su abierta oposición a cualquier cambio, advirtiendo que una caida de las exportaciones resentirá el nivel de empleo precisamente cuando las diferencias sociales han alcanzado niveles récor en el país.



¿Por qué precisamente ahora se decidió China a dar el paso de revaluar a pesar de que la medida tendría un impacto económico limitado? Una primera razón es política: en setiembre próximo el Presidente chino, Hu Jintao, visitará los EE.UU. También está el fuerte crecimiento chino durante el segundo trimestre de 2005 (9,5%, dos puntos porcentuales por encima de lo previsto y uno más que en el primer trimestre) y el peligro de un sobrecalentamiento de la economía.



Además, su creciente superávit comercial estaba dificultando a Pekín el manejo de su política monetaria y eventualmente alimentaría una mayor inflación. Sus reservas en divisas han aumentado a US$ 711 mil millones (una tercera parte de ellas en bonos del Tesoro de los EE.UU.) Y para mantener fija la paridad cambiaria del yuan (o, lo que es igual, evitar que el dólar se devaluase), China debía comprar una enorme cantidad de dólares.



Sin embargo, con una visión sesgada por las expectativas especulativas, muchos analistas han destacado que lo más importante no es cuánto haya revaluado China su moneda, sino que haya alterado su política de paridad -por lo que prevén que hasta 2006 Beijing habrá subido su tipo de cambio en al menos un 10 por ciento.



La revaluación del yuan ya comenzó a generar en su entorno vecinal reacciones similares de otros gobiernos asiáticos -hasta ahora temerosos de ofrecer a China una ventaja comparativa si subían sus propias monedas antes de que Beijing lo hiciese. Malasia revaluó rápidamente el ringgit y eliminó la paridad que había congelado a su moneda desde 1998. Lo mismo planea hacer Singapur.

Pero la devaluación del yuan podría ser el comienzo de un proceso que revierta la ‘era del dinero barato’. No es un misterio que con sus inversiones en bonos de los EE.UU., China es el segundo mayor acreedor mundial de los EE:UU. Es una paradoja que un país aún pobre alimente con dinero barato los bolsillos y estómagos del país más rico del orbe. Pero todo eso podría estar llegando a su fin con el encarecimiento de la moneda china. ¿Qué pasaría si Beijing decide parar sus compras de dólares? Un primer efecto previsible sería una violenta revaluación del yuan (por cierto, mucho más elevada que la de fines de julio). Y otro, una fuerte caída del precio del dólar respecto del yen o del euro.



En el corto plazo, ello podría abaratar a los bienes estadounidenses, disminuir las presiones proteccionistas y hasta -quizás- permitir un nuevo período de los republicano en la Casa Blanca. Pero si los chinos dejan de comprar bonos estadounidenses o si al menos dejan de hacerlo con la fuerza que lo hacen hasta hoy, de algún lado Washington tendrá que financiar su enorme déficit, y lo más probable es que deba subir mucho más los intereses. En el largo plazo, esto representaría muy malas noticias no sólo para los consumidores, sino que también para el empleo total de la economía estadounidense -y por derivación, de buena parte del resto del mundo.



En síntesis, algunos ganan en el corto plazo, pero si se mira un poco más allá, todos o -casi todos- pierden. Los EE.UU. no parecen aún haber sopesado suficientemente que no pueden seguir viviendo de manera indefinida de prestado, girando con cargo a su tarjeta de crédito. Y ése es el verdadero problema. No en cuánto más seguirá (o debiera) devaluarse el yuan.



  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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