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El Macho Cabrío


Un día nos enteramos que la Lucía y su benjamín se iban presos. No supe mucho de los ánimos en Chile, pero desde «afuera» fue una sorpresa agradable, por decir lo menos. La reacción inmediata del cónyuge de Lucía me sorprendió aún más: no el dictador, no el Anciano Venerable Enfermito Buen Actor que hizo caer en la trampa hasta Straw en Londres. Simplemente el Macho Cabrío, defendiendo a su hembra. Dejando atrás el hermético silencio con cara de yonofui ante las rejas que, repetidamente y a lo largo de los años, fueron cerrándose tras sus subalternos. Olvidando la indiferencia o la ironía frente a informes, fosas comunes, manifestaciones, gritos, llantos. Cometiendo por primera vez la mayor torpeza que puede cometer un dictador: mostrar rasgos de humanidad. Su hembra estaba en peligro y el Macho Cabrío lanzó un aullido.



El antiguo aparato se había desbaratado, los billetes ensangrentados se desperdigaron por la galaxia. La hembra herida, la vergüenza, la silla de ruedas, los últimos subterfugios de seguridad -Hospital Militar, pequeñas arritmias, la guardia personal pagada con el dinero de todos los chilenos- se suman a las Reformas de la Constitución del ’80 del hoy Macho Herido… La suma de vejez, cambios democráticos, desilusión de los otrora seguidores, los juicios por cadáveres y dólares, el cambio de política de los EEUU en América Latina, la caída del Muro, en fin, el cambio de los tiempos, dejan al descubierto a Pinochet y los suyos en todo su patetismo. Y el patetismo nuestro, ante la impunidad que no cesa. Si miramos hacia la Argentina…



Entonces la periodista Patricia Verdugo esgrime sus antiguos dolores y su acostumbrada fiereza y con Pedro Matta inician una recolección de firmas para exigir juicio al Macho Herido. La iniciativa está destinada a los chilenos. Afuera cogemos la campaña -ese «afuera» vasto de la diáspora chilena que recuerda a la comunidad internacional la existencia de una vieja solidaridad que despierta de golpe. Con los días se va moldeando una argamasa curiosa, impalpable pero vibrante, un nervio común que se vuelve fiebre: de Valparaíso a Canadá, de Alemania a Washington, de Arabia Saudita a Francia, de Santiago a Bruselas, de Panamá a Mozambique, los mensajes circulan juntando firmas contra el odiado ex dictador.



En ese oleaje cibernético van sumándose saludos, encuentros, búsquedas de revolucionarios chilenos que pasaron por Centroamérica inflamando corazones femeninos en los 80. Van pasando insultos de viejas cuicas que en tiempos de Allende salían a golpear sus nuevas ollas vacías. Circulan obscenidades de momios a quienes les expropiaron terrenos bajo la UP, admitiendo la efectividad de las matanzas posteriores para no caer en las garras del comunismo, lamentando que no fueron mayores… Circulan pensamientos de quienes apoyaron a los chilenos recién exiliados, entonces, en muchos puntos del planeta. Los chilenos de la diáspora sacuden sus antenitas, se saludan, sonríen, firman. Listas, listas, firmas, firmas, agradecimientos a los firmantes, traducción de la carta al alemán, Alemania de vacaciones en fiebre de firmas.



Patricia Verdugo, Pedro Matta, Odette Magnet y quien escribe, formamos pilares entre Chile, EEUU, Alemania. Listas vuelan por los continentes, se repiten decenas de nombres entre saludos y alguna maldición, en Chile se separa la paja del trigo, se clasifica, se confecciona una lista larga.



De pronto la ola se detiene. El plazo de entrega se ha cumplido. «Afuera» nos quedamos en silencio, se acaba la ola que fluye entre Chile y el resto del mundo, los nombres, las ciudades, los países. Es como si el mar hubiera muerto. El mar de palabras, chistes, insultos, reencuentros, preguntas, fotos, opiniones. Las olas que nos llevaron a los chilenos de la diáspora por unos días a la Tierra Prometida. Ese mar se quedó quieto. Perdió nervio, acoso, espectativa. El plazo. Silencio. Nos quedamos afuera, los de afuera. Adentro y afuera a sus lugares habituales. Continentes, océanos, idiomas, diferencias culturales, a sus puestos de siempre.



Adentro. Afuera. Queda una larguísima lista de nombres, ciudades, países, que dan cuenta de ese viejo corazón colectivo, ese que sigue clamando por Justicia. Ese viejo corazón sin tiempo, que late al ritmo de otras músicas que la economía de mercado. Ese viejo corazón de tantos capaz de latir y emocionarse, que exige dar respuesta, dar castigo, dar consuelo a quienes aún esperan enterrar a sus muertos.



Patricia y Pedro entregarán las firmas. No sabemos cuántas, ni si lograremos nuestro propósito. Pero admito: si no hubiera sido por el Macho Cabrío, no habríamos cruzado aquel profundo río del encuentro solidario, de la ternura -los de adentro, los de afuera- por un brevísimo, intenso e inolvidable segundo. Y no estaríamos ahora exigiendo -como siempre hicimos, pero ahora tantos y a viva voz- que se cumpla aquel largo sueño: JUICIO AL EX DICTADOR. De una vez por todas.



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Isabel Lipthay es escritora, periodista y cantante radicada en Alemania.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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