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La Reforma de la esperanza


Diversos son los sentimientos que se han manifestado luego de la aprobación de las Reformas Constitucionales y de las observaciones del Ejecutivo posteriores, pero si tuviera que señalar los propios, diría que son de esperanza y de orgullo.



El Senado de la República ha reafirmado que es la institución llamada, por su propia naturaleza, a reunir a todos los sectores de nuestra sociedad, constituyendo un lugar de encuentro que permite forjar los grandes acuerdos de nuestra convivencia nacional, pese a que la pluralidad de ideas a veces genere pasiones o las discrepancias legítimas se exacerben de manera artificial.



Como integrantes del Congreso Nacional, hoy día estamos cumpliendo con el compromiso que tenemos con el país de despejar las tensiones que surgen en nuestra sociedad, de señalar rumbos claros que den tranquilidad y confianza a las personas y que refuercen nuestra democracia, entendida no sólo como un sistema de elección de las autoridades, sino como una forma de vida.



Luego de este acuerdo histórico, tendremos la satisfacción de decirle a nuestros electores, a sus familias y sobre todo a nuestros hijos y nietos, que la institucionalidad chilena está funcionando, que es capaz de examinarse a sí misma y de perfeccionarse; que responde con resultados concretos a la opinión crítica, en ocasiones injusta, que recibe, pero, principalmente, que tiene la energía para proyectar hacia el futuro una forma de convivencia sobre la cual median coincidencias fundamentales.



La reforma constitucional, originada en sendos proyectos patrocinados por senadores y acordados en el Senado, aborda con oportunidad política, materias de orden institucional, algunas comunes a todos los órganos públicos, como la consagración de los principios de probidad y publicidad en sus actuaciones, y otras específicas, relacionadas con órganos de tanta relevancia como el Presidente de la República, el Congreso Nacional, el Tribunal Constitucional y las Fuerzas Armadas, por mencionar algunos, y algo tan trascendente y querido por todos nosotros en representación de los miles de chilenos, que desean con ilusión y fuerza profundizar una regionalización de verdad.



Pero también, en la concordancia de las observaciones del Ejecutivo, se abordaron aspectos relacionados directamente con las personas, como la nacionalidad, el control ético por parte de los colegios profesionales, y la protección de la vida privada, tema en el cual tuvimos una personal y especial preocupación para salvaguardar la libertad de prensa, así como mejorar el entorno libertario de nuestra sociedad.



De esta forma, la décimo octava reforma constitucional será una de las dos revisiones exhaustivas a que ha sido sometida la Constitución Política de 1980, junto con la primera reforma, efectuada en 1989. En aquel momento se reiniciaba la actividad democrática. En esta ocasión, como Presidente del Senado, tengo la convicción de que empezamos también otra etapa y culmina finalmente una transición prolongada y por que no decir, ejemplar, por el grado de acuerdo a que fuimos capaces de llegar quienes conformamos el sector político nacional, muchas veces incomprendido y a veces criticado por su distancia con la ciudadanía, y en ese rol, como no destacar a quienes como Senadores Institucionales, entregaron su patriótico aporte en este período tan trascendente para el futuro de nuestro país, así como resaltar que nuestro desarrollo del último cuarto de siglo se debe en buena medida al marco que ofrece los principios de libertad económica de la Constitución del 80.



Esperamos una aproximación sustantiva entre la ciudadanía y sus representantes, que se abran nuevos espacios de participación, que se consolide el desarrollo y se den las condiciones para proporcionar una mejor calidad de vida a todos sus habitantes, aprovechando el marco constitucional de consenso que hoy presentamos al país.



Las nuevas tareas serán tan importantes como las que hoy culminamos. Deberemos dar paso a un mayor equilibrio entre los poderes del Estado, abrir los partidos políticos a nuevas formas de participación, y hacer realidad la inscripción automática, el voto voluntario y la votación electrónica. Permitir que la ciudadanía se sienta verdaderamente protagonista del quehacer nacional y facilitar una mayor coherencia entre el modelo de desarrollo que nos rige con la calidad de vida y la participación ciudadana que es cada vez más necesaria.



Esta es, pues, la reforma constitucional de la esperanza, y del orgullo de quienes creemos en Chile y sus instituciones, en donde todos podremos construir nuestro futuro sobre las bases sólidas que ella ofrece.



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* Sergio Romero Pizarro es presidente del Senado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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