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Precios del petróleo: Un boicot a la (im)paciencia


En plena dictadura franquista y cansados ya los españoles de alzas en la locomoción colectiva tan elevadas como frecuentes decidieron tomar el toro por las astas y boicotear la medida absteniéndose de utilizar buses. La decisión fue acogida de inmediato por millones de usuarios y se expresó en largas filas de peatones caminando mientras los buses circulaban vacíos. Y fue eficaz: el gobierno se vio obligado a dar marcha atrás en el aumento.



Agotados ya otros recursos (y la paciencia), un boicot bien organizado, disciplinado, masivo, es, después de todo, una de más eficaces respuestas de los consumidores ante el mercado -apretando una de las dos clavijas elementales de éste: la demanda.



Es lo que precisamente propone un correo electrónico que ha comenzado a circular en Internet y que ya comenzó a rebotar y multiplicarse en decenas si no centenas de miles en distintos países. Como en una «cadena de la suerte», se pide a cada destinatario reenviar el texto a su listado de conocidos. La idea es simple y no carente de lógica: boicotear la inagotable espiral alcista de los precios del petróleo absteniéndose de comprar desde ahora y hasta fines de año gasolinas en dos de las mayores multinacionales distribuidoras.



Dice su texto: «Los consumidores podemos incidir mucho en las políticas de las empresas: sólo tenemos que decidir usar nuestro poder. La propuesta es que de ahora hasta final de año NO se compre más gasolina en dos grandes compañías: Shell y Esso. Si no venden gasolina, estarán obligadas a reducir los precios. Y si ambas bajan los precios, las demás deberán adaptarse obligatoriamente. Para conseguirlo, tenemos que ser millones de clientes de Shell y Esso en todo el mundo quienes emprendamos esta acción».



Según el mensaje, si cada destinatario reenvía el mensaje a diez conocidos suyos, y éstos hacen lo propio, y así sucesivamente hasta la «sétima generación», el mensaje habrá llegado a 30 millones de consumidores en ocho días. Ventajas de la globalización cibernética que no tenían los españoles.



Aunque la propuesta no surta los efectos esperados, su fundamento apunta al problema de fondo implícito en la paranoia que hoy vive el mercado del petróleo y sus derivados. Agotadas ya -por falaces e ineficaces- las surtidas explicaciones de los «analistas» sobre los por qué de las alzas del petróleo, lo que queda es un fenómeno claramente especulativo alimentado precisamente por las grandes multinacionales que controlan la comercialización y refinación del crudo.



Un informe emanado del Servicio de Investigaciones del Congreso de los EE.UU. -efectuado a solicitud de sus parlamentarios- responsabilizó hace unos pocos días del aumento de precio de los combustibles a «la manipulación de la capacidad de refinación y los inventarios por parte de empresas petroleras estadounidenses». El razonamiento de éstas es de un primitivismo obvio: mientras más reducidos sean mis inventarios (oferta) más abultadas serán mis ganancias, pues la sola percepción de escasez estimula al alza los precios». Y es precisamente esta «cultura de rebaño» (conducta que suele aplicarse al comportamiento de los «ciudadanos consumidores», pero casi nunca al de las empresas) la que alimenta la corrida especulativa de los precios del petróleo. La especulación sobre inventarios, refinación, demanda, informes de posibles huracanes, violencia (real o potencial, no importa) en Medio Oriente y un largo listado de otros etcéteras explica hoy entre 18 y 20 dólares del precio del barril de crudo.



El reporte del Congreso estadounidense sostiene que las mayores ganancias asociadas a los elevados precios del crudo han incrementado las ganancias a lo largo de toda la cadena de la industria petrolera, pero en ninguna han sido más elevadas que en los rubros de refinación y comercialización -sobrepasando con creces los aumentos en el precio del crudo.



Pero así como el boicot de las multinacionales comercializadoras de petróleo nos anuncia que los consumidores están llegando a un «punto de quiebre» en su paciencia, una segunda interrogante es qué planean hacer países que -como Chile- son importadores netos de petróleo. La ciudadanía merece conocer los planes de reacción gubernamental ante un fenómeno que a estas alturas es claro que dejó de ser puramente coyuntural. ¿Por qué no se ha diseñado y materializado un plan que promueva el ahorro de combustibles líquidos? Si el Gobierno se resiste a subsidiar los precios de la gasolina (como sí lo hace con el diésel) ¿por qué no impulsar fórmulas inteligentes que premien el uso colectivo de los vehículos particulares? ¿Y no será éste el momento para que la autoridad acoja la sugerencia hecha meses atrás por los entes antimonopolios de perfeccionar el poco trasparente mercado de la distribución de combustibles en Chile?



Son apenas unas pocas preguntas relevantes. Pero hay muchas más.



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Nelson Soza Montiel es periodista y magíster en Economía.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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