Publicidad

Cinco días tarde


Después de la catástrofe causada por el huracán Katrina, cinco días tardó en aparecer la ayuda del gobierno de Estados Unidos en la devastada Nueva Orleans. Tiempo suficiente para que la ciudad cayera en el caos absoluto. El jueves el alcalde Ray Nagin hizo un llamado desesperado a las autoridades federales, explicando que la ciudad no sobreviviría otra noche de anarquía, desesperación, hambre, sed y muerte.



Esa noche, mientras Nagin imploraba ayuda inmediata, los cuarteles de policía eran atacados por el lumpen que se aprovechaba del caos para darse por las inundadas calles al pillaje y el robo, aplicando en la ciudad sin ley la ley del más fuerte.



Los improvisados centros de acogida, tales como el estadio Superdome y el Centro de Convenciones de Nueva Orleans, carecían de los recursos básicos para alimentar y cuidar de los miles de ciudadanos súbitamente transformados en refugiados en su propio país, y sencillamente colapsaron. La situación llegó a tal grado que la prensa informaba de escenas de desesperación, matonaje, robo, violaciones, asesinatos e incluso suicidios.



También narraban historias dramáticas de muerte de niños y ancianos dentro del Centro de Convenciones. Las cadenas de noticias mostraban la desoladora escena de una anciana muerta en una silla de ruedas, tapada por una frazada. La acompañaba otro cadáver envuelto en una simple sábana.



¿Quiénes son las personas que vimos en las imágenes? ¿Quiénes eran esa gente desesperada?



Esencialmente gente pobre, sin medios para salir de la ciudad cuando se dio la orden de evacuación. Los pobres de Nueva Orleans son fundamentalmente negros, madres solteras con pequeños hijos que dependen de la asistencia social para sobrevivir, o bien ancianos blancos pobres y enfermos que carecían de los medios para abandonar la ciudad.



Muchos recordarán las largas filas de automóviles abandonando Nueva Orleans el sábado y domingo pasado. Los que tenían cómo, se pusieron a salvo. Pero para aquellos que no tenían cómo escapar de la ciudad, solamente quedaban el Superdome y el Centro de Convenciones.



Aaron Brown, conductor del programa Newsnight de CNN, le preguntó a la congresista Demócrata por Ohio, Stephanie Tubbs-Jones: ¿Si los damnificados no hubiesen sido pobres y esencialmente negros, habría habido una respuesta federal diferente?



Tubbs-Jones, de raza negra, no dudó: «Por supuesto», dijo, agregando que es obvio para cualquiera que el clasismo y el racismo son la dura realidad que define a la sociedad norteamericana. Pero dijo también que «en el fondo los norteamericanos son personas de buena voluntad.» Lo cual es cierto; esencialmente el pueblo estadounidense es un pueblo solidario. Pero la discriminación contra los pobres, acompañada por un racismo endémico, forman parte de la esencia de la identidad norteamericana.



El jueves 1ÅŸ de septiembre Sanjay Gupta, médico y reportero de CNN, informaba desde el Hospital de la Caridad, principal establecimiento público de la ciudad que esencialmente atiende a la población pobre, negra y sin previsión, que el hospital debía evacuar a los pacientes críticos pero no tenía cómo hacerlo.



Gupta mostró desde la azotea del hospital cómo 20 pacientes críticos conectados a ventiladores manuales esperaban en el helipuerto que comparten mientras se evacuaba al personal médico del vecino hospital privado de la Universidad de Tulane. Al día siguiente, Gupta informaba que los pacientes críticos, todos negros, todavía seguían esperando ser evacuados.



En su columna del 2 de septiembre en el New York Times, el articulista Paul Krugman acusó: «A esta hora miles de americanos han muerto o agonizan, no porque se hayan negado a ser evacuados, sino porque son demasiado pobres o están demasiado enfermos para salir sin ayuda, y esa ayuda no se les entregó.»

La reportera Beth Nielsen de CNN se preguntó por qué tantos damnificados pobres y negros. Explicó que se trataba de gente sin auto propio que llegó al Superdome convocada por una autoridad municipal que no podía ofrecerles más que techo mientras pasaba Katrina. Luego se preguntó lo que ronda en la mente de todo el mundo: si estas personas no hubiesen sido negras, ¿hubiese llegado la ayuda más rápido? Para los televidentes del mundo entero, la respuesta es obvia.



Para un país en estado de incredulidad, conmoción e ira, estas imágenes lo dicen todo. Katrina arrasó con Nueva Orleans y otras localidades del Golfo de México el lunes, pero la ayuda federal empezó a aparecer recién el viernes. ¿Cinco días tarde, sólo por ser pobres y negros? Como tituló un tabloide de Nueva York, «Qué vergüenza para nosotros, qué vergüenza para Estados Unidos».



____________





* Jorge Garretón. Periodista y corresponsal de medios de EE.UU. y Canadá en Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias