Publicidad

Katrina, la autodefensa de la naturaleza y el 18


Katrina tiene nombre de mujer y también, vista desde el espacio por las cámaras de un satélite, posee una belleza fascinante. Sobre la tierra desató una furia implacable, golpeando al más poderoso de los países y demostrando que todas sus tecnologías de destrucción eran inservibles para velar por la vida de su propio pueblo. Katrina era inmune a los misiles nucleares, a las bombas inteligentes o a los helicópteros de ataque, que son ágiles para matar seres humanos, pero que demostraron su torpeza para rescatarlos de las aguas embravecidas.



El «desastre natural» de Nueva Orleans tiene mucho de desastre, pero muy poco de «natural». Existen nexos evidentes entre la destructividad de Katrina y los daños que los seres humanos estamos causando a la integridad de la naturaleza.



Si bien es cierto que los huracanes han existido siempre, la furia repentina que se apoderó de Katrina está siendo observada por una parte de la comunidad científica mundial, como una temprana manifestación del recalentamiento de la atmósfera. Hace ya varios años que el Panel de Científicos sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas había advertido que precisamente, una de las consecuencias del aumento de la temperatura del planeta, causada por la acumulación de gases de efecto invernadero, sería una general «radicalización atmosférica»: una de las expresiones de esta radicalización serían tormentas mucho más violentas. Hay acuerdo entre los científicos en que la temperatura del mar es el «combustible» que enciende la furia de los huracanes. Los investigadores han registrado que la temperatura de los mares tropicales ha aumentado en las últimas décadas en más de 2 grados Fahrenheit, y lo cierto es que Katrina pasó rápidamente del nivel 1 al 5, al llegar a las aguas, hoy más cálidas que nunca antes, del Golfo de México.



Bush decidió que Estados Unidos, pese a ser el mayor responsable de la emisión de gases de efecto invernadero, con un 25% del total de las emisiones mundiales, no ratificaría el Protocolo de Kyoto, tratado internacional mediante el cual las naciones del mundo han buscado al menos que las emisiones no sigan aumentando. Justificó su decisión diciendo que reducir las emisiones significaría un esfuerzo demasiado importante para la economía norteamericana. Claro, la economía norteamericana tiene preocupaciones más importantes que evitar el daño al planeta. Hoy habría que calcular cuál fue el monto de la cuenta que pasó Katrina y los norteamericanos deberían preguntarse dónde es más rentable en el largo plazo invertir.



Aunque sea temporalmente, Katrina realizó un acto de autodefensa natural, al paralizar una parte importante de la capacidad extractiva y refinadora de petróleo del gigante depredador norteamericano. Ello ha disparado aún más los precios del petróleo y por lo tanto, la demanda tiende a caer. Es decir, Katrina logró que, por lo menos momentáneamente, los humanos dañemos un poco menos nuestra atmósfera. Quizás podría ser este el momento que necesitamos para reflexionar y cambiar el rumbo suicida de la humanidad.



Pero en este rincón del mundo no estamos para reflexiones. El Presidente Lagos quiere que la jarana sea en grande para este dieciocho. Por eso, cedió al griterío de esa minoría egoísta e inconsciente que usa habitualmente el automóvil, sin importarle contaminar el aire que ellos mismos y sus hijos respiran y sin que ni siquiera piensen en que destruyen también el clima del planeta.



El gobierno ha decidido subsidiar el costo de la gasolina para que este no sea tan alto para Fiestas Patrias. Es decir, en un país donde aún hay gente que debe pedir limosna en la calle para financiar el tratamiento de una enfermedad que el Plan Auge no puede cubrir, por «falta de recursos», destinamos recursos públicos a subsidiar un consumo suntuario como es el de gasolina. Esas son las prioridades de nuestras políticas públicas. Ä„Viva Chile!





___________



Luis Mariano Rendón es profesor de Derecho y Ética Ambiental

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias