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Prevenir el maltrato y el abuso infantil, una tarea de todos


Por fuerte que nos parezca, debemos reconocer que niños y niñas, de cualquier estrato socioeconómico, están expuestos a ser maltratados y abusados sexualmente. Que los adultos, y también los niños, comprendan este riesgo puede marcar la diferencia a la hora de prevenir que ocurra.



Según UNICEF-Chile, en nuestro país el 73,6 % de los niños recibe algún tipo de violencia y un 25,4% es objeto de violencia física grave. En 1997, el 66% de las víctimas de agresiones sexuales que acudieron al Instituto Médico Legal a constatar lesiones tenían entre 1 y 14 años.



En el mismo año, el CAVAS logró determinar, a partir de una muestra de 1906 casos, que las agresiones cometidas por desconocidos llegaba a 19,6%, mientras que las agresiones realizadas por familiares y conocidos alcanzaban al 80,4%.



Chile es un país que avanza hacia la modernización de su marco jurídico, sus costumbres y la manera en que enfrenta la protección de los derechos humanos. Sin embargo, aún existen contradicciones fundamentales a la hora de prevenir y sancionar el abuso y el maltrato.



Sólo a partir de la ratificación de la Convención de los Derechos del Niño en 1990, se considera a los niños, niñas y jóvenes como sujetos de derecho. Esto habla de la dificultad histórica de los chilenos para respetar y proteger a los niños; más bien se les siente como «propiedad» de los adultos, sin opinión y sin derecho a decidir, visión que se grafica de manera indefectible en el concepto de «menores», que aún persiste en la práctica social.



Aunque es evidente que es mayor la sensibilidad social sobre el maltrato infantil y el abuso sexual, especialmente frente a noticias de impacto público que aparecen cada semana, los chilenos mantienen un conjunto de mitos que vuelven la mirada hacia las víctimas, suponiendo que ellas «hacen algo» para «atraer a los depravados».



Si bien existen un número importante de abusos sexuales contra niños y jóvenes que ocurren fuera del ámbito familiar, no hay que olvidar que el 80% de estas agresiones sexuales son cometidas por un familiar o conocido. En muchos casos los episodios no son aislados y responden a una cadena de abusos.



Igualmente contradictorio resulta apreciar que en nuestro orden jurídico penal, pareciera que los bienes o la propiedad cuentan con más protección que las personas. Un evidente ejemplo de esta lógica es que el máximo de pena por cualquier forma de abuso sexual es menor a la condena mínima por un robo con fuerza hacia los bienes materiales. Debemos preguntarnos cuál es el bien que debemos proteger con mayor celo. A nuestro juicio, éste siempre debe estar más centrado en las personas, especialmente si son niños.



Pero el maltrato infantil y el abuso sexual no sólo debe ser castigado legalmente. La sociedad en su conjunto y las familias en particular deben cambiar su tradicional manera de asumir la protección de la infancia y la adolescencia, centrándose en fortalecer el entorno familiar y sus redes de apoyo y buscando formas prevención que mejoren la autoestima de los niños y jóvenes y les permita identificar situaciones de riesgo.



Si bien los niños nunca son responsables de ser abusados o maltratados, es indispensable que aprendan identificar las situaciones de riesgo y puedan acudir a los adultos protectores. Recordemos que niños y niñas que no se quieren a sí mismos, que son desvalorizados, que no se atreven a contar sus cosas por miedo al castigo, son los que guardarán el secreto si sufren una situación de abuso y maltrato.



Por esta razón, en Fundación de la Familia hemos apostado por la prevención, como una efectiva estrategia para instalar a mediano y largo plazo una cultura del respeto por el otro y de protección a la infancia y la familia. Desde 2001 hemos implementado el programa en «Me Conozco, Me Protejo» en 189 colegios con altos índices de vulnerabilidad escolar de 15 comunas del país. Esta innovadora propuesta de trabajo se basa en la relación familia-escuela y está dirigida a niñas y niños de kinder a quinto básico, llegando a un total de 80 mil niñas y niños, sus profesores y familias. A través de una metodología lúdica y participativa, los niños y niñas integran a su cotidiano herramientas preventivas a fin de reconocer situaciones de riesgo, mejorar su autoestima e identificar a los adultos protectores.



Los resultados han sido exitosos, sin embargo, para lograr un real cambio en nuestra cultura en relación a la infancia, deben integrarse más actores en la prevención de estas problemáticas. A través de la coordinación y de la prevención aseguraremos una mejor calidad de vida para las familias. El Chile que queremos así lo exige.



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Nuria Núñez Rius es Directora Ejecutiva de la Fundación de la Familia

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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