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Editorial: De luces y sombras


Las celebraciones de este mes de septiembre han quedado marcadas por el inicio de la despedida del Presidente Ricardo Lagos. En una escenografía política vinculada cuidadosamente a los símbolos institucionales, el Mandatario inició la cuenta regresiva de su gobierno, con algunos centenares de personas que frente a La Moneda le pedían regresar el 2010.



El éxito económico alcanzado por el país, y el agotamiento político y psicológico de la oposición de derecha, que para muchos anticipa un nuevo triunfo de la Concertación en las elecciones presidenciales de diciembre próximo, brindan un marco excepcional para que las realizaciones que puede exhibir su gobierno brillen de manera especial. Y particularmente lo que haga la figura presidencial, cuya autoridad y liderazgo ha logrado trascender a su propia coalición, y se empina de manera paradigmática sobre el resto de las fuerzas políticas.



Con todo, el dicho de los viejos dirigentes sindicales, de que "no todo lo que es bueno para el gobierno es bueno para el pueblo", parece ser un criterio acertado para equilibrar los juicios. Si bien estamos frente a un gobierno que probablemente la historia juzgará como exitoso, también existen sombras en el desarrollo nacional que es necesario relevar.



Una de ellas es la brecha de la desigualdad, que desde hace más de dos años se viene repitiendo como el eje central en los discursos sobre la realidad nacional. No sólo por parte de los sectores políticos y de gobierno, sino también de los máximos dirigentes del empresariado nacional.



El lema con el cual llegó Lagos a La Moneda era "Más Igualdad". Sin embargo, al término de su gobierno, el Presidente no habrá podido reducir sustancialmente las importantes diferencias entre ricos y pobres, pese al consenso que el tema parece tener en la sociedad.



Otro aspecto importante en su programa fue el relativo a la seguridad ciudadana. Al respecto, el Presidente ha sido enfático en señalar que el nuevo procedimiento penal no puede transformase en un carrusel de entrada y salida de los delincuentes de las cárceles. Sin embargo, el problema pasa por la calidad y capacidad de manejo de la política policial. Y el atraso de las policías resulta proverbial ante los nuevos requerimientos investigativos y de punición.



Como parte de lo anterior, el Presidente Lagos sostuvo durante su campaña una promesa de deporte y recreación, con oportunidades sobre todo en los barrios. La realidad es que el acceso público a la recreación es limitado, existe una pérdida neta de espacios públicos destinados a las prácticas deportivas, y no se ha podido ejecutar una política nacional sobre esta materia.



Tal vez lo más espectacular es la obra en materia de infraestructura, sobre todo en las grandes concentraciones urbanas, especialmente Santiago. Sin embargo, en la distribución social de los beneficios de estas ingenierías, los barrios populares se ven afectados por la construcción de defensas y barreras consistentes en muros de hormigón, que los arrinconan y marginan en su vida cotidiana. Las grandes autopistas urbanas, que darán una nueva velocidad de circulación a la ciudad, generan una nueva estética de la marginalidad.



De sombras ha resultado también el intento presidencial de las últimas semanas de cerrar el capítulo de los derechos humanos, incluyendo el respaldo implícito que dio al proyecto sobre indulto para los militares condenados. Esa ha sido una vacilación doctrinaria, al final desechada, por la fuerte critica que mereció de prácticamente todos los sectores.



Al enunciar su intención, el Presidente pareció estar pensando en dar un gesto sustantivo hacia las Fuerzas Armadas, más que en los derechos humanos. Es por ello que aparece como una vacilación doctrinaria, pues si bien en materia de defensa se va igual como llegó, lo único que realmente vale la pena dejar sentado hacia el Segundo Centenario es que el respeto a los derechos humanos es ineludible tanto por parte de los militares, como del resto de la sociedad.

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