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Las relaciones chileno-saharauis


Las relaciones históricas chileno-saharauis, son vistas con cierto recelo y aprehensión por la monarquía marroquí, que lleva practicando a lo largo de los últimos diez años una política más o menos tangencial con la ingerencia en asuntos internos chilenos para evitar que dichas relaciones alcancen su nivel normal.



He leído con detenimiento el contenido del artículo del embajador marroquí en Santiago publicado en El Mostrador.cl el pasado 21 de septiembre 2005.



Lejos de alimentar la confusión o la polémica, objetivo subyacente del autor del artículo, sobre un asunto de descolonización bastante claro en la agenda de todas las instancias internacionales, desearía no obstante aportar algunas reflexiones y hechos desde la objetividad documentada y desde la santidad procesal de los hechos.



Los artículos publicados por los analistas Esteban Silva (‘El valor de la palabra empeñada’) y Cristián Fuentes (‘Una oportunidad para el Sahara occidental’) en El Mostrador.cl constituyen una introducción valiosa sobre la historia del conflicto y las relaciones chileno-saharauis, valor que me facilita ir directamente a la sustancia de la argumentación del embajador marroquí.



En primer lugar, Marruecos arguye que «históricamente», antes de su colonización por España, a principios del siglo XVIII, el Sahara Occidental formaba parte del Reino de Marruecos. Es decir, nos intenta retrotraer 300 años atrás.



Al obtener su independencia de Francia en 1956, la Monarquía marroquí, instigada por el ultraderechista Allal El Fassi, líder del conservador partido Istiqlal, empezó a reivindicar territorios vecinos a diestra y siniestra. Las reivindicaciones territoriales no se limitaron al Sahara occidental sino al conjunto de los países de la región del norte de África, para incluir a Mauritania, Argelia y Malí.



Esta política de expansión territorial para crear el «gran Marruecos» permitía y sigue permitiendo hoy al régimen monárquico aferrase al poder ya que le permite desviar la atención de la opinión pública interna de sus verdaderos problemas y justificar la rigidez del sistema político de carácter absoluto donde el rey reina y gobierna sin ningún contrapeso interno. Argelia fue, así, invadida en 1963 por las fuerzas marroquíes mientras que la independencia de Mauritania no fue recoincida por Marruecos.



Al fracasar el intento contra estos dos países, Marruecos congeló el belicismo expansionista por un periodo de tiempo hasta que a mediados de los 70, por razones internas derivadas de una aguda crisis que en 1970 y 1972 condujo el ejercito marroquí a intentar dos golpes de Estado para derribar a la monarquía, el rey Hassan II decidió activar de nuevo la reivindicación territorial, esta vez contra el Sahara occidental.



España, que era la potencia colonial que administraba el Territorio Saharaui, decidió retirarse; pero antes de hacerlo, llamó a Marruecos y a Mauritania para que ambos países invadieran su ex-colonia. Esta transacción colonial fue plasmada en los Acuerdos tripartitos de Madrid de 14 de noviembre de 1975. Pocos días antes de la firma de dichos acuerdos, mas precisamente el 30 de octubre, Marruecos invade militarmente nuestro país, mientras que Mauritania haría lo mismo el 11 de diciembre de 1975. Los dos países, uno de los cuales había reivindicado al otro como parte de su imperio, modificaron Ali, por la fuerza, y a expensas del pueblo Saharaui, sus fronteras heredadas de la época colonial.



Ello iba no solo contra el derecho del pueblo saharaui a la libre determinación e independencia sino que, al mismo tiempo, transgredía un principio fundamental para la seguridad del continente que la OUA (Organización para la Unida africana, hoy Unión Africana) había elevado a la categoría de principio fundamental de su Carta. En América latina se conoce este principio con el nombre de uti posseditis, sin cuya observación más de un país latinoamericano no existiría hoy.



La argumentación histórica que avanza Marruecos para intentar justificar la agresión contra el Sahara occidental es insostenible desde dos puntos de vista. En primer lugar, suponiendo que antes de la colonización española el Sahara occidental fue efectivamente parte de Marruecos, ello nos llevaría al absurdo de tener que aceptar que Turquía, la heredera de la Sublime Puerta, que gobernó por mas de 400 años desde Constantinopla hasta Argelia, pasando por todo el medio Oriente, y el Golfo pérsico, tendría hoy derecho a invadir o a reclamar su soberanía sobre sus antiguas posesiones.



En segundo lugar, si el argumento histórico no permitiría a Turquía, o a España o Francia reclamar la recuperación de lo que ayer fue suyo, debemos concluir con mayor razón que tampoco se les permitiría reaclamar lo que nunca fue suyo.



El Sahara occidental nunca formó parte del Reino de Marruecos. Esta es la posición unánime de la Comunidad internacional.



En efecto, la Corte Internacional de Justicia dirimió en términos inequívocos la «controversia jurídica» que Marruecos y Mauritania tenían, en el otoño de 1974, introducida ante la Asamblea general de la ONU, como preludio a la invasión militar. En su celebre dictamen de 16 de octubre de 1975, deliberadamente distorsionado por el embajador marroquí, la Corte dice textualmente:



«Los materiales e informaciones presentadas a la Corte no establecen la existencia (antes de la colonización española) de ningún lazo de soberanía territorial entre el Reino de Marruecos y el Sahara occidental o entre el Sahara occidental y el Conjunto mauritano».



La Corte fue mas allá en su dictamen al consolidar la doctrina establecida por la ONU para el caso colonial del Sahara occidental al recomendar «la aplicación de la resolución 1514(XV) -que el embajador marroquí lee selectivamente-de la Asamblea general para la descolonización del Sahara occidental, en particular, del principio de la libre determinación a través de la genuina expresión de la voluntad de las poblaciones del territorio». El Tribunal no recomendó la retrocesión del Sahara occidental a los dos vecinos que lo reclamaban.



No hubo pues lazos de soberanía en el pasado pre-colonial que puedan permitir a Marruecos justificar la posterior invasión militar al Sahara occidental. El embajador marroquí esta suficiente informado para saber que el proceder de su país es tipificado jurídicamente de «agresión» en virtud de los términos de la resolución 2625 de la Asamblea general de 15 de diciembre de 1970 que considera agresión el hecho de «privar por la fuerza a un pueblo de su derecho a la libre determinación». Y en efecto, el pueblo Saharaui fue privado por la fuerza de ese derecho. Fue por tanto objeto de una agresión.





Ello nos lleva a la segunda parte de la ecuación. En consonancia con lo que precede, debemos preguntarnos cual es entonces la naturaleza jurídica de la actual presencia de tropas marroquíes en parte del territorio de la Republica saharaui.



El embajador marroquí, reacciona con alergia al calificativo de «país ocupante» y comete la imprudencia impúdica de citar el reglamento de la Haya y la Convención de Ginebra de 1949. La definición de ocupación que extrae de dichos textos es certera y es, en efecto, una definición correcta del carácter de la presencia marroquí. Marruecos ocupa ilegalmente a un Estado miembro de la Unión Africana. Intenta anexionar un territorio que no le pertenece tras haberlo repartido con otro país, Mauritania. Este mismo reparto pone en profunda duda la tesis marroquí, ya que uno no reparte con otro aquello que considera propio.



Cuando Mauritania, en virtud del tratado de paz con la Republica Saharaui de 5 de agosto de 1979, se retira de la parte de nuestro país que había ocupado, Marruecos, en demostración de apetitos expansionistas incontenibles, decide expandir su ocupación militar a dicha parte. La comunidad internacional denuncia este nuevo atropello. En efecto, la resolución 3437 de diciembre de 1979 de la Asamblea general de la ONU «deplora vivamente la extensión de la ocupación militar de Marruecos a los territorios del Sahara occidental recientemente evacuados por Mauritania».La resolución adoptada en el año siguiente, reitera los mismo términos.



El embajador marroquí intenta paliar la violación de la legalidad internacional en el Sahara occidental recurriendo con impudor a otro argumento que se cae por su propio peso. El Acuerdo tripartito de Madrid de 14 de noviembre de 1975, verdadera transacción colonial sin precedentes, supuso para el embajador marroquí la «transferencia de soberanía» sobre el territorio a los dos países que lo invadieron.



En realidad eso no es cierto. España no tenía soberanía sobre el Sahara occidental. Mal puede uno transferir o enajenar aquello sobre lo cual no tiene títulos de propiedad validos. Es un viejo principio jurídico heredado del Derecho Romano. En virtud del artículo 73, e) de la Carta la ONU, el Sahara occidental era un territorio jurídicamente distinto y separado del territorio español. El embajador marroquí debe estar informado del contenido de la opinión del Departamento Jurídico de la ONU contenida en el dictamen de 29 d enero del 2002 que dice textualmente: «Los acuerdos de Madrid de 14 de noviembre de 1975 firmados por España, Marruecos y Mauritania no suponen una transferencia de soberanía sobre el Territorio ni confieren a ninguno de sus signatarios la condición de potencia administradora, condición que España no puede transferir de forma unilateral».



Llegados pues a este punto, debemos concluir que, en virtud del dictamen del Tribunal de la Haya de 16 de octubre de 1975, Marruecos no tuvo, antes de la colonización española, soberanía sobre el Sahara occidental. Y en virtud del dictamen de 2002, no la tiene hoy día, treinta años después del fin de la colonización española.



Si la hubiera tenido, la Organización de la Unidad Africana no hubiera reconocido a la RASD ni el Consejo de seguridad hubiera aprobado varios planes de paz solicitando encarecidamente a Marruecos la cooperación con al ONU con vistas a la celebración de un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui.



Esto es lo que llevó a James Baker, anterior Enviado Personal del Secretario general de la ONU para el Sahara occidental en la entrevista concedida a la Cadena americana de TV( PBS, 19 de agosto 2004): «No conozco a ningún país en el mundo que reconozca, desde el punto de vista del derecho internacional, las reivindicaciones de Marruecos sobre el Sahara occidental». En esta línea, incluso el Gobierno de los Estados Unidos, en carta enviada por la Casa Blanca, el pasado 20 de julio del 2004, a los miembros del Congreso con motivo de la ratificación del Acuerdo de Libre Comercio con Marruecos, deja claro que dicho acuerdo «excluye las riquezas del Sahara occidental», porque «los Estados Unidos, al igual que muchos países en el mundo, no reconoce ninguna soberanía a Marruecos sobre el Sahara occidental».



Estamos pues ante una ocupación militar, ilegal de un país, situación que ha establecido por primeraza vez en la Historia el precedente de convertir a un país africano, Marruecos, ayer colonizado por potencias extranjeras, en colonizador de otro país africano, miembro de la Unión Africana. Y esto es para Chile y para cualquier país que se respete a si mismo algo injustificable e inaceptable en pleno siglo XXI.



El embajador marroquí hace, con la misma falta de pudor, tabla rasa de la posición de África sobre un conflicto colonial que tiene lugar en África. A pesar de los gigantescos medios invertidos, y el apoyo de cierta potencia europea que no ha querido todavía aceptar el fin de la pagina colonial, Marruecos no ha podido convencer a África sobre la legitimidad de su agresión militar contra un pueblo que estaba en vías de acceder pacíficamente a la independencia nacional.



África, representada por la Organización de Estados Africanos (OUA, hoy Unión Africana) dio su veredicto histórico en 1984, al reconocer y admitir en su seno a la República saharaui, y ello a pesar de la ocupación parcial de su territorio. La RASD es hoy Vicepresidente de la Unión Africana, mientras que Marruecos, como lo fue ayer el Apartheid, es el único país africano no miembro de la Unión Africana. Si Marruecos hubiera sido respetuoso de la legalidad africana e internacional, el conflicto tal vez no habría nuca visto la luz del día o habría sido resuelto hace más de 20 años.

Es el continuo desafío de Marruecos a la legalidad internacional lo que explica la persistencia del conflicto hoy día. Este desafío se ha reflejado no solo en el hecho de una invasión militar sin precedentes en la historia de la descolonización africana, sino también en rechazar las decisiones del consejo de seguridad encaminadas a la organización de un referéndum de autodeterminación para el pueblo del país invadido, como hizo con el Pan de arreglo de 1990 y con el Plan Baker de 2003.



El propio Baker dejó para la Historia su juicio sobre las causas del fracaso de los esfuerzos llevados a cabo por al ONU en el curso de la entrevista con la PBS arriba mencionada: «A lo largo de 10 o 11 años, Marruecos dijo de manera pública y privada que quería el Plan de arreglo y que quería el referéndum de autodeterminación. Sin embargo, al final, precisamente cuando la lista de los votantes fue elaborada y los votantes del referéndum identificados, Marruecos dijo que ya no consideraba el Plan de arreglo aplicable, que no quería ya seguir adelante con el Plan d e arreglo». Esta es la verdad histórica. El reiterado intento marroquí de culpar a otro país de la región, Argelia, de todos sus males es un recurso sacado de los archivos del colonialismo.



El embajador marroquí distorsiona también los hechos al decir que el llamado Proyecto de Acuerdo Marco, que perseguía la celebración de un falso referéndum, fue aprobado por el Consejo de seguridad. Chile fue varias veces miembro del Consejo de seguridad y estoy seguro de que el embajador marroquí concuerda conmigo en el hecho de que los miembros del Consejo saben lo que han aprobado y lo que no han aprobado. El mencionado Proyecto no pasó de ser un intento fallido de implicar a la ONU en un plebiscito para legitimar la ocupación marroquí.



El Consejo nunca aprobó este intento. Aprobó sin embargo el Pan de arreglo (1990) y el Plan Baker (2003). Marruecos aceptó el primero hasta darse cuenta de que iba a perder el referéndum y decidió rechazarlo. Mas tarde, rechazo de entrada el Plan baker.



A ello sumamos el hecho de la continua violación de los derechos humanos en las zonas ocupadas de nuestro país. Las televisiones del mundo y los medios de prensa escrita han dado un testimonio vivo de la feroz represión que ejerce Marruecos en parte del territorio saharaui.



Las imagenes (ver www. arso.org) del calvario de los detenidos políticos saharauis en las cárceles marroquíes recuerda campos de concentración de triste memoria. Esta actitud contrasta con el hecho de la liberación por parte del Gobierno saharaui de todos los prisioneros de guerra marroquíes, prisioneros que Marruecos había negado su existencia y su repatriación durante casi una década, en reflejo de la ficción a la que acude de nuevo el embajador marroquí de la inexistencia de la guerra y de los duros combates que enfrentaron a los dos ejércitos durante 16 años, hasta la firma bajo los auspicios de la ONU, el 16 de mayo de 1991, del alto el fuego.



El embajador marroquí oculta hechos y realidades que son, potencialmente, elementos de referencia complementaria para toda decisión chilena, que sea cual fuese esta, recibirá siempre el respeto del Gobierno Saharaui. Marruecos oculta el hecho de que tiene embajadas abiertas en muchos países (Argelia, Sudáfrica, Nigeria, Angola, México, Venezuela, Panamá, Kenya, Tanzania,..) donde también hay embajadas de la República Saharaui. ¿Por qué Marruecos tiene relaciones plenas y fructíferas con esos países y le niega al Chile democrático, al Chile de O’Higgins, de Allende, de Lagos, esa posibilidad?.



¿Es Chile, a sus ojos menos soberano, menos independiente, más moldeable a los gustos cambiantes de la diplomacia de un país que, según las Naciones Unidas, esta en conflicto con la legalidad internacional?.



Fue Marruecos quien faltó a la palabra dada, años atrás, a Chile y a otros países el cono cuando avanzó el argumento de la celebración del futuro referéndum para suspender la decisión del reconocimiento de la RASD. Fue el incumplimiento de ese mismo compromiso lo que condujo a Sudáfrica a no esperar más y procedió, en septiembre de 2004, a formalizar el establecimiento de relaciones diplomáticas con la RASD.



Los saharauis nunca hemos planteado el establecimiento de relaciones con Chile en el contexto de la ecuación de conmigo o contra mi- que es en realidad el mensaje subliminal del embajador marroquí. Creemos, por el contrario, que tener relaciones con los dos países, es el reflejo de una objetiva neutralidad, aun teniendo presente que cabria no tener una relación de neutralidad ante el comportamiento de un país que viola de forma tan evidente la legalidad internacional.



No es de ninguna manera incompatible con la neutralidad -canto de sirena del embajador marroquí- tener relaciones plenas con los dos países y al mismo tiempo alentarlos y alentar a la ONU, como hace la Unión Africana, a que una solución pacifica y acorde al derecho internacional sea alcanzada para el conflicto colonial.. De hecho, esa solución existe. Está sobre la mesa. Es el Plan de arreglo de 1990 que Marruecos aceptó pero parece que se olvido de ello. O el Plan baker de 2003.



En base a todo lo que precede, no deja de ser sorprendente el prolongado intento de Marruecos de interferir en la decisión de establecer relaciones con la RASD, decisión que por coherencia con su Historia y en respeto a sus propias decisiones y acuerdos unánimemente adoptados por todas las fuerzas parlamentaria chilenas, había sido tomada en 1999. Solo faltaba y sigue faltando su formalización.



Marruecos que tiene, junto a la RASD embajadas o relaciones diplomáticas con muchos países latinoamericanos y del Caribe, no debe pretender convertir a Chile en la excepción de la regla general, tanto mas cuanto que Chile, al igual que Sudáfrica, había suspendido la decisión del establecimiento de relaciones con la RASD sobre la base de la promesa marroquí, promesa mas tarde incumplida.



Para los saharauis, única nación árabo-africana hispano parlante, el establecimiento de relaciones con Chile seria algo natural y coherente con su objetivo estratégico, que es la profundización con vistas al mañana de la dimensión hispana de nuestro país. Seria, en las circunstancias actuales, un gesto que impregnara de amistad y solidaridad las relaciones de futuro con Chile. Será un gesto que contribuirá a mantener abierta la vía diplomática y pacifica, en tanto que vector esencial, para la búsqueda de la paz. Ese gesto, ese paso generoso, fue dado hace mucho tiempo por México, Venezuela y tantos otros países del área.



Somos parte de la familia iberoamericana donde tenemos mucho que recibir y mucho que dar, mientras que para Marruecos, que descubrió tardíamente América latina, el continente ofrece un interés de orden táctico, coyuntural, relacionado con el tema Saharaui. Una vez resuelto el conflicto cerrara con toda probabilidad las costosas embajadas abiertas recientemente en el hemisferio.



Cada uno regresara a su entorno. Marruecos es franco-árabe. La RASD es hispano-árabe. Cada oveja con su pareja, no solo es un principio aplicable a la ganadería, sino también a gran parte del ámbito de las relaciones internacionales. Algunos se han reagrupado en torno a la Francofonía, otros en torno, si cabe el término, a la anglofonia. Marruecos y la República Saharaui compartimos elementos comunes con lo africano, árabe y berebere, pero tenemos prolongaciones y dimensiones del pasado y del futro diferentes.



Marruecos no puede, no debe, y si quisiera no tiene los medios para ello, interferir en el establecimiento de relaciones normales entre Chile y la Republica Saharaui. Eso se le llama ingerencia.



Ahmed Bujari, Embajador de la República Saharaui en Misión Especial para el Cono Sur.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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