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Los demócratas independientes por la segunda vuelta


La democracia es una tarea sin fin. Una etapa necesaria, pero no suficiente, son las elecciones periódicas, para renovar o revocar a los representantes, tanto a nivel ejecutivo que legislativo. En una democracia de consumo, los electores eligen entre las distintas opciones propuestas por las élites dirigentes. En una democracia plena, los ciudadanos determinan la orientación general de las políticas públicas y de la ley. En ésta, los mal llamados «temas sensibles» se ventilan durante las campañas electorales, para que la ciudadanía decida sobre estas orientaciones, no se esconden debajo de la alfombra.



¿Cuán lejos está Chile de una democracia plena? Más de lo que quieren hacernos creer las élites dirigentes y sus herederos, defensores de la reproducción de los privilegios sociales. Pero menos de lo que los críticos de siempre quieren hacer aparecer, en una imagen pesimista e inmóvil del país. Como si en el país no hubieran actores sociales, grupos representables y ciudadanos activos. Los hay y se aprestan a ejercer libremente, con su voto, tanto la ratificación de la dirigencia ejercida por la Concertación, como una sanción electoral, obligando a una segunda vuelta en la elección presidencial.



Esta eventualidad que se está volviendo cada vez más plausible, está cargada de potencialidades positivas y de algunos riesgos, que la orientación del voto y de las preferencias, medidas por las encuestas, indican que la ciudadanía considera que vale la pena correr. Examinémoslos.

¿Qué dicen las últimas encuestas? Una vez que se ha consolidado el liderazgo de Bachelet, para que Bachelet pueda ser Bachelet, entre más votos obtenga en la elección presidencial la candidatura del pacto Juntos Podemos Más, mejor. Otra indicación, no de las encuestas pero del sentido comun, es que esto se logrará sólo rompiendo con la paridad con la extrema derecha en el parlamento. Para esto es necesario doblar en el mayor número de regiones y distritos, y que los demócratas de izquierda y de derecha voten por los candidatos de la Concertación.



La Concertación de Partidos por la Democracia, que se formó para derrocar electoralmente a la dictadura ha proclamado a través del Presidente de la República, que la transición terminó con las recientes reformas constitucionales. Se considera que la democracia está suficientemente consolidada, sin riesgos de regresiones autoritarias. El corolario es que la existencia misma de la Concertación puede comenzar a ser revisada, en ocasión de estas elecciones presidenciales y legislativas, ya que realizó su tarea histórica principal. La unión en un mismo conglomerado político de la izquierda y de la derecha ya no se necesita, se ha vuelto un estorbo para la evolución de la sociedad hacia su mejor destino posible, en el que se pueda optar nuevamente por alternativas y orientaciones globales distintas, sin que esto implique la ruptura del sistema democrático, golpes de estado, violaciones de derechos fundamentales.



Sobre la base de la proclamación del fin de la transición, los distintos sectores que componen este pacto no necesitan más estar unidos para garantizar la democracia, y podrán por lo tanto en el futuro representar opciones electorales distintas, ya que hay una base común que se ha vuelto predominante, habiendo logrado pasar por encima de las amenazas de los poderes fácticos anti-democráticos. Esto significa, que por ejemplo, la Democracia Cristiana, o en todo caso su ala derecha hoy hegemónica, podría representar en el futuro a la derecha chilena, ya que la extrema derecha, se ha vuelto tan inconsistente e insignificante electoralmente, que no representa más un peligro para la democracia.



La centro izquierda, que ha dado todo tipo de garantías sobre su apego al sistema democrático, ganaría igualmente en claridad programática con este final de la Concertación. Podría entonces formar un bloque que abarque y represente mejor al electorado de los sectores postergados por la revolución liberal, y que la derecha, por definición, no defiende, salvo retóricamente, cuando cede al populismo.



Todas estas serían evoluciones positivas, que una segunda vuelta con Bachelet y Piñera, ayudarían a consolidar. Este último, un demócrata cristiano en el alma, atraería hacia su candidatura a toda la derecha, sin que represente un peligro hoy, según las encuestas, para la victoria de la Concertación. La presencia del candidato liberal en la segunda vuelta, desintegraría a la Alianza y debilitaría notablemente a la UDI, que en el caso de perder sus candidatos emblemáticos para las legislativas, dejaría de ser el partido hegemónico de la derecha, representante de los poderes fácticos, lo cuál daría nuevos aires a la vida política nacional.



Existen sin embargo algunos riesgos en relación a estos escenarios hoy plausibles, el principal es una segunda vuelta con Lavin, y la elección de los candidatos parlamentarios emblemáticos de la UDI. Este escenario pondría en entredicho las afirmaciones triunfalistas del presidente Lagos en relación al fin de la transición, ya que representaría un riesgo de un anclaje del país en el statu quo post pinochetista. Significaría que el país no ha logrado acabar con sus últimos reductos.



La responsabilidad para que esto no suceda la tiene la Concertación. En la medida en que se desdibuje la opción de sociedad alternativa a la actual que representa la candidatura de Bachelet, Lavin y sus amigos mantienen sus espacios. Decidir no hablar de los «temas sensibles», es decir: el juicio a Pinochet y sus cómplices por las violaciones a los Derechos Humanos del régimen militar, la modificación del sistema electoral binominal, la orientación de la estrategia económica de país, es ponerse en un pie de igualdad con el sector que justificó la dictadura e institucionalizó los límites a la libertad en Chile. Bachelet tiene la palabra en este final de campaña.



En síntesis, salir del statu quo es elegir a Bachelet y sacar a la UDI de la posición central que ocupa en el espacio político chileno. Para esto, los ciudadanos podrán elegir el voto útil en la elección legislativa y el voto de castigo en la primera vuelta de la presidencial. Si la Concertación opta por el inmovilismo y la no confrontación en el final de la camapaña, va a asumir una responsabilidad histórica considerable. Si Lavín pasa a una segunda vuelta y sus candidatos son elegidos, en el caso que el precio del cobre y los commodities baje y le quite el margen que tiene hoy el gobierno para sus programas sociales, el próximo gobierno terminará fragilizado, sin que la coalición haya dado vuelta la página del post pinochetismo. La usura del poder podrá traer a la extrema derecha de vuelta al gobierno y esto por muchos años.



Como en otras ocasiones, y según las mejores tradiciones del país, los electores y los dirigentes, tiene en sus manos el futuro de Chile, en esta elección.



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Eduardo Valenzuela Chadwick. Sociólogo chileno, residente en Francia. Centro de Análisis e Intervención Sociológica.
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, París.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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