Publicidad

Editorial: Elecciones y normalidad democrática


En una democracia en forma existe un conjunto de principios que constituyen valores de orientación de todo el sistema, entre ellos la transparencia en los asuntos de gobierno, una sólida diferenciación entre lo público y lo privado, y rutinas institucionales respetadas por todos, que le quitan dramatismo a los cambios de gobierno o a las decisiones políticas.



Chile es una democracia consolidada, que ha dejado atrás la polaridad política de la transición y se enfrenta a la primera elección presidencial en plena normalidad democrática. Lo hace en un momento de crecimiento económico y consenso y estabilidad institucional y social. Ello se refleja en que las propuestas de todos los sectores políticos se centran en una agenda de desarrollo con equidad social, lo que implica un consenso sobre la necesidad de profundización democrática.



Por lo mismo, resulta apropiado el debate en torno a los valores de orientación del sistema, pues ayuda a que se realce y profundice el carácter de selección y control ciudadano que tiene una elección, vis a vis las obligaciones de los candidatos.



Hace varios meses quedó claro que la transparencia llegó para quedarse como elemento central en el funcionamiento de nuestra democracia. Por lo mismo, no debe resultar extraño que las declaraciones, publicaciones o actuaciones de los dirigentes políticos sean escrutadas al máximo por la opinión pública, y sometidas al test de la veracidad o la coherencia. Con mayor razón si se trata de un aspirante a la Presidencia de la República. Los candidatos deben estar conscientes que lo que dicen ser, han hecho o proponen, debe ser una verdad estricta, pues de lo contrario estarán lesionando la confianza ciudadana y sus acciones se tomarán como un intento de engañar a la opinión pública para obtener ventajas políticas.



De ahora en adelante, siempre habrá muchos individuos y organizaciones, además de la legítima labor del periodismo, dispuestos a escarbar en noticias y declaraciones de las mujeres y hombres públicos, para determinar si son coherentes y veraces, y por lo tanto confiables.



Por su parte, si la separación entre interés público e interés privado es importante para el funcionamiento de las democracias modernas, en Chile lo es doblemente. Básicamente porque el desarrollo de un exitoso modelo de asociación público-privado en amplios ámbitos de la vida económica del país, obliga a un riguroso control y separación de los intereses privados, de aquellos resortes y mecanismos que pertenecen a todos, entre ellos el Gobierno. Nada peor para una economía de mercado, que el regulador sea capturado y controlado por el regulado. En ese momento, ocurre una "desaparición" del ciudadano, pues su principal capital, que son las instituciones, ya no representan el interés colectivo, y se encuentran licuadas en manos privadas.



Por lo mismo, para la economía moderna resulta fundamental el concepto de "expectativas", y el valor que agrega, más allá de cualquier consideración sobre la estricta realidad de los hechos. En términos de "expectativas", el valor de ciertos bienes varía según lo que ocurra en el mundo de la política. Un ejemplo es que la excelente clasificación de riesgo internacional de nuestro país, para la cual nuestra estabilidad política es fundamental, le significó al empresariado un ahorro neto de miles de millones de pesos en seguros y tasas de interés el año 2004.



Por ello tiene mucho sentido exigir la máxima claridad en materia de bienes y negocios de los candidatos. La sola expectativa de ser elegido aumenta el valor de ellos y eso, sin control o manejado de manera ambigua, lesiona el valor colectivo y estable de las instituciones.



Finalmente, en una democracia sana la estabilidad del sistema se basa, en parte importante, en rutinas administrativas y de gobierno, que le dan a los agentes políticos y a la ciudadanía un rango adecuado de certidumbre acerca de las reglas del juego dentro del sistema. La apelación al carácter y a los liderazgos que se hacen en una campaña electoral debe entenderse referido a este marco político. Lo contrario es pensar que un país plural como Chile puede ser dirigido con prescindencia de la amplia y diversa opinión ciudadana.

Publicidad

Tendencias