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Delincuencia y pobreza


Delincuentes hay en todas partes y en todos los niveles sociales, pero desde el punto de vista de las víctimas, el mayor impacto social se produce en los barrios pobres y de mayores carencias en materia de infraestructura, servicios y cultura.



La delincuencia tiene diversas causas que fundamentan su existencia más allá de las personas, pues éstas no nacen delincuentes. Entre ellas, sin lugar a dudas, la de mayor incidencia es la pobreza. Aunque a un libremercadista o a un conductista a ultranza esta afirmación pudiera parecerles tópica y demasiado repetida.



La pobreza debe entenderse como una condición que involucra insuficiencias al momento de acceder a la salud, la educación, el trabajo, a las oportunidades de recreación, y a formas dignas y amables de habitabilidad y entorno. Conlleva condiciones de salud y enfermedades con déficit superiores a los promedios de la sociedad, analfabetismo, abusos y exclusión laboral en diferentes edades y géneros, y discriminación social. Aunque ha sido levemente tematizado como hecho sociológico, la pertenencia a barrios carenciados o pobres es motivo de alta discriminación en la sociedad chilena.



Desde una óptica estricta de ciudadanía política, la pobreza niega la alteridad y las libertades, derechos, capacidades y oportunidades para vivir en libertad, con dignidad y respetándose tanto a sí mismo como a sus pares.



Bajo esta perspectiva, la delincuencia aparece, en la óptica de los oprimidos, como una opción que expresa una lucha de poder individual, casi impuesta por la pobreza, y que se justifica por la lógica de ganar u obtener lo que otros poseen. Si además, esas personas perciben vivir en un país más rico y poderoso, es natural que desee participar de las nuevas oportunidades. A veces a cualquier precio.



En este nudo se encuentra un problema central de la delincuencia: los ambientes de violencia, precariedad y exclusión que generan una convivencia agresiva que legitima los actos delictuales. Primero en su propio entorno, luego en todo el espacio social y urbano.



Ese es el fenómeno que llamamos socialmente focalizado y se encuentra en los mapas georreferenciados tan en boga para describir delitos como robos, microtráfico o ajustes de cuentas.



Sin embargo, resulta notable la ambigüedad o simplemente omisión con que este tema se trata en las actuales propuestas electorales, todas las cuales se comprometen a terminar con la delincuencia. Pues sus propuestas no se vinculan a propuestas sociales para la prevención real y la reeducación, ni tampoco diseñan intervenciones integrales capaces de crear convivencia social sana.
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La pobreza requiere respuestas integrales y transversales, y por supuesto, en relación a la seguridad ciudadana, es mucho más cara y compleja que prometer aumentar el número de policías o endurecer la penas. Porque ella implica actuar sobre un núcleo de problemas, uno de cuyos efectos, entre otros, es desactivar las condiciones de violencia y delito en los barrios.



La pobreza requiere acciones basadas en el desarrollo de los individuos y sus capacidades, de sus accesos y de su autoestima, de grados de autonomía que se logran con el crecimiento personal, a objeto de no sólo mejorar las condiciones materiales. Debe reconciliar a los individuos con una sociedad que los ha marginado, recrear la confianza en las instituciones y en su condición de ciudadanos con derechos.



Eso no es posible en medio de la miseria, con ausencia de autoridad pero también de entornos que favorezcan la convivencia y el control social. Existen múltiples experiencias acerca de programas de intervención frente a la delincuencia, algunos de costos muy altos y baja efectividad. Pero sin lugar a dudas los más exitosos en todas partes son aquellos que denomino acciones integrales de seguridad ciudadana que se basan en compromisos entre la autoridad y las organizaciones sociales, para construir dignidad barrial, con programas especiales de educación, rehabilitación y generación de oportunidades.



La fórmula de gobierno para combatir la delincuencia no puede sólo basarse en aumentar el control policial. Debe enfocarse en las raíces del problema, algunas de las cuales son germinadas por una real condición de pobreza, hecho por desgracia demasiado frecuente en el Chile actual.



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Hernán Ortega. Coordinador para la Prevención y la Seguridad Ciudadana. Municipalidad de Maipú




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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