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Lo único peor: Lavín canciller


Resulta patético el tono con que algunos propagandistas del régimen tratan de convencer a los chilenos de la gran diferencia que significaría un gobierno encabezado por el candidato opositor. Soy un convencido que el país va a cambiar muy poco sea cual sea la versión neoliberal que triunfe el 15 de enero. La prueba de que las diferencias entre ambas candidaturas son casi inexistentes, es que una de las polémicas más salvajes que se ha dado es respecto a quién le copió a quién las medidas programáticas inmediatas. Por eso es que no resulta tan descabellado algún llamado a votar nulo y debo confesar que me resultó por momentos una opción muy atractiva.



Pues en efecto, uno se puede preguntar ¿Qué es lo que haría Piñera que no haya hecho ya la Concertación? ¿Convertiría a Chile en uno de los países con peor distribución de la riqueza? ¿Privatizaría las más relevantes empresas del Estado, como las sanitarias? ¿Permitiría que los grandes grupos económicos depredaran el patrimonio ambiental de las actuales y futuras generaciones de chilenos, como han hecho las celulosas de Angelini? ¿Permitiría el lucro ilimitado de las AFP a costa de las pensiones de los afiliados? ¿Deterioraría la calidad de la educación pública? ¿Nos embarcaría en una carrera armamentista tensionando las relaciones con los pueblos hermanos? ¿Sería otro cachorro del Imperio en Latinoamérica?



Sin embargo, nos dicen, la Concertación tendría superioridad indiscutible en algunos campos específicos. Uno sería el de la defensa de los derechos humanos. La coalición oficialista pareciera ser un seguro contra la impunidad. Pero, ¿es que se nos olvidó ya la mano alegre con que Lagos indultó a uno de los criminales de la dictadura que había logrado ser encarcelado? Si no se le hubiera ido encima tanta gente, con toda seguridad que otros asesinos habrían sido también puestos en libertad. Nada importó al «estadista», en ese caso, mandar al tacho de la basura el gran esfuerzo hecho por los familiares de las víctimas para que hubiese un poco de justicia.



Otro punto donde la Concertación quiere marcar la diferencia, es la actitud durante la dictadura. El candidato opositor se dedicó a llenarse los bolsillos, mientras otra gente luchaba por la democracia. Claro, mucha gente que hoy milita en la Concertación dedicó su energía a luchar por recuperar la democracia, pero mientras tanto, algunos que después serían próceres concertacionistas, hacían lo mismo que Piñera. Por ejemplo, se puede saberÂ… ¿a qué se dedicó Eduardo Frei Ruiz-Tagle en esos aciagos años? Si no hizo más dinero, no fue por falta de dedicación.



Para terminar de marcar las diferencias, los oficialistas nos advierten que Piñera mezclaría los negocios y la política y que la Concertación sería garantía contra ello. Así lo proclama, en este mismo medio, el señor Claudio Vásquez, quien se firma como miembro de la directiva nacional del PPD. Orgullosamente nos arenga diciendo «Aquí lo que queremos es que gobierne el interés público y no el privado». O este señor está muy desinformado o quiere hacernos comulgar con una rueda de camión minero. La verdad es que la relación entre la plutocracia chilena y la gente que ha estado en el gobierno en los últimos años, ha sido, por decir lo menos, bastante promiscua.



Los ejemplos de la promiscuidad serían para escribir un libro y como no hay espacio ni tiempo, por el momento unos pocos: Recordemos la sociedad entre la familia Zaldívar y Angelini en empresas pesqueras. Curiosamente, era precisamente la Comisión de Pesca a la que se aficionaba uno de los hermanos en el Senado. Fueron señeros también los negocios de los Pérez Yoma con el Ministerio de Vivienda, a costa de las familias más pobres de este país. Pero el propio «estadista» fomentó también alegremente esta promiscuidad. Así por ejemplo, en cuanto asume su cargo, no encontró nada mejor que nombrar al presidente de los salmonicultores, un señor de apellido Albarrán, como subsecretario de Pesca. Es decir, puso al gato a cuidar la pescadería. De no haber sido por las denuncias que las organizaciones ambientales y los pescadores artesanales hicimos en Contraloría, todavía nuestro probo «estadista» tendría al gato relamiéndose los bigotes. Por algo los empresaurios chilenos le declararon todo su amor. Son agradecidos.



Así es que, señores propagandistas, hagan su trabajo, pero no crean que los chilenos somos totalmente imbéciles. Hay que esforzarse mucho por encontrar diferencias reales.



Pero es cierto que hay algunas diferencias. Una de ellas es que de ganar Piñera, llegaría a La Moneda acompañado de los Moreiras, Longueiras, Novoas, Lavines y otros personajes del mismo tipo, es decir, quienes fueron los más férreos admiradores del dictador-asesino-ratero y que en general, no parecen muy arrepentidos. Y eso es, a estas alturas del partido, bastante feo. ¿Se imaginan a un ministro del Interior de ese lote? ¿A Lavín canciller? Feo, muy feo. Horrible. Es por ese imperativo ético y estético, y sólo por ello, que no seguiré mi impulso inicial de votar nulo. Iré a depositar mi voto, «instrumental», por la candidata del continuismo, sin esperanza ninguna, con una santa resignación y sólo para que el paisaje nacional no se deteriore muy radicalmente. Las esperanzas quedarán depositadas, como siempre, en las luchas que pueda dar la gente simple de esta tierra, defendiendo sus derechos, sean quienes sean los que se hagan del poder.



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Luis Mariano Rendón E./ Abogado. Profesor de Derecho y Ética Ambiental.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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