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Editorial: Marginalidad y violencia


Las acciones de vandalismo protagonizadas por jóvenes encapuchados mientras se celebraba el acto del 1 de Mayo convocado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), constituyen un llamado de alerta sobre la intensidad que la marginalidad y la violencia pueden alcanzar en sectores del país. Llama la atención la falta de comprensión y diagnóstico del fenómeno que demuestran las autoridades.



Es claro que el dispositivo policial fue notoriamente superado por los hechos, haciéndose evidente que no se consideró la posibilidad de una violencia tan encarnizada. Sin embargo, la falla no radica en carencias operativas de Carabineros, sino en la deficiente inteligencia policial previa, de la cual emanó la información para la planificación del operativo policial.



Tal problema, en todo caso, no es atribuible exclusivamente a la policía uniformada. El soporte conceptual y de conocimiento práctico sobre los temas de la seguridad, incluido el marco para el desarrollo de la inteligencia policial, proviene del diagnóstico social con el cual trabajan las autoridades. De su conocimiento y comprensión de lo que está ocurriendo en la sociedad chilena, de cuáles son los objetivos y demandas de sus diferentes grupos sociales, cómo exteriorizan sus intereses y dónde está su expresión organizativa y territorial, si es que la tienen.



Lo ocurrido ayer demuestra que ese diagnóstico es débil. Los hechos muestran una contradicción profunda en el seno de la manifestación. Entre un grupo que impulsa una violencia social difusa, sin ningún proyecto u objetivo político, y aquellas organizaciones políticas y sociales nucleadas en torno a la CUT, demandando bienestar, desarrollo y condiciones de trabajo. División que si bien no es nueva, en esta oportunidad se manifestó de manera más cruenta que otras veces, y no fue anticipada por Carabineros.



Todo indica que tal violencia tiene su asidero en una marginalidad dura y creciente, que trasciende largamente los problemas de pobreza y se instala en las crisis de identidad, segregación social y urbana, exclusión cultural, abandono del espacio público y pérdida de los sistemas de referencia valóricos comunes en las sociedades integradas.



Éste no es un tema que haya estado ausente de la información pública. No solo por parte de analistas sino también de organismos como el PNUD, el cual en años anteriores ha publicado estudios que ponen de relieve la marginalidad y fragmentación social que se evidencia en Chile, pese a los logros económicos.



Es esa marginalidad y fragmentación social la que se articula, de manera casi espontánea, en un sinfín de grupos "antisistema" y redes de todo tipo, cuyo horizonte no es la política nacional sino el barrio, la universidad, o una identidad como las barras deportivas. Por lo mismo, no tienen ningún compromiso con las políticas de "las grandes alamedas".



Preocupa entonces que toda la atención de las autoridades se centre en la creación de un Ministerio de la Seguridad, y no en diagnosticar lo que está ocurriendo en la sociedad, y en mejorar la inteligencia y eficiencia policial.

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