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Nuevos desafíos en la Integración Regional


Chile fue el promotor y líder del Acuerdo Subregional Andino suscrito en 1968 en el marco de la entonces ALALC, Asociación Latinoamericana de Libre Comercio. Cuando Chile sale del Pacto Andino en 1976, ingresa a él Venezuela. Ahora este mismo país ha anunciado que se retira de la Comunidad Andina de Naciones, CAN, porque Colombia y Perú estarían rompiendo el bloque al haber suscrito bilateralmente sendos Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos.



Inmediatamente, Venezuela, Bolivia y Cuba han firmado un Acuerdo que genera el Tratado de Comercio de los Pueblos, TCP, un nuevo eje opuesto a la clásica presencia de los EE.UU. en el ámbito panamericano. Tras la generación de una red energética, comienza a conformarse un nuevo eje de intereses, en donde Venezuela, Bolivia, Argentina y Brasil establecen negociaciones para generar una complementación. Bolivia, por su parte, ha decretado la nacionalización de los recursos energéticos y anunciado a sus socios que les aumentará el precio del gas, bajo gestión monopolizada desde ahora por YPF boliviano.



Un complejo cuadro emergente que inclina el peso de las negociaciones hacia el Atlántico, lo que demanda a nuestro país un seguimiento proactivo de estos acontecimientos, ya que influirán en la forma de encarar nuestra inserción en la vecindad, ya que aparecen variables geopolíticas más complejas a las que hay que adecuar nuestra visión de Estado.



¿Con qué herramientas cuenta Chile para interactuar en los nuevos escenarios?



En la región existe un marco básico que está dado por Aladi, Asociación Latinoamericana de Integración, bajo cuyo alero se han desplegado las experiencias subregionales de la CAN y de Mercosur. Chile mantiene con este último bloque un Acuerdo de Complementación Económica que permite canalizar negociaciones que cubren apertura de mercados, integración física, cooperación en ciencia y tecnología, entre otros temas de interés recíproco. Con todos los demás países Chile mantiene tratos bilaterales de diversa formalidad, pero con el común denominador de buscar la apertura de mercados para los productos chilenos en la región.



Chile se mantiene relativamente independiente como para poder relacionarse de manera muy pragmática con la región. Su potencial es poder servir de nexo, puente, espigón sobre el Pacífico, para las producciones de la región que deban proyectarse al sudeste asiático. Los acuerdos en proceso de ratificación con China, el Acuerdo de Asociación Estratégica Transpacífico, P4, que agrupa a Chile con Nueva Zelanda, Singapur y Brunei, más el TLC con Corea del Sur ya en aplicación, son instrumentos valiosos para promover la complementación industrial de producciones chilenas y de la región, a través de operadores chilenos que puedan exportar hacia dichos mercados.



En tal orden de ideas, Chile debe mantener su neutralidad respecto a coyunturas que se viven en la región, pero debe ser muy proactivo en cuanto a ofrecer alternativas para que la integración regional no sea fracturada.



La cuestión política es crucial y Chile debe proyectarse al denominado barrio con capacidad como para mantenerse ligado a sus opciones de desarrollo, de manera de validar su estrategia de plataforma de servicios para la complementación regional en el cono sur, de cara al gigante chino, a Oceanía y Corea. Recordemos que luego entrarán en vigor los acuerdos con la India y Japón.



Todo lo cual plantea el enorme desafío de política interna en materia de promoción de las pymes, para que al momento de los negocios concretos, esos sectores tengan las capacidades reales para negociar con contrapartes de la otra ribera del Pacífico. Materia en la cual se observa un severo retraso y los tiempos apremian.





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Hernán Narbona Véliz, escritor




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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