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Diario Siete y el rol de Alvaro Saieh


Con asombro y algo de pena hemos leído las opiniones vertidas por la periodista María Olivia Mönckeberg en una columna titulada «Diario Siete: reflexiones en hora de cierre». Un mínimo deber de lealtad hacia el proyecto que dirigimos desde su fundación nos obliga a confrontar sus afirmaciones con hechos reales.



En primer lugar, como es natural, hay que decir que ella es libre de tener los juicios que quiera respecto a las personas que conformamos este proyecto de periodismo inédito en Chile. Para eso luchamos ella y nosotros, así como otros muchos colegas durante la dictadura. Sin embargo, desde la experiencia de tantos años al frente de proyectos informativos, queremos decirle a María Olivia que tan importante como la libertad de expresión es la responsabilidad a la hora de escribir.



El argumento central de su columna es la supuesta imposibilidad de que una alianza entre un grupo de inversionistas ligados a la Concertación y un empresario de las comunicaciones en Chile, ligado a la derecha, pudiera ser beneficiosa para el pluralismo. Habría pues una especie de veto generado en las creencias políticas o filosóficas de ciertos socios para avanzar en un objetivo común. Nada más lejos de los sueños por los cuales luchamos tantos años: que no hubiera chilenos vetados en ningún área. La realidad de múltiples medios de comunicación en el mundo (incluyendo algunos tan emblemáticos para el progresismo como Liberatión, en Francia, y Página 12, en Argentina) muestran que las líneas editoriales de los medios no necesariamente reflejan la línea política de todos los socios.



En prueba de su tesis, ella presenta dos argumentos. El primero, de contenido: dice que nuestro diario, si bien tuvo bastante libertad en el tratamiento de temas de política y de derechos humanos (lo cual no es menor en un año marcado por una elección presidencial), no la tuvo igual en temas que afectaran al sistema económico. El segundo, de carácter empresarial: Copesa no se habría esforzado en mejorar asuntos como la circulación y el avisaje y habría, insinúa, dejado morir este medio.



Nos referiremos a ambos temas por orden.

María Olivia dice que Diario Siete no se jugó su opción editorial en «asuntos de índole socioeconómica que cuestionaran el sistema de poder que tratan de mantener los grupos que detentan una alta cuota de poder real en Chile». Eso simplemente no es efectivo. Diario Siete, así como la revista Siete más Siete, que fue su antecesora, fue un permanente fiscalizador de actividades socioeconómicas altamente sensibles, como las AFP y las isapres. Muchas veces antes que las propias autoridades, nuestro diario denunció las ganancias excesivas de ambas industrias en los últimos años, gracias a falencias regulatorias o al simple aprovechamiento de las condiciones del mercado en desmedro de los usuarios de ambos sistemas. Lo hemos hecho por convicción periodística a través de crónicas, reportajes y artículos de opinión, incluyendo numerosos editoriales. Muchas veces estos temas, investigados por Diario Siete, fueron nuestro titular principal.



Diario Siete también estuvo a la cabeza de las denuncias como la colusión de precios de las isapres o de los cobros abusivos de intereses por parte de grandes multitiendas, asuntos que otros diarios casi no trataron. Propusimos como política pública, en contra de la opinión de los demás diarios, eliminar una franquicia tributaria que beneficia en cientos de millones de dólares al año a las grandes empresas constructoras.



En esos y otros temas «de índole socioeconómica» dimos una batalla periodística seria y profunda, en la cual jamás -y lo decimos con la máxima formalidad posible- recibimos presión alguna por parte de Alvaro Saieh o de alguna persona ligada a él. Invitamos a María Olivia a informarse bien de este asunto antes que seguir basando sus prejuicios en datos sesgados o, peor, en prejuicios personales o ideológicos.



En segundo lugar, se argumenta que Copesa no «se jugó» por una buena distribución del periódico ni por tener avisos. Esa afirmación merece una respuesta más radical, puesto que en ella funda María Olivia su temeraria tesis de que «no es descartable que este fin (el cierre del diario) estuviera previsto así (desde el principio) por su principal socio». María Olivia cae aquí en la vieja trampa de la teoría conspirativa. Alvaro Saieh habría buscado silenciar la revista Siete más Siete… Ä„convirtiéndola en diario y acelerando así su caída! Eso no tiene asidero. La realidad es mucho más compleja y no es el momento ni el lugar para discutir seriamente su tesis, pero se vuelve a equivocar de plano. Una discusión seria del tema tendría que indagar en las causas del bloqueo publicitario que sufrió Diario Siete, tal vez incentivado por nuestra propia línea editorial en los temas de índole «socioeconómica». Tampoco estaría de más una reflexión a fondo acerca del rol que puede y debe jugar el Estado como ente generador de avisos con el fin de fortalecer un bien social como es el pluralismo informativo en Chile.



El modelo en que basó la existencia de Diario Siete era uno en que ninguno de los dos socios principales podía tener más de un 50% de la propiedad, con el objeto precisamente de garantizar su independencia. Por lo tanto, en una crisis, no era posible que alguno de los socios -por ejemplo, Copesa- pusiera más recursos de los que ponía la otra parte de la sociedad.



Dice María Olivia que ambos periodistas que suscribimos esta columna fuimos «ingenuos» y creímos en un proyecto que era inviable. Queremos decirle que lo volveríamos a ser mil veces más si con eso damos libertad de expresión a un grupo de periodistas que no tiene otras tribunas y ofrecemos una mirada honesta y progresista a miles de lectores que hoy son los más perjudicados si este diario abandona el mercado. Sin embargo, no podemos aceptar que se nos diga que tuvimos libertad en algunas áreas y no en otras porque eso no lo habríamos permitido jamás.



No nos arrepentimos de ni una sola de las informaciones que publicamos en estos 16 meses. Desde el primer número, el 21 de enero de 2005, hasta el inicio de la huelga de los trabajadores, esta ha sido una aventura maravillosa en la que todos quienes trabajamos en ella pusimos lo mejor de nuestro esfuerzo en busca de la verdad, como bien lo saben nuestros lectores. Preferiremos siempre equivocarnos intentando levantar un medio masivo, antes que acertar pronosticando su muerte. Podremos ser periodistas ingenuos, tal vez, pero nunca manipulados, maniatados, amordazados. Realizamos nuestro trabajo buscando siempre cumplir nuestro compromiso con la sociedad, sin haber transado nunca con supuestos intereses ocultos detrás. Si eso no tuvo el éxito que esperábamos todos quienes lo intentamos, somos los primeros en lamentarlo. Pero no por ello habrá que ponerse las anteojeras de siempre y culpar a algún «otro» que , en este caso, damos fe que se jugó a fondo en este proyecto por cumplir cabalmente con su compromiso de libertad editorial.



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Mónica González, Directora Diario Siete.



Alberto Luengo, Subdirector Diario Siete.












  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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