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Gobernar las expectativas


Gobernar las expectativas es gobernar los cambios, es hacerse sobre la marcha y luego rehacerse, es caminar y correr al mismo tiempo, es transitar – sin perder el equilibrio – en el vertiginoso ritmo de las revolucionarias transformaciones que se aprecian en la sociedad.



Gobernar las expectativas es saber, con precisión, que hay millones de personas que dados los efectos ampliados que la sociedad mediática impone, están perfectamente al tanto, por ejemplo, de los millones de dólares extras que el país recibe por la bonanza del cobre y que, entre ellos, hay familias que en su seno cuentan con algún cesante o conocen alguno, sobre todo mayor de 40 que quedó a la vera del camino.



Gobernar las expectativas es reconocer que entre esos millones, hay un estudiante secundario o universitario que conoce de los esfuerzos familiares por instalarse dentro de la primera generación que accede o quiere acceder a los estudios superiores. Gobernar las expectativas es atisbar al joven profesional que quiere emprender, crear riqueza y empleo y que muchas veces choca con el infranqueable muro de una sociedad que aún no abre las oportunidades para todos igualmente, que percibe que la democratización de las oportunidades es una asignatura pendiente, donde el origen – la cuna, el colegio, el apellido y la apariencia – pesan.



De entre todos ellos – la gran mayoría – querrá que le reconozcan que son parte de la subjetividad de Chile y que cada uno aporta una mirada en el tejido social de la República. Y entre ellos, hay muchos que deliberadamente aspiran a que sus expectativas se cumplan, se escuchen y sean resueltas.



Gobernar las expectativas supone un conocimiento cabal de lo que hemos avanzado, al mismo tiempo que vislumbra las poderosas oportunidades que el futuro ofrece. Gobernar las expectativas encierra, al mismo tiempo, una jerarquización y una opción preferencial. Sin ello, aquellas oportunidades que el horizonte ofrece, impiden trazar un trayecto que sirva para caminar.



Gobernar las expectativas, sugiere elementalmente, contar con un diagnóstico muy preciso de las dificultades, del mapa de las injusticias, de las carencias y de los nudos donde el desarrollo se encuentra trabado. Vencer a los símbolos que proyectan que todo seguirá igual y derrotar a las concentraciones, monopolios y unilateralidades que no permiten una acción dinámica, de saltos cuánticos, convocante y responsable.



Gobernar las expectativas es la gran tarea del presente. Aquello es mediático y ritual, pero también es práctico y tangible.



Gobernar las expectativas genera altas expectativas.



De las expectativas al futuro



Pero gobernar las expectativas no es un tema del Estado. Es preferente, pero no es del Estado solamente. Las expectativas tiene un germen en el seno de una sociedad plural y diversa que ya emergió y que ha sido lenta – aún – en manifestarse.



Estamos en puntos de inflexión múltiples. Somos multiculturalidad global y vivimos las tensiones propias de ello, pero también somos tradición y visiones asentadas. Disponemos de modos de gestionar y sabemos que a veces dichas prácticas ya no sirven porque no son eficaces. Contamos con verdades fundamentales que nos alimentan y otras tantas que no siendo tan definitivas, requieren de debates y diálogos para saber exactamente en que pie estamos. Ello sugiere despejar los mitos y las consignas para vislumbrar nuevos umbrales de entendimiento.



Somos autoflagelantes por naturaleza y autocomplacientes por opción. Hemos visto gobernadas las expectativas en momentos destellantes de la historia y en otros que es mejor no recordar. En este tiempo lo crucial será fijar el marco, abastecer el índice de la conversación y situar los contextos de cómo abordar el futuro. La coyuntura se hace corriendo, con talento y destreza, con capacidad ejecutiva y con vocación de eficacia. Lo estructural, sin embargo, – el camino largo – se hace por la vereda de al lado, pero mirando la supercarretera del tráfago diario.



Chile, como tantos lo han dicho y lo han profetizado, tiene una oportunidad histórica. Pero no es una oportunidad cualquiera. No se trata de pasar de 12.000 dólares a 25.000 dólares de ingresos a cualquier costo. Primero hay que intentar lograrlo y hacer florecer las distintas visiones y la multiplicidad de opciones y caminos que ofrecerán los opinantes. De lo que se trata, entonces, es de encajonar una visión de futuro que se parezca a un sueño, que se fusione con realidades y que sea abordable, como parece que lo es.



Las expectativas están en ello. Así como algunos exigen – con razón – oportunidades para vivir y subsistir, otros quieren garantías para exportar. Así como unos quieren garantías para estudiar, otros quieren derechos para ejercer. Así como se piden privilegios – justos y de los otros -, también hay que conducir la sociedad de deberes en una sociedad democrática.



Chile es múltiple, es una sinfonía de expectativas de las más numerosas, pero requiere un destino, opciones preferenciales, jerarquizaciones y un fortalecimiento de los énfasis para asegurar que la travesía emprendida hace una década y media, consolide un proceso de desarrollo que garantice crecimiento armónico, seguridad social y sicológica, economía simple y justa para quien la requiere y economía compleja, innovadora y del conocimiento para quienes la practican.



Chile es una gran orquesta y tiene una posibilidad manifiesta. Será el rigor de sus énfasis, la convicción de su gente, la determinación de sus opciones, la claridad de sus objetivos y el liderazgo de sus líderes, los que fortalecerán la ocasión.



Gobernar las expectativas denota la obligación de simplificar las cosas para muchos, garantizar para millones, dar certidumbre ahí donde no la hay – aún en lo más precario – a pesar de la incertidumbre que se cierne como estado natural.



Gobernar las expectativas también significa complejizar, fortalecer, dar oportunidades, ponerse a la vanguardia, disciplinarse en los roles. Chile tiene más oportunidades que nunca y para ello hay que conversar, mediatizar, recrear y seguir avanzando – con todos – sin que nadie se quede atrás.



Se trata de una sociedad diversa, pero homogénea en su dignidad como telón de fondo; sin razones para las vergüenzas, los sonrojos o las explicaciones sin destino





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Gonzalo Cowley P. Es Director Adjunto del Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, ICHEH. (gonzalo.cowley@gmail.com)

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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