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La mejor clase de educación cívica


Durante los últimos días, no poco se ha dicho sobre una imponente movilización de los estudiantes secundarios chilenos, que han sorprendido a todos los actores políticos del país con los elevados niveles de organización, discursividad, canalización del conflicto, capacidad de negociación y de propuestas.



Es conveniente pasar revista a algunos rasgos del movimiento que a mi parecer, configuran una de las mejores clases de Educación Cívica que nuestra sociedad haya visto en años.



Primera lección: «El sueño se hace a mano y sin permiso»



Efectivamente, sería fatal para la salud de una Democracia que los actores de la Sociedad Civil se resignaran como simples corderos a los designios de los Partidos y del sistema de representación formal en el Parlamento, especialmente cuando debido a los graves vicios en el sistema electoral, existe exclusión estructural de amplios sectores sociales a la representación directa y se ha instalado un eje político en el que los únicos que pueden negociar las políticas de largo alcance son la Concertación y la Derecha. En estos casos, los partidos dejan de competir -ya que tienen cupos cautivos- y no sólo dejan de ser fiscalizados en la práctica por la ciudadanía, sino que además terminan creyéndose el cuento de que nacieron por generación espontánea y no requieren realmente de su base social. En este absurdo distanciamiento entre partidos políticos y tejido social (organizaciones de base, movimientos, etc.) todos perdemos, porque la política se vacía de sentido, los partidos pierden prestigio de modo dramático y la Democracia, como sistema, se convierte en un simulacro más que en una acción consciente y voluntaria de colectivos.



Cuando los estudiantes de la CONFECH el año pasado consiguen ampliar de modo significativo el sistema de instrumentos de financiamiento estudiantil, luego de haber reivindicado la legitimidad de las movilizaciones callejeras masivas, y ahora los estudiantes secundarios obligan al MINEDUC a reconocer la validez de las demandas y a retomar una mesa de trabajo que había asumido compromisos que la autoridad no respetó, la primera gran lección que los estudiantes regalan al país, es que es perfectamente legítimo luchar por representar demandas de mayorías ante las autoridades correspondientes, independiente de que el sistema de partidos y el sistema de representación formal no hayan sido los promotores iniciales de estas ideas (en una coyuntura de exclusión parcial de fuerzas, la capacidad de producción de reformas se limita sólo al ámbito de lo que es posible de «negociar» entre las fuerzas que elevan las barreras de entrada).



Segunda lección: No se trata de imponer cosas saltando los cauces democráticos



A diferencia de discursos viscerales propios de una izquierda antisistémica y/o anárquica, que plantea que los objetivos de la acción política no pueden ser disminuidos por la «transacción reformista», los dirigentes secundarios expresan claramente que deben participar otros actores (profesores, universitarios, apoderados, autoridades y, por supuesto, partidos y autoridades) y que las decisiones deben ser resueltas por ese conjunto de actores y organizaciones, nada menos que por el conjunto de la ciudadanía.



Los estudiantes son conscientes de que sus demandas coyunturales (PSU gratis, gratuidad del pasaje escolar deben estar respaldadas por mecanismos de financiamiento justificados por la ciudadanía y, que en el caso de sus demandas de largo aliento (reemplazo de la LOCE, reformulación de la JEC y replanteamiento del sistema de gestión municipalizado) éstas abordan un tema de tal envergadura: los enormes problemas de calidad del sistema.



Por tanto, no pueden ser abordados sin una nueva Reforma Educacional, que sólo podrá brotar del debate ciudadano y de las propuestas que debe administrar el Gobierno de Michelle Bachelet. Se requiere otra comisión de Reforma dedicada a la calidad y a la equidad de la Educación, ya que hay avances sustantivos en materia de cobertura en las últimas décadas (a la que se sumará la ampliación de la cobertura preescolar).



Tercera lección: «Con capucha no se escucha» «Con represión indiscriminada tampoco»



Los estudiantes secundarios debieron resolver un problema difícil. Por un lado, las autoridades no logran entender que las movilizaciones y manifestaciones pacíficas no sólo son legítimas sino necesarias para la salud de nuestra democracia. Por otro lado, la ultraizquierda y anarquistas, aunque muy minoritarios, tergiversan con su actuación irracional el sentido de las demandas y no paran hasta que se declara un enfrentamiento con la fuerza policial. Ante un Intendente, que permite que Carabineros detenga a 600 estudiantes que marchan pacíficamente y unos sujetos que sólo ocasionan que las movilizaciones pierdan adhesión, los estudiantes se protegieron al interior de los establecimientos y allí concentraron su movilización. Con eso, lograron decirle a las autoridades que no lograrían criminalizar su movilización, pero también les dijeron a los encapuchados y a otros personajes que quisieron sacar provecho político, que no eran bienvenidos al interior de los establecimientos, que la conducción la tenían ellos y no tenían la menor intención de dejársela a otros.



Cuarta lección: «No estamos ni ahí con el no estar ni ahí»



Como ya muchos lo han destacado, la movilización secundaria marca un hito temporal muy intenso respecto a la displicencia y al pasotismo de los jóvenes de los 90s, marcados por el sentimiento de derrota en los sueños de sus padres y las frustraciones de una participación que nunca llegó desde arriba. Los nuevos dirigentes y sus nuevas bases, han tomado contacto con la memoria, conocieron el rol nada secundario cumplido por sus organizaciones en los 80s, se acostumbraron a pensar desde nuevos valores, desde la Democracia y los DDHH, saben rescatar los avances realizados, pero también ven que hay mucho por mejorar, y desde su ámbito más cercano, no están equivocados cuando señalan que bajo el actual modelo, si bien se pudo avanzar mucho en cobertura (universal y asegurada en 12 años) es imposible mejorar la calidad y resolver las enormes brechas de equidad. El modelo de administración municipal ha sido un desastre (las deudas de los municipios así lo atestiguan), los avances en gestión dentro de los colegios han sido mínimos (los alcaldes le han dado un sentido político a la gestión y servicio educacional) y el subsidio escolar (excelente para ampliar la matrícula y retener a los jóvenes en los colegios para conseguir mejores horizontes laborales) ha introducido incentivos perversos, que impiden distinguir profesores buenos de malos, colegios buenos de malos. Bajo el actual modelo es imposible que los niños y jóvenes chilenos eleven -del modo que exige la OCDE y la UNESCO- sus rendimientos en test internacionales, y sólo podrán equipararse a nivel nacional. Los estudiantes, los profesores, los especialistas, los organismos internacionales lo saben. De tal modo, los estudiantes han ido mucho más allá de reivindicaciones de tipo corporativo, sólo defendiendo sus intereses, y han obligado a la Sociedad Chilena, a tomar en serio el problema de la calidad, que se sabe es clave en todos los modelos de conversión productiva y de generación de emprendimientos necesarios para el establecimiento de un modelo exportador que no descanse en commodities.



Quinta lección: Una Democracia real requiere nuevas formas de hacer Política



Los estudiantes secundarios toman distancia de los políticos, no quieren saber nada de los «políticos», pero dentro de sus aulas, dentro de sus asambleas y de sus establecimientos, no se cansan de innovar en nuevas formas de hacer política. Formas más horizontales y más deliberativas, pero respetuosas y productivas; formas de representación más ingeniosas, pero con exigencias de participación permanente; formas inclusivas, pero donde la siempre compleja relación entre dirigencias y bases no sea reemplazada por una total anarquía (soberanía de las minorías, acción directa, «democracia directa», rotatividad extrema que eleva costos de negociación, etc.); formas que respetan la diversidad (dentro de los dirigentes hay desde simpatizantes de la UDI hasta militantes comunistas) y que no inhabilitan -salvo a los que buscan la violencia como fin- a ningún sector para participar. Los reportajes que han mostrado la organización interna de sus tomas y paros entregan grandes lecciones al movimiento social, a los partidos y a los aparatos del Estado. Se observa gran adhesión estudiantil, pero también de profesores y apoderados. Los dirigentes, renovados democráticamente, portan una discursividad políticamente sofisticada, no apelan a frases clichés ni a lugares comunes, tan típicos de grupos más primarios.



Lo decía un profesor de Historia del Instituto Nacional: «Yo vengo a una clase de Educación Cívica. Larga y profunda. Pero no la hago yo. Yo vengo a aprender. La clase la hacen ellos». Todos debemos tomar notas.



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* Mario Matus es Profesor de Historia Económica y Director Estudiantil de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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