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La sabiduría estudiantil y la incompetencia de las elites


La visita de la Primera Mandataria a los dirigentes del Imperio coincide en Chile con la afirmación de un movimiento estudiantil serio y responsable. Pese a la campaña mediática de derecha, que busca presentarlo como «pretensioso» e «inmaduro», es innegable que el actor juvenil se levantó como un crítico sagaz de la plétora de efectos perversos del modelo neoliberal en su versión educativa.



El actuar del movimiento estudiantil y de su órgano representativo, la Asamblea de Estudiantes Secundarios, hacen de él un interlocutor válido e insoslayable para definir una educación de calidad.



Pero además -y es lo que irrita a las elites políticas e intelectuales ligadas a las estructuras de poder – el movimiento juvenil, sobre todo su ala más lúcida, se plantea como un agente de transformación democrática de las bases fundacionales mismas del dispositivo de reproducción de las desigualdades sociales. Realidad que deja al descubierto un pasado repleto de inercia ideológica de las elites políticas y sus asesores, que raya con la incompetencia.



La demanda estudiantil de representación social mayoritaria de organizaciones sociales en el Comité Asesor es justa y legítima. Mientras más amplia y variada sea la participación de la sociedad civil, más grandes serán las posibilidades de que se inicie un debate abierto y fructífero para determinar cuales son las condiciones necesarias para dotarse de una educación de calidad. Porque la experiencia muestra que las preferencias del poder y de los sectores dominantes pasan siempre por la creación de comités de corte elitistas y restringidos.



Cómo olvidar que la LOCE fue un amarre de último minuto, empaquetado a oscuras, lejos de la presencia ciudadana. Y que la JEC (jornada escolar completa) de Eduardo Frei Ruiz-Tagle no consultó a los primeros interesados, los estudiantes.



Nada más normal que los jóvenes, armados intelectualmente con la experiencia de las prácticas democráticas desarrolladas desde el comienzo de las jornadas de movilización, se hayan ganado la simpatía de las mayorías ciudadanas y desconfíen de este tipo de Comités de expertos asesores.



Por varias razones. La primera es que el enfoque derechista, oligárquico y neoliberal de la educación-mercancía, que considera que la calidad depende de la libertad de los proveedores en el mercado, de los incentivos monetarios y de los ingresos de las familias, ha calado hondo en muchos técnicos e intelectuales concertacionistas. La segunda: ¿Si los expertos fueran garantía de previsión, eficiencia y calidad, cómo es posible que no hayan tomado el toro por los astas y aplicado medidas correctivas a tiempo para evitar la crisis y el colapso del sistema educativo?



La tentación tecnócrata es contagiosa y reincidente. Ella será fuerte en el Comité asesor compuesto por 65 miembros. Como siempre, el cientismo tecnicista se ocultará bajo el disfraz del discurso, «realista», «pragmático», cifrado y hermético.



Son las elites las que deben rendir examen. Los estudiantes le pusieron mala nota al famoso modelo económico chileno y a su clon, el modelo educativo. En materia de educación no hay nada de qué ufanarse. El discurso de las elites neoliberales globales revienta en añicos cuando se lo examina desde el ángulo de su capacidad de producir una educación de calidad para las mayorías.



En el plano teórico los ideales republicanos de libertad, igualdad y solidaridad implican formar a los ciudadanos. En el pragmático, un sistema de educación eficiente, con docentes preparados y bien remunerados, para todos, es la única manera de crear condiciones ganadoras para insertarse en el mundo del futuro. Cuya dirección es motivo de disputa entre las fuerzas del capital y las aspiraciones de los movimientos y las clases trabajadoras ciudadanas.



No hay salidas milagrosas, pero hay un movimiento estudiantil lúcido



El Estado tiene que ser pragmático e invertir grandes montos de dinero en educación para revertir la tendencia a la perpetuación de las desigualdades sociales (1). Hasta el momento los efectos son perversos: los hijos de las elites, a los colegios privados caros y luego a universidades pagas y a postgrados en universidades extranjeras; los de las clases medias, a colegios pasables o mediocres y a títulos universitarios a costa de endeudamiento y angustias; y para los hijos de los trabajadores, una educación funcional al sistema, de mano de obra barata, desechable, flexible. De hombre-mercancía.



Para romper el círculo de la desigualdad se deben utilizar los excedentes cupríferos, aumentar los impuestos a las grandes empresas y a los altos ingresos y recuperar el control sobre la riqueza generada por los recursos naturales.



Por esto es que esta juventud es un orgullo. En vez de expresar tal reconocimiento por tal extraordinaria lección, las elites se improvisan en malos tutores, diría Emanuel Kant (1724-1804).



Viéndolos y escuchándolos, aquel coloso del pensamiento de la Ilustración que fue Kant, habría tenido una confirmación de sus tesis. Los estudiantes secundarios han tenido el coraje de romper con esquemas aparentemente inamovibles, de salir del ‘estado de minoría’; arriesgando caerse y a tropezar y a que sus tutores (los políticos y editorialistas de siempre) les digan que no pueden marchar solos; que es «peligroso», que exageran, que sin tutores no irán a ningún lado. Pese a tal discurso, contra viento y marea han afirmado, individual y colectivamente, la ‘vocación de todo hombre a pensar por sí mismo'(2).



Muchos intelectuales del mundo aumentarían su confianza en el género humano al ver de cerca el movimiento actual de los secundarios chilenos. Por sus contenidos liberadores, por la vuelta del conflicto con potencial transformador y por la riqueza sociológica del actor juvenil.



Si vinieran a estudiarlo lo harían con la humildad del que busca la verdad en los procesos sociales, sin sacrificarla a la contingencia de la política-espectáculo ni a la ‘gobernabilidad’ de un régimen cuya Constitución política es una aberración democrática.



Y si Pierre Bourdieu (1930-2002) estuviera vivo, vendría corriendo a este vapuleado país, no a dar lecciones a los responsables dirigentes estudiantiles como las quieren dar ministras, políticos y editorialistas, sino a escuchar, a dialogar y a aprender de esta juventud promisoria. Para decirles que el capital cultural se disputa y se conquista. Que el saber pertenece a todos. Que las distinciones que producen las elites plutocráticas son una práctica social simbólica que se revientan como una burbuja de jabón cuando se las somete al examen de la razón democrática y al de las prácticas colectivas.



Viéndolos actuar, muchos pensadores se darían cuenta que la historia no se repite. Que el primer paso en la liberación de la conciencia ‘que está ahí’, en el mundo, para asumir la libertad, es romper con la voluntad del amo, diría G.F. Hegel (1770-1831).



Por último, Paul Virilio, Dominique Wolton y tantos otros estudiosos, solidarios con una educación humanista y democrática, les aconsejarían que no les crean a aquellos que les dicen que en la era de las nuevas tecnologías de la información, lo importante es enseñar a servirse de la informática y de Internet. Que puesto que todo va tan rápido, a la hora de las reformas, hay que ir lento.



En efecto, una buena educación es la que renueva y actualiza los ideales del Renacimiento; continuar la vieja lucha contra los prejuicios, la ignorancia y el oscurantismo. Que saber es poder, para apropiarse de manera humana del mundo.



Los estudiantes remecieron la jaula y seguirán tocando la campana cada vez que vean maniobras ocultas para desvirtuar sus objetivos de su lucha. Y lo más probable es que sigan siendo los imprescindibles. Pero ahora le toca a los otros movimientos, y entre ellos al sindical. En coyunturas de crecimiento es el momento de organizarse y reivindicar salarios justos para educar, distraerse y vivir la vida buena. Una educación de calidad concebida como un derecho real se inscribe en un proyecto de transformación social con contenidos de justicia, solidaridad e igualdad.





(1) Ver los artículos de Orlando Caputo y de Graciela Galarce en El Mostrador.cl.



(2) Qué es la Ilustración (E. Kant, 1784).






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Profesor del Departamento de Filosofía del Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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