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Derogar la LOCE (II)


Definitivamente han fracasado aquellos que se escudaban en el añejo dictum de Bismark que «la política es el arte de lo posible». Con ello constantemente nos querían imponer que lo que hace que una política sea posible es que «ellos» la pueden hacer, que los «escogidos» le dan el visto bueno. Sin embargo, hoy los estudiantes, como hace veinte años también los universitarios y secundarios, dieron cuenta de esa también clásica enseñanza de que la movilización social es la partera de la historia.



Ya nunca más la educación será como antes, pase lo que pase los estudiantes han triunfado.



Pero debemos asumir que junto a ellos la inmensa mayoría de los chilenos han triunfado. Los estudiantes se ganaron la aprobación para sus demandas y su forma de dar la pelea de la gran mayoría de gente.



La derogación de la LOCE ya es un dato irreversible. Al reponerse el derecho a la educación por sobre el falso principio de la libertad de enseñanza, se rompen las bases sobre la que se levantó la ley de la dictadura.



Lo importante es que la famosa «oportunidad» a que todos apelan, debe seguir en manos de los estudiantes. Las transformaciones en la educación deben seguir en manos de quienes juegan un rol relevante en ellas, sean estos académicos, estudiantes, organizaciones de la sociedad civil, expertos en la materia o personas técnicamente capacitadas. Sin duda que aun deben enfrentarse múltiples legítimos intereses en orientar de una u otra forma los cambios, pero lo importante es que quienes están actuando con un sentido de país, hoy son los estudiantes.



Los temas pendientes son la clave del proceso que viene: el rol del estado en la educación, la jornada escolar completa, la administración municipal de los colegios, etc., etc.. Este último tema con justa razón ha sido puesta en tela de juicio por muchos alcaldes, algunos de ellos ya han anunciado su interés en devolver el control de sus colegios a otros organismos con más capacidades, en un acto que merece reconocimiento.



Digo esto porque cuando se critica el hecho que cualquier persona con cuarto medio puede instalarse con un colegio, a nivel de municipios se da la paradoja de que un alcalde con el mismo nivel educacional y sin arriesgar nada propio asume por el solo imperio de la ley, la conducción de muchos colegios al mismo tiempo y, seamos objetivos y realistas, los resultados que han conseguido están a la vista, hablan por sí solos y cada vez que piden más recursos lo único que hacen es reafirmar lo que digo.



Me pregunto cómo es posible que el Estado se comprometa legalmente a velar por la calidad de la educación si sus «gerentes» o «administradores» no tiene ninguna capacidad técnica para responder a los desafíos que significa llevar adelante procesos educacionales dignos, que den cuenta de una sola y cruda realidad: estamos en el siglo XXI. Pastelero puesÂ…. A tus pasteles.



Finalmente, me parece necesaria una pequeña reflexión acerca de otros dos problemas de fondo en nuestro país, que las movilizaciones estudiantiles permitieron poner en el tapete.



Muchos dicen, y con razón, que de los estudiantes es el mérito de haber destapado esta verdadera olla de grillos o caja de Pandora que era nuestro «sistema» educacional y no se explicaban porqué aún después de haber recibido tanto insistían en sus movilizaciones. Presidenta, no lo tome como una desconsideración, no es nada personal de los estudiantes contra usted, es más, ellos valoran altamente los compromisos por usted asumidos, lo que pasa es que después de 16 años de gobierno de la Concertación, estas generaciones han perdido la confianza; así de duro, así de dramático, ya no confían en nadie ni menos en el gobierno. Creo que eso de verdad debería llevarnos a pensar, debería preocupar a nuestras autoridades.



En la lógica de los estudiantes es incomprensible el episodio ocurrido hace unos días en el Senado cuando el más acérrimo crítico de las políticas medioambientales es un senador electo por la Concertación, y no de la derecha, el mismo que no se demoró medio minuto en sugerir el nombre de José Joaquín Brunner como candidato a Superintendente de educación, en circunstancias que él es uno de los grandes responsables de los problemas que los estudiantes pusieron al desnudo. Presidenta, ¿cómo confiar en esa clase política?



Por último, los estudiantes han reivindicado y vuelto a poner en el tapete la fuerza de las utopías. Ojalá nuestros partidos políticos aprendieran esta lección.







Gonzalo Rovira. Ex dirigente de la FECH

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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