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Wo Shi Zhili Rén *


Una conocida revista nacional de moda y estilo recientemente editó un reportaje gráfico orientado a mostrar a los jóvenes que representan la nueva belleza chilena. Entre las decenas de lolas y lolos que ilustraban el ser actual de nuestra juventud se encontraban varios con rostros que denotaban su ascedencia oriental u afro-americana. En este caso se trata de uno de los efectos positivos del proceso de globalización en el cual está inserto Chile y que nos permite acceder hacia una dinámica interacción económica, cultural y política entre nuestro país y el resto del planeta.



Sin embargo, aunque resulta motivante ver en la calle o a través de fotografías captadas por medios de prensa que la identidad física de nuestra actual población tiene algunas variaciones, no es menos cierto que por medio de la eliminación de aquellas barreras físicas y de distancia que alguna vez nos aislaron del mundo, debemos estar conscientes que se nos vienen encima nuevos retos y responsabilidades como sociedad a raíz de los cambios que ha experimentado nuestra demografía. Porque nadie quisiera que en nuestro país se produjieran -por falta de previsión y de planificación- hechos policiales al estilo de los jóvenes de orígen árabe en Francia; vietnamitas en los Estados Unidos; caribeños en Inglaterra, marroquíes en España o libaneses en Australia, a consecuencia de una falta de tolerancia o una no deseada «guetización» por parte de algunos pocos hacia ciertas comunidades que lenta, pero a pasos sostenidos, están inmigrando hacia Chile.



Ya en la primera década del siglo XXI son cientos de miles los extranjeros que consideran a Chile como su hogar. Lo que más llama la atención al recorrer hasta el mas diminuto rincón del país es encontrarse con la rica diversidad cultural que se está produciendo no sólo a consecuencia del explosivo crecimiento en el número de empresas multinacionales que se han instalado en un país llamado a convertirse en una plataforma de servicios e inversiones hacia el resto del continente americano, sino que también por la estabilidad política; su positivo clima para estudiar y recrearse en familia; los sistemas de salud y de seguridad que son lejos mejores que la media en nuestro continente y -porqué no decirlo- en otras latitudes tales como Africa, el Caribe e incluso varios países en el Asia, Europa y Medio Oriente.



Y está claro que el ritmo que registra la llegada de inmigrantes a Chile se mantiene en positivo ya que -por ejemplo- somos un país que permite trabajar tanto a ambos jefes de hogar, constituyendo así núcleos familiares con dos ingresos, algo que en otros países no es lo usual. Porque también somos -junto a México e Israel- uno de los países más abiertos en términos comerciales en el mundo, con decenas de acuerdos de libre comercio vigentes o en manos de nuestros parlamentarios para su aprobación, a través de los cuales los nuevos imigrantes identifican oportunidades concretas para emprender e innovar, dos de las llaves que se necesitan para sustentar nuestro modelo de desarrollo.



De ahí que con el tiempo y a medida que el Acuerdo bilateral firmado durante la reciente Cumbre de Líderes Económicos APEC en Busán se consolide, decenas de chinos optaran por intentar traer su empuje y particular estilo para crear oportunidades de negocios a Chile, de una manera similar a la de los cientos de coreanos que hoy no solo se encuentran en Santiago, sino que también han traspasado nuestras fronteras y hacen sus hogares en localidades distantes de nuestra capital como San Martín de Los Andes, en Argentina.



A la vez, a medida que la comunidades de orígen canadiense, estadounidense, peruana, ecuatoriana, argentina, china, coreana, japonesa, brasilera y cubana crecen, éstas inevitablemente asumen compromisos orientados a traspasar por medio de su tiempo, recursos y experiencia, nuevos estilos para hacer negocios o reforzar el espíritu de comunidad al igual a como largamente lo han hecho sus pares croata, alemán, palestino, español, italiano y galo en nuestro país.



La creciente y sostenida inmigración y sus efectos en un corto y mediano plazo sobre nuestra actual sociedad, deberia formar parte de la nutrida agenda de temas que el nuevo gobierno afrontará una vez que asuma sus funciones. En esta nueva diversidad que estamos viendo en las calles de ciudades grandes y pequeñas se encuentran aspectos vinculados a nuestra seguridad humana; desarrollo científico, cultural, económico y también algunos de carácter político.



No se trata de temas de fácil solución ya que basta ver las serias diferencias que hoy existen en otras latitudes para pensar que éstas también podrían encontrar un nicho en Chile si acaso no son abordadas de una manera responsable aunque no menos creativa. Porque nadie podria negar que tenemos espacio para talentos jóvenes que nos ayuden a expandir nuestros horizontes para competir más eficientemente como que también presentamos ripios útiles para quienes podrian provocar sin mayor justificación, trayendo consigo efectos aún inesperados.



Entre los ejemplos positivos que trae la globalización en el establecimiento de nuevas sociedades resulta interesante notar el programa que ha iniciado la Asociación Profesional de Fútbol de Singapur (S-League). En dicha ciudad-estado de unos cinco millones de habitantes, un 20% son imigrantes o profesionales extranjeros con contratos temporales. Y dado que al igual a muchos otros países de dicha región, en especial Tailiandia, Indonesia, Corea y Japón, miles son adeptos al balonpié y desean ver a Singapur en un torneo de carácter mundial, sea éste los Juegos Olímpicos o un Mundial FIFA, la S-League ha decidido formar un equipo de jugadores íntegramente de orígen africano, para que participen en partidos regulares de dicha liga nacional.



Efectivamente, de los más de setenta que intentaron formar parte del Sport Afrique Football Club -cuyo dueño es un conocido actor de televisión local- sólo una veintena de ellos comenzarán a disputar el torneo nacional en Singapur con miras a adaptarse a las condiciones de vida en dicho país y tal vez optar, en un mediano plazo, a una residencia permanente y también una plaza en la selección nacional.



Obviamente no se trata que emulemos el ejemplo singapurense para llegar a un Mundial de Fútbol, sino más bien ilustrar sobre cómo un lejano país de oriente -que depende íntegramente de un comercio globalizado y dinámico para financiar sus programas de desarrollo- está aprovechando las ventajas que presenta un mundo interdependiente y con fronteras cada día mas permeables para fortalecer aquellas áreas que les son prioritarias como sociedad, sean éstas en el campo la investigación científica; las artes; el comercio o, en este caso, el deportivo y recreativo. Porque no es necesario investigar mucho para darse cuenta que el espíritu aplicable a Sport Afrique Football Club también está presente en otras áreas tales como en el campo de la investigación biomédica o en servicios financieros, ambos prioritarios para la sustentabilidad del modelo económico singapurense.



De ahí que el reto de la inmigración hacia Chile es un tema novedoso, atractivo y – porqué no decirlo – hasta entretenido para ser debatido, ya que involucra encontrar e implementar mecanismos que no son siempre de orígen legal para facilitar la constitución de una nueva y rica – en términos de su diversidad – sociedad. Se trata de un nuevo desafío que se nos plantea como nación, sin perder de vista que también involucra analizar nuestros presentes talentos y belleza con otros ojos, sean éstos redondos o rasgados.





* Frase en chino que significa «Yo soy chileno».



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Mario Ignacio Artaza es diplomático de carrera y se encuentra destinado en la República Popular China.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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