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La Concertación y el dogma de los impuestos


Este lunes las pizarras de los servicentros amanecieron una vez más al alza. Luego de un aumento brutal en los precios del combustible la semana pasada (que llegó a un récord de $37 por litro en algunos casos), la presión de los mercados internacionales provocó un nuevo aumento de precios. Algunos economistas han explicado el fenómeno en el crecimiento acelerado de algunas economías asiáticas, que tienen una mayor demanda de gasolinas, redundando en una escasez que a la vez provoca mayores precios.



Sin embargo, hay condiciones particulares del mercado nacional que hacen que el precio de los combustibles sea especialmente alto, ya que los combustibles y el diesel están afectos a impuestos especiales. Particularmente esta semana el debate ha estado centrado en la reducción de estos impuestos, considerando que estos afectan el 40% del precio de la gasolina, entre el IVA y el impuesto específico.



Ha sido tanta la presión de los consumidores que la Presidenta ha tenido que salir a reforzar a su ministro de Hacienda en el sentido que no se reducirían, pues «no se puede desvestir un santo para vestir a otro» y que si se redujeran o eliminaran sería un subsidio a los más ricos.



A la luz de este último comentario parece ser que para la Concertación mantener o subir impuestos es un dogma (nunca han discutido de motu proprio siquiera bajar alguno), y es que el enfoque que se les quiere dar, en el sentido que corregirían inequidades sociales, cargándole la mano al más rico es verdad sólo hasta cierto punto. Recordemos que hace un par de años, a pesar que correspondía restablecer el IVA en el 18%, la Concertación se opuso a cumplir su acuerdo, manteniéndolo en los 19 puntos actuales. El argumento era el financiamiento del plan AUGE. Como se sabe, el IVA es un impuesto regresivo que afecta mayormente a los sectores más pobres que gastan todos sus ingresos en bienes de consumo, todos los cuales son objeto de impuesto. Antes del IVA había sido el impuesto a la renta (el de 1.Åž categoría subió del 15% al 17% de hoy). Y así en adelante, la tónica de los gobiernos de la Concertación ha sido echar mano a los impuestos para financiar todo.



Se equivoca el Gobierno al señalar que una rebaja al impuesto específico de las gasolinas es una ayuda a los más ricos. Se equivoca, pues a quien más perjudica es a la clase media, que tiene acceso a un vehículo y que hoy debe pagar cerca de $200 en impuestos por el litro de bencina. Los más ricos, en cambio, no resultan afectados, porque tendrán los recursos para adquirir un nuevo vehículo, ahora a diesel. Este último combustible tiene un precio menor, un impuesto más bajo y, además, provoca mayor contaminación. Cabe preguntarnos a dónde está poniendo el Gobierno los incentivos porque las señales, a nuestro juicio, son bastante equívocas.



No significa, como dice S.E., que rebajar impuestos significa desvestir un santo para vestir a otro, se trata de hacer más eficiente al Estado, o sea, hacer lo mismo o más, pero con menos recursos. La práctica nos ha demostrado que la supuesta inversión social a que reiterada y majaderamente alude el Gobierno no siempre termina en las manos de quien corresponde. Ya hemos visto acusaciones de fraude al fisco y malversación de fondos, contra funcionarios públicos que con dinero de todos los chilenos financiaron campañas electorales de partidos del propio Gobierno.



Lo que Chile debe definir es qué camino tomar: si el del recargo a la clase media por impuestos que no tienen sentido o el de la reducción del Estado, aumentando su eficiencia. Creo que lo sensato es lo último. Este Gobierno puede pasar a la historia no sólo por haber tenido a la primera mujer a la cabeza, sino por cambiar su visión de Estado, haciéndose eficiente y pequeño, en beneficio de todos los chilenos.



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Rodrigo Bordachar Urrutia. Abogado. Ideas Públicas

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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