Publicidad

Molotov= Participación con centralismo


No se puede hacer retórica de la participación y administrar un sistema político con fuerte exclusión y centralización. La Concertación desmontó la dictadura y repuso la convivencia, en la ultima reforma constitucional se eliminaron los enclaves autoritarios más grotescos, pero no ha cambiado nada el sistema electoral excluyente, sigue el centralismo campeante, sin regiones autónomas, con el modelo imperial de designación de las autoridades, comprándose todos los conflictos por la centralización, inhibiendo la acción territorial. La ciudadanía lejos, en el país que hizo del orden y la temprana estabilidad, el mito portaliano de la superioridad por el gobierno fuerte y centralizador.



Leseras. Ad portas del Bicentenario, nuestra economía crece poco, los gobiernos regionales siguen rutinizados visando lo obvio, se critica la educación municipalizada y el 92 se recentralizó con el estatuto docente (y también se «centralizaron» los conflictos), los parlamentarios oficialistas vivimos ahogados por las expectativas y enojos de las legiones de postulantes a cargos públicos en lo que bien recordaba Tironi de la tesis doctoral de Arturo Valenzuela: un sistema centralizado esclaviza a los parlamentarios como los «brokers» (intermediarios) con los ministerios centrales.



Qué lata. Estamos para concentrarnos en los temas de la «República» y no mendigar, aunque algunos son expertos en «agarrar» los cargos, amenazar al funcionario que desalinea, ojalá que se «ponga» mensualmente para que funcione el «aparato», y que en la «secta» de la Gobernación y el Fosis (u otro organismo), no vaya entrar alguien «distinto».
Contradictorio como algunos hablaban contra el PRI (el cuasi partido único que gobernó 60 años en México), pero olvidan que el PRI en los 80 permitió la elección de gobiernos regionales y a comienzos de los 90, que «el pueblo» eligiera al «Intendente mayor» de la Ciudad de México, ganando el opositor PRD.
En esto, algunos en la Concertación, son más reaccionarios y «controladores» que el PRI, cierto peronismo, y ribetes «corporativistas» y «estalinistas». De hecho, Santiago sigue con estos intendentes designados sin poder, todo mezclados en comisiones interministeriales, así el Gobierno central preocupado de los elefantes del zoo y de tapar los hoyos, con los alcaldes en el coro de la queja a la que están condenados y en parte se autoinmolan.



Muy picante. El centralismo es un juego ontológico que castra, es un paternalismo escondidos («no están preparados», «no pueden endeudarse», «no saben administrar pero les meteremos la JEC», «hay que evitar los caudillos regionales», etc., etc.), que sólo encierra iluminismos, miedo a la innovación, control de un poder que no se quiere compartir, ganas de cortar todas las cintas y sueños megalomaníacos de regar Chile con una calle que lleva algún nombre o una oscura plaza, mantenga un busto olvidado del «ministro» que «se puso» con el agua potable.
Nos debieran expulsar de la Internacional Socialdemócrata y la Internacional Demócrata Cristiana. Todos los países europeos gobernados por estas ideas- de Alemania a España, pasando por Italia y la más renuente Francia-, completaron en los 80 reformas que en la mayoría de los países se hicieron en la posguerra, y tienen su paradigma en los «homogéneos» y «pequeños» (como nosotros) países escandinavos, que tienen fuertes gobiernos municipales y regiones con autoridades electas y coparticipación legal en impuestos.



Por eso, con Alfonso De Urresti, planteamos que hay que democratizar cambiando el binominal, eligiendo los gobiernos regionales, creando gobierno metropolitano, dando recursos a los territorios y fortaleciendo la democracia local con plebiscitos reales en temas relevantes (proyecto que presentamos diez diputados). Tiene razón RN: si la Concertación está por reformar el binominal que también se abra a elegir gobiernos regionales. Qué bien nos haría que se levantaran plataformas y que grupos distintos al oficialismo puedan acceder a mostrar sus políticas públicas en algunas regiones.



Es posible un pacto democratizador y que genere corresponsabilidad, con participación articulada y «compromisos» en un poder que se dispersa y tiene varios centros de «toma de resoluciones». Ánimo participativo, demandas sociales creciendo, con un sistema hipercentralizado, llevará a que crezca la tentación de las molotov. Esto permitirá la renovación de la propia centroizquierda y un foco más «nacional» de la labor parlamentaria. Mejorarán las políticas y abra un país más dinámico con apuestas de desarrollo que emanen de articulaciones sociedad civil, público-privada, de origen territorial.



La Presidenta lo sabe. Ella escuchó las ovaciones cuando en los cabildos regionales planteaba la elección democrática de los Consejos Regionales y de un «presidente regional», distinto al intendente que coordina la delegación central. Un «fantasma» quiso podarlo en el programa y los «señores del control» siguen predicando que no «hay que ser ingenuos» y no «soltar poder». Felizmente, al paternalismo castrador se le puede combatir con una mujer que «deje crecer» y «autoresponsabilizarse» a los «muchachos de regiones». En eso estamos, esperando, hace rato.



______________________________________________



Esteban Valenzuela Van Treek. Diputado PPD por Rancagua.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias