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La pobreza de la ciencia y la tecnología en Chile


A medida que se aproxima le fecha del Bicentenario de Chile se advierte que cierta prensa en el país publica artículos eufóricos indicando que para esa fecha Chile será tal vez un país desarrollado. Futurólogos optimistas como José J. Brunner señalan en informes acerca de la capacidad científica y tecnológica de Chile financiados por el Banco Mundial que si se mantiene el crecimiento económico de un 5% anual, en cuatro años toda la población chilena tendrá un nivel de vida similar al de Portugal.



Esta narrativa de Progreso unilineal y absoluto es amplificada por algunos políticos demagógicos que auguran de manera irreflexiva que con esta Reforma y con aquel Plan, y con el uso ilimitado de nuevas tecnologías, que incluyen entre otras, alimentos, vacunas y nuevos animales producidos por la biotecnología y formas alternativas de comunicación y de organización social proporcionadas por internet, Chile estaría entrando a una etapa de avance acelerado e ininterrumpido hacia el bienestar total del 100% de su población.



Como varios de estos discursos tienen como eje fundamental de su relato la utilización de los beneficios de la ciencia y la tecnología, es adecuado preguntarse, para investigar la validez de ellos, cómo la ciencia y la tecnología benefician la vida diaria de los chilenos.



Desafortunadamente una lectura cuidadosa de la misma prensa y experiencias de la vida diaria demostrarán que existe una gran brecha entre este discurso optimista que apela a contenidos científicos y tecnológicos, y las falencias y las limitaciones con que el grueso de la población experimenta diversas actividades que debieran estar basadas en la ciencia y en la tecnología modernas en Chile.



Por ejemplo, desde los errores del Instituto Médico Legal en el llamado caso del Patio 29, pasando por la falta de prevención, detección y regulación por la Conama de los problemas ambientales generados por diversas industrias como las de la celulosa y la salmonicultura, evidencian una incapacidad de usar la ciencia y la tecnología en la prevención y en la solución de problemas concretos que afectan negativamente la vida diaria de la población.



Un problema similar se advierte al leer en las noticias respecto de drogas y vacunas potencialmente de dudosa calidad que se comercializan con autorización del Instituto de Salud Pública, y en las limitaciones diarias de los servicios de salud para prevenir y manejar enfermedades emergentes como las infecciones por vibrios marinos y por virus Hanta. Las enfermedades y accidentes industriales y del tránsito, que producen inaceptables números de enfermedades y pérdidas de vidas humanas son también una manifestación de las limitaciones que estas actividades tienen en utilizar la ciencia y las técnicas modernas para proteger la salud y la vida de los operarios y del público.



En los países desarrollados la democratización del Estado moderno fue y es aún fundamental en la extensión de los beneficios de la ciencia y de la tecnología en las actividades de la vida diaria del grueso de la población. En estos estados diversas organizaciones gubernamentales actúan como difusoras y estimuladoras para que la ciencia y la tecnología influencien positivamente las actividades cuotidianas de la gente, proveyendo, si es necesario, los recursos presupuestarios para el desarrollo de actividades educacionales, industriales, agrícolas y transporte, entre otros.



Simultáneamente, estas organizaciones gubernamentales regulan y vigilan de acuerdo a parámetros científicos y tecnológicos modernos la calidad adecuada de diversas actividades que van desde la producción y preparación de alimentos, pasando por la calidad del agua de bebida y del aire y por la disposición de residuos y de basuras, hasta la calidad de la educación a todos los niveles.



Es indudable que en las décadas de los 50 y 60 hubo progreso en Chile respecto de la habilidad del Estado chileno para comenzar a garantizar la difusión de la ciencia y de la tecnología y en propender y controlar actividades basadas en estas disciplinas y que beneficiaban al grueso de la población del país, y de este modo instituciones estatales como el Instituto de Salud Pública gozaban de un prestigio continental.



Por las limitaciones del espacio reflexionaremos solamente sobre algunos aspectos que creemos influyeron negativamente en este progreso y que ha desembocado en una situación en la cual el Estado chileno y el gobierno son, en general, impotentes en cuanto a encaminar y estimular la difusión de la ciencia y de la tecnología para el beneficio de la mayor parte de la población y también de regular que las actividades que influencian la vida cuotidiana de esta población se realicen basadas en los cánones de la ciencia y la tecnología modernas.



Los 17 años de dictadura produjeron en las instituciones del Estado encargadas de estos procesos una evisceración de ellas como resultados de la persecución política de profesionales y técnicos preparados que, junto con el deterioro masivo de sus infraestructuras y laboratorios debido a importantes reducciones presupuestarias y a una disminución legal de sus potestades, generó una inhabilidad casi absoluta de ellas para cumplir sus funciones de manera seria, eficiente y moderna. Todos estos cambios negativos fueron basados en las miopes y decimonónicas ideologías conservadoras que propenden a la jibarizacion del rol del Estado como estimulador y garante del bienestar de la población.



En los años de la coalición gobernante en democracia este estado de cosas tampoco ha tenido la mejora drástica que se requería y así hemos visto que con esta coalición se ha continuado con las desprofesionalización y empobrecimiento de estas fundamentales instituciones del Estado a traves de la repartija política de sus puestos claves, de la aceptación de limitaciones presupuestarias que generan plantas inadecuadas de cientificos y técnicos e infraestructuras deficientes, las cuales culminan en una inhabilidad de estas instituciones para cumplir sus funciones de manera cabal y completa.



La continuación de las retrógradas politicas de la dictadura en estos aspectos por la actual coalición gobernante tiene características de suicidio político y es incompatible con una visión política con futuro ya que demuestra una importante falta de responsabilidad y de respuesta frente a las necesidades de la mayoría de la poblacion.



Al producirse problemas por las limitaciones del Estado y del gobierno en la prevención y en la solución de problemas de su competencia como ocurre frecuentemente con los ambientales y los de salud, son los voceros y los políticos de derecha los primeros en culpar y desprestigiar a las instituciones oficiales acerca de sus limitaciones en estos aspectos, sin hacer nunca un análisis serio, responsable y honesto de las causas de esta crítica situación.



Si el Estado chileno ha fracasado en la tarea de distribuir los beneficios de la ciencia y la tecnología a la población, también lo han hecho la industria privada y el empresariado, a pesar de que su pujanza y creatividad son alabadas diariamente. Esto como resultado de su vision cortoplacista, de sus actividades aún primordialmente basadas en mano de obra barata y en el consumo primitivo de recursos naturales, y también como consecuencia de los subsidios directos e indirectos del Estado que no estimulan su competitividad.



No es extraño entonces que un análisis del nivel y potencial científico y tecnológico del país como el que hacemos en este articulo y como el del profesor Brunner, citados a comienzos del mismo, arrojan para Chile resultados desalentadores en los niveles de la calidad y del número de los recursos humanos y de la infraestructura tecnológica en el país. La situación es tan deprimente que en el análisis del profesor Brunner incluso se establece que estas falencias en ciencia y tecnología afectarán la capacidad del sector productivo para expandirse y el crecimiento futuro de la economía chilena. Indudablemente entonces que la hipótesis del profesor Brunner y otros, respecto de que Chile será un país desarrollado para el ano 2010 es entonces una utopía insostenible y audaz, y sin una base real que la sustente.



Lo inusitado y sorprendente son, sin embargo, las recomendaciones que plantean expertos, como el profesor Brunner, y políticos como Jorge Schaulson, para remediar esta desmedrada situación, y que incluyen una profundización de la privatizaciones, incluyendo la educación, más subsidios a la industria privada y un aumento de la apertura de la economía y de las granjerias a la inversión extranjera.



Estas recomendaciones ignoran que esto es lo que se ha hecho de forma continuada en los últimos 33 años y ha resultado en la desastrosa situación de retrasos y carencias en ciencia y tecnología en el país. Que individuos supuestamente bien pensantes de la llamada élite cultural y política chilena sean incapaces de reconocer el fracaso de sus políticas en promover ciencia y tecnología en Chile y difundirlas, ilustra, a mi modo de pensar, sin lugar a dudas el oscurantismo de una época que se iniciara el año 1973 y que se prolonga hasta hoy día y que ha producido en el país una carencia de cultura cientifica y tecnológica con sus elementos de facticidad, racionalidad, veracidad y verificabilidad.



Estas recomendaciones también ignoran la experiencia histórica de los países industrializados en estas materias que, desde el desarrollo del Sputnik y el plan Apolo, permitieran la llegada del hombre a la luna. La guerra contra el cáncer y el desarrollo de la biología molecular y la biotecnología fueron el resultado de una democratización de la educación de buena calidad y de la planificación e inversión estatal en estos campos. Y las innovaciones tecnológicas se dieron con escasa participacion del sector privado, especialmente al comienzo de estos desarrollos.



Sin lugar a dudas, la postulación de continuar estas fracasadas políticas para solucionar los problemas que ellas mismas provocan es posible solamente por la ausencia de debate público acerca de ellas como resultado de las limitaciones de la democracia y por la debilidad del desarrollo del pensamiento racional en Chile, tan consustancial a la ciencia y a la tecnología moderna. Porque, tal como Albert Einstein lo dijera, «ningún problema podrá ser solucionado por las mismas mentes que lo provocaron».



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Felipe C. Cabello, MD, Profesor del Departmento de Microbiología & Immunología del New York Medical College.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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