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Homenaje al Congreso Nacional *


El 18 de septiembre de 1810 se convocó en Chile a la Primera Junta de Gobierno, para proteger los derechos del rey cautivo Fernando Vll en manos de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, la inmediata decisión adoptada ya el 13 de octubre, de convocar a una elección de diputados en mayo de 1811 y de constituir el Primer Congreso Nacional el 4 de Julio de 1811, dejaba en claro la voluntad independentista de los patriotas chilenos y el hecho de que el propio Congreso era visto como un elemento de ruptura con el pasado, de afirmación de identidad nacional, de creación de las bases institucionales del Estado chileno.



Así lo entendió nuestro padre de la Patria, Bernardo O’Higgins, que bajo la enorme y omnipresente influencia de Francisco de Miranda, se hace elegir diputado de la ciudad de Los Ángeles al inicio precisamente de la Guerra de la Independencia.



Con orgullo podemos afirmar que los padres de la patria hicieron del Congreso Nacional, desde los primeros albores de la independencia, el instrumento de vínculo con el país, con los ciudadanos de la época, con las provincias a lo largo del territorio nacional, el centro de la formación de la primera institucionalidad, del primer texto constitucional de nuestra historia.



Es decir, se concibió tempranamente al Congreso como un Poder del Estado que impedía la concentración del poder en sólo uno, el Ejecutivo, y que actuaba, por tanto, como contrapeso, como límite, primero, de la Junta Superior de Gobierno y, después, del primer Jefe de Estado de Gobierno, José Miguel Carrera.



Fue precisamente Carrera quien crea, a través del «Reglamento Constitucional Provisorio», el primer Senado de la República y con ello la tradición bicameral de nuestro Congreso Nacional, y establece anticipadamente la división de los poderes del Estado proclamada por Montesquieu a quien cita, junto a otros pensadores políticos, Juan Martínez de Rozas, primer Presidente de este Parlamento chileno.



El Congreso Bicameral se estableció definitivamente en la Constitución de 1928 e inauguró sus sesiones en la ciudad de Valparaíso, que ha albergado en varias ocasiones al Parlamento chileno.



De las propias palabras del diputado Camilo Henríquez, vertidas en la primera sesión del Congreso Nacional hace 195 años, se desprende la entera comprensión de que el paso que estaban dando comportaba también un ejemplo y complemento liberador de América.



Decía Camilo Henríquez: «Los pueblos de las numerosas provincias de ambas Américas, los sabios que en ellas florecen, tienen fijo los ojos en el primer Congreso Nacional que se ha formado en Chile. Cuántos elogios se preparan -decía el padre Henríquez- a vuestra prudencia, integridad y patriotismo» y advertía el riesgo que se pudiera malograr esta experiencia y de desvaneciera la esperanza.



Con razón, entonces, este Parlamento fue el primero de América Latina y el segundo del mundo entero. Con razón, los nacientes parlamentarios chilenos adhirieron al llamado, suscrito en Perú, del Primer Congreso Anfictiónico convocado por el prócer Simón Bolívar, demostrando con ello el sentido latinoamericanista e integrador de la causa patriota.



Como bien lo señala el senador liberal Von Muhlenbrock, en el homenaje que el Parlamento chileno hace en 1961 a los 150 de la fundación del Congreso Nacional, «este Congreso fue innovador, socialmente avanzado, intrépido, altivo. Selló para siempre la independencia de Chile al rechazar la demanda Fleming, de trasladar a España a parlamentarios chilenos para participar en las Cortes de Cádiz, y negarse a proporcionar recursos a la Corona española para su restauración».



Es a este Congreso Nacional, a este momento tan clave de nuestra historia común, al que rendimos un sentido homenaje. Al Congreso Nacional que sentó las bases de la República, al que con la «ley de vientre» abrió paso al fin de la esclavitud, al que creó el primer Tribunal Supremo Judicial, al que estableció la libertad de comercio y las primeras bases de acceso de los niños chilenos a la educación. Rendimos homenaje al Congreso Nacional que en casi dos siglos de historia ha creado la democracia representativa y el Estado de Derecho de que hoy gozamos.



Han transcurrido 195 años. La historia del mundo y de nuestra patria nos ha enseñado que sin partidos y sin parlamentos, no hay democracia. Que el parlamento es el centro de la expresión soberana del pueblo, del pluralismo, de la libertad de expresión, del establecimiento de las normas que garantizan los derechos humanos y los derechos de las personas y, como decía Unamuno, del «parloteo», es decir del debate, de la capacidad para interpretar anhelos y sueños de los ciudadanos.



El Parlamento chileno se ha reencontrado con su historia y hoy, como siempre fue, todos nuestros diputados y senadores son elegidos por el pueblo. Este es un factor importante de legitimidad. Pero en tiempos de paso global de la sociedad industrial a la sociedad del software y de las imágenes, en el tiempo en que todo el mundo es una aldea y se disuelven las identidades y los mega relatos ideológicos, el Parlamento debe ser no sólo el lugar donde se hacen las leyes y donde se fiscaliza, sino también el lugar donde se expresa a la ciudadanía, donde se construye sentido a la vida de las personas y a sus demandas, donde se enfrenta el desafío de construir instrumentos legales para reducir la pobreza, la mala distribución del ingreso, la delincuencia y sus causas, la generación de un medio ambiente mas protegido; la sede donde se instalan nuevos derechos de hombres y mujeres y donde se crea la ley para garantizar igualdad, mas igualdad, mas tolerancia, mas transparencia, transparencia en la vida de las sociedades.



Por ello estamos aquí, para suscribir este nuevo compromiso con nuestra historia, como ayer lo hicieron los parlamentarios de 1811, para ser dignos de la confianza que la gente nos entrega cuando nos elige, para que Chile sea siempre un país democrático, más justo, más libre, más solidario, para que nuestras legítimas diferencias políticas no impidan que Chile se desarrolle y, al cumplir los 200 años de nuestra historia patria, tengamos un país con mayor integración social que es la base de la gobernabilidad y de la propia legitimidad de las instituciones.





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Antonio Leal es diputado del PPD y presidente de la Cámara de Diputados
* Discurso pronunciado con motivo del 195° aniversario del Congreso Nacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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