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Polémica en la Flacso: Desde el otro lado…


En los últimos días, una bullada polémica se ha instalado en foros, conversaciones, bares y cafés entre intelectuales en Chile. Teresa Valdés, una destacada investigadora reconocida por su trayectoria política, biográfica y reflexiva sobre temas de género ha sido separada de una bella institución, Flacso. Como nunca antes, una decisión de autoridad tomada por su legítimo director ha traspasado ampliamente las fronteras locales de la academia. Si el eco de esta separación ha sido tan estruendoso, es porque Flacso no es cualquier institución: hay en ella toda una historia, política e intelectual, atravesada por tradiciones de estudio que tienen que ver con la libertad de la cual hoy, muchas chilenas y chilenos, somos depositarios y custodios. Pero no conquistadores.



Sin embargo, el estruendo también se debe a que la salida de Teresa Valdés instala, de muy mala manera, dos temas de controversia de los cuales me hago cargo desde dos lados. En primer lugar, desde el lado masculino y dominante, y en seguida desde la faz intelectual y amenazada respecto a la pregunta de cómo hacer ciencia social en Chile.



Partamos por el lado patriarcal de la discusión. Sería fácil, y de muy buen tono, posicionarme en el espacio reivindicatorio de los intereses feministas, independientemente de si se aboga por la igualdad entre hombres y mujeres, o si se lucha por el reconocimiento de la diferencia entre sexos, o más ilustradamente entre géneros. Pero no pertenezco a aquel espacio o lugar, entendiendo que una causa de este tipo no presupone ser mujer, ni menos hacer malabarismos con una conciencia de género de la cual puede perfectamente ser portadora un hombre.



Hablo desde el otro lado: desde mi condición masculina que reconoce su propia condición dominante, pero que puede comprender, y ser aliado, de la justicia de los intereses de género. O si se prefiere, que puede abogar por la renuncia racional de una posición de dominación únicamente fundada en lógicas patriarcales, estatutarias o sexuales.



Es una cruel y dolorosa coincidencia que esta controversia haya hecho posible que la totalidad del mundo feminista cierre filas tras Teresa Valdés, mujer, políticamente reprimida como tal en tiempos de dictadura, encargada del área de género de Flacso y voz reconocida, una vez oficializada su separación de la institución de la cual fue protagonista de innumerables luchas intelectuales por una causa justa. No creo equivocarme que si en una situación equivalente el actor separado hubiese sido un hombre, estaríamos muy lejos de una controversia de esta envergadura, independientemente de la legitimidad de los procedimientos empleados por la autoridad, y de las razones que guían su voluntad.



Pero hay otro lado desde el cual es posible opinar, y hacer valer razones sobre lo que me parece ser una irracionalidad. Teresa Valdés expresa una manera de hacer ciencia social de la cual es necesario sacar todas las consecuencias. No me refiero sólo al hecho de que Teresa Valdés no sea poseedora de un doctorado, un grado que efectivamente debiese ser puerta de ingreso al mundo del pensamiento y de la academia profesional, pero no de salida si se carece de él. En esta controversia, están también presentes modos de producción del conocimiento.



En los tiempos positivistas que recorren nuestro oficio de pensar, la medición y la magia de la cifra, la nobleza de la curva, la santidad del cuadro o la belleza simple del gráfico suelen funcionar como simulacros de la explicación, y como definiciones del buen pensar. Esas son definiciones sociales de lo que pensar quiere decir. Pero el divorcio entre la medida y la teoría, entre la cifra y el lenguaje natural, es portador de una concepción pobre y floja de la ciencia social. Teresa Valdés ha sido la expresión de una tradición de estudio que es amiga del lenguaje y de los conceptos, sin descuidar la necesaria tarea de formalizar lo que obtenemos de nuestras investigaciones. Es también desde ese otro lado de la ciencia que me sitúo.



Querido Claudio. Diriges una gran institución. No sabes cómo deseo que comprendas el fondo de estas líneas. Son demasiados los implícitos que se encuentran involucrados en esta malsana controversia. Baudelaire, en «El Spleen de París», supo poner con maestría poética, algo que espero que te haga sentido: «El bastón, es tu voluntad, recta, recia e inquebrantable; las flores, es el paseo de tu fantasía alrededor de tu voluntad; es el elemento femenino que ejecuta en torno al macho sus prestigiadas piruetas. Línea recta y línea arabesca, intención y expresión, rigidez de la voluntad, sinuosidad del verbo, unidad de la meta, variedad de los medios, amalgama todopoderoso e indivisible del genio, ¿qué analista tendrá el odioso coraje de dividirlo y separarlo?».





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Alfredo Joignant. Ex presidente de la Asociación Chilena de Ciencia Política. Doctor en ciencia política, Universidad de París I Panthéon-Sorbonne.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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