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El rol democratizador de la educación


Cuando la identidad cultural está recibiendo la arrolladora influencia extranjera y el proceso de cambios es vertiginoso, es fundamental que la educación que se imparte a los niños y niñas en su primera infancia se ajuste a esta nueva realidad. Las herramientas educativas no sólo deben provocar cambios en el aspecto cognitivo y emocional del niño, sino también en su convivencia social, en su relación con los demás, en la forma de intercambiar visiones y opiniones en un espacio de respeto a la diversidad. Sólo así podremos ir construyendo desde los cimientos más elementales al ciudadano de la futura sociedad, que para ser más democrática y tolerante necesita hombres y mujeres formados bajo la mirada pluralista y globalizada que exige el siglo XXI.



Esta visión, expuesta por Harold Gothson del Instituto Regio Emilia en el Seminario de «Educación de Calidad para un buen comienzo», despertó nuestro interés no sólo porque nos abrió una perspectiva distinta, sino también porque fortaleció nuestro sueño de una sociedad distinta, más tolerante, más abierta y participativa, en la que Junji como institución formadora debe hacer su contribución. Porque efectivamente la educación puede cumplir un rol democratizador fundamental a través de la incorporación de herramientas educativas que promuevan la valorización de la subjetividad en pensamientos y estrategias, reconocimiento y valoración de la diversidad de ideas, estimulación de la negociación como mecanismo de resolución de conflictos y fortalecer la dependencia mutua -en contraposición al individualismo- como base para enfrentar los desafíos.



Asimismo, impulsar el trabajo conjunto, el aprendizaje cooperativo para alcanzar los logros, y finalmente fomentar la creatividad en el proceso educativo, éste asumido como un modo de ampliar las perspectivas. En definitiva, integrar los valores democráticos como una herramienta práctica en el trabajo cotidiano con los niños y niñas. Pero este proceso no podrá llevarse a cabo sin integrar a la familia como primer y principal agente educativo, especialmente en el ámbito valórico.



En este sentido, la educación parvularia es un espacio privilegiado para ir instalando una nueva forma de entenderse, de comunicarse, para ir forjando en la comunidad una relación más democrática. Nuestra experiencia nos indica que cuando hay respeto y valoración de los saberes de la familia, en el contexto de un liderazgo participativo, los beneficios se multiplican.



De hecho, desde el 2000 tenemos una política que fomenta la integración de la familia. Por ejemplo, el programa educativo que se imparte se construye con la familia, pues se hace una encuesta en la que los padres indican lo que para ellos es pertinente en la formación de sus hijos e hijas. Un proceso que les permite sentirse más integrados y acoger dicho programa educativo como propio, generándose así un mayor compromiso.



Sin duda, la participación de la familia pasa por entender el concepto democrático en su sentido más profundo. Cuando estamos ad portas de celebrar el Bicentenario de nuestra independencia y en un momento histórico sin precedentes -cuando todo indica que hoy como nunca antes estamos más cerca de dar el salto al desarrollo- debemos poner un especial énfasis al rol democratizador que tiene la educación, porque nuestra historia reciente implica que hubo varias generaciones formadas bajo preceptos autoritarios.



Los cambios culturales son procesos de largo aliento, por lo mismo es tan importante comenzar desde la primera infancia, porque formar un ciudadano no es sólo responsabilidad de una familia, ni tampoco se restringe a mantenerlo saludable o entregarle un cúmulo de conocimientos, sino que lo esencial es formar a los hombres y mujeres constructores de la sociedad más democrática que anhelamos.







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Estela Ortiz, directora de la Junta Nacional de Jardines Infantiles.





















  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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