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«Antisemitismo» y libertad de opinión: El caso Edgard Morin y su contexto


Por esos azares de la vida el fallo emitido por la Corte de Casación de París coincidió con la salvaje ofensiva militar del Estado hebreo en el Líbano. Vale la pena repetirlo para medir el carácter desproporcionado de la respuesta: fue después del ataque del Hezbollah a un puesto militar israelí, que dejó como saldo 8 soldados judíos muertos y otros 2 convertidos en rehenes del grupo político-militar chiíta libanés.



Pocos se enteraron, según lo señalan en una reciente declaración («Israel es el verdadero responsable»), firmada por Noam Chomsky, John Berger, Harold Pinter y José Saramago (*), que días antes, «fuerzas israelíes habían raptado en Gaza a dos civiles, un médico palestino y su hermano». Y que fue este hecho, el que provocó a su vez, la respuesta de grupos armados de Hamas, quienes atacaron un puesto militar israelí tomando de rehén a un soldado judío. De inmediato propusieron canjearlo por algunos de los 10.000 prisioneros palestinos en Israel.



Con esas operaciones militares, que de haber habido un proceso de paz en marcha, legitimado por las partes, podrían haberse situado en el estricto ámbito militar y negociado en un marco diplomático, recomenzó, la espiral de la locura.



Fue el 12 de julio recién pasado. Cuando Israel y el gobierno de Bush decidieron, en una apuesta arriesgada, pero a todas luces premeditada, destruir el Líbano a sangre y fuego para remodelar el Medio Oriente y debilitar la amenaza iraní.



De ahí en adelante la vorágine de la escalada de la guerra quedó tirada a la suerte.



La devastación humanitaria provocada por la poderosa e incontrolable máquina militar del Estado Hebreo -el único que posee el arma nuclear en el Medio Oriente- con su secuela de matanzas de inocentes, la impotencia de la ONU -frente a las maniobras del tutor imperial- en el Consejo de Seguridad para impedir un cese al fuego y proteger las vidas de la población libanesa, harían olvidar el contenido de lo que había sido juzgado por tribunales galos con el fin de saber, si eran o no, propósitos antisemitas, los expresados por cuatro ciudadanos franceses.



El mismo 12 de julio la Corte de Casación francesa anuló un fallo por «difamación racial» pronunciada el 26 de mayo de 2005, por la Corte de Versalles en contra del prestigioso filósofo y sociólogo francés de ascendencia judía, Edgard Morin, del diputado francés del Parlamento Europeo, Sami Naďr y de la escritora Daničle Sallenave. Los tres firmaron en el cotidiano Le Monde del 4 de junio de 2002 una columna de opinión que llevaba por título «Israel-Palestina: El cáncer». Jean-Marie Colombani, director del vespertino francés, fue incluido en el juicio por haber publicado la opinión.



Abogados sin Fronteras y la organización judía Francia-Israel habían recurrido años antes, a los tribunales franceses para emprender procedimientos judiciales contra el texto y sus firmantes. El 12 de mayo de 2004, en primera instancia, el tribunal de Nanterre falló en contra de los demandantes estimando que: «los propósitos incriminados no podían ser considerados aisladamente de la reflexión global hecha por los autores». Según los jueces, la intervención de los intelectuales franceses fue hecha en una situación que suscitaba el debate y, los propósitos indicados en el artículo publicado en Le Monde «se enmarcaban en un texto portador de un mensaje político».



Los demandantes apelaron al fallo ante la Corte de Versalles, que les daría la razón. En aquella ocasión, el editor de Edgard Morin, el filósofo, Jean-Claude Guillebaud, de orientación cristiana, patrocinó en el diario Libération, una carta de apoyo al filósofo firmada por 150 personalidades e intelectuales franceses.



¿Cuál era el contenido del texto escrito por el político, el filósofo y la escritora, perseguidos judicialmente por la organización de abogados judíos?



Osaban levantar el velo de la sospecha de muchos para plantear sin ambages: «Cuán difícil es imaginar que una nación de fugitivos, surgida del pueblo más perseguido de la humanidad haya podido ser capaz de transformarse sólo en dos generaciones en un pueblo dominador y seguro de sí mismo y, con la excepción de una minoría admirable, en un pueblo despreciativo, que obtiene satisfacción cuando humilla». El texto continuaba afirmando: «Los judíos de Israel, descendientes de las víctimas de un apartheid llamado ‘gueto’, ‘guetizan’ a los palestinos. Los judíos, que fueron humillados, despreciados, perseguidos; humillan, desprecian y persiguen a los palestinos».



Hoy no sólo son los palestinos quienes reciben la ira del Leviatán israelí, es el turno de los libaneses.



La Corte de Casación, en un fallo que anulaba el fallo anterior del 26 de mayo de 2005 de la Corte de Versalles dictaminó que : «Los propósitos incriminados, aislados, en el marco de una columna criticando la política del Estado de Israel hacia los palestinos, no imputan ningún hecho preciso de naturaleza tal que impliquen un ataque al honor o a la consideración de la comunidad judía en su conjunto en razón de su pertenencia a una nación o a una religión, sino que son la expresión de una opinión propia de un debate de ideas».



El fallo de la Corte de Versalles fue considerado como contraviniendo a la libertad de expresión tal que estipulada en la Carta de Derechos de los ciudadanos de la Unión Europea.



La «minoría [judía] admirable» que se opone a la guerra atroz y al bombardeo de civiles inocentes está activa en Israel y se moviliza en varias ciudades del Estado hebreo a la vez que exige el cese de los bombardeos y el juicio a los responsables de crímenes de guerra.



Por su parte, Jean-Marie Colombani, menciona en su última editorial en Le Monde la «teoría» que circula para justificar a Israel. Se dice que el Estado hebreo no existiría si no reaccionara de manera desproporcionada. Tal tipo de respuesta letal es intrínseca a las nuevas estrategias desarrolladas por los teóricos de la USA Force. Lanzar un «tapiz» de bombas para disminuir las bajas, sin importar si abajo hay civiles y si los nuestros caen bajo los tiros amigos. Luego enviamos los tanques y la infantería. Son las «armas inteligentes». Si en el enfrentamiento en tierra no les va bien hay que seguir lanzando misiles aire-tierra y artillando. Qué importancia tiene la política si cada día hay más libaneses que consideran que el Hezbollah resiste en legítima defensa y defiende la soberanía nacional libanesa. Y si el pantano iraquí se extiende a la zona.



Lo importante para Israel es ganar la guerra de imagen, afirma Colombani. En las opiniones públicas tiene que quedar la imagen de que Israel es invencible. Poco importa si las imágenes de niños, ancianos y mujeres libanesas y palestinos muertos están cargadas de significación puesto que se parecen tanto a las de los judíos del Gueto de Varsovia, de Auschwitz y de Dachau Birkenau, que nos conmovieron e indignaron cuando adolescentes.





(*) En la carta publicada el 27 de julio en Le Monde, los 4 escritores afirman que: «[Â…] a largo plazo el objetivo de Israel es la eliminación de la nación palestina [Â…]». Además agregan: «Que el secuestro de un militar israelí sea considerado un escándalo, pero que la ocupación militar de Cisjordania sea un hecho lamentable pero objetivo, muestra bien la política de doble estándar que Occidente practica de manera sistemática frente a lo que sufren los palestinos, desde hace 60 años, en tierras que les han sido acordadas por tratados internacionales».



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Leopoldo Lavín Mujica. Profesor del Departamento de Filosofía del Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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