Publicidad

Los chupasangres y los salmones


En estos días se ha generado una polémica pública por los dichos del Senador Camilo Escalona, quien se refirió a los que promueven la práctica de la subcontratación como ‘chupasangres y explotadores’. Como es usual en Chile, estas expresiones fueron rechazadas por casi todos ¿Será posible que en Chile, después de 16 años de democracia, aún no se puede hablar francamente?



Lamentablemente, y a pesar del intento de Escalona de retomar la discusión central, el tema de fondo se ha perdido entre los epítetos de los ‘caza Escalona’. Al respecto la salmonicultura en Chile se presta para un estudio de caso sobre el fondo del problema que Escalona pretendía poner en el debate público.



La industria salmonera ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos 15 años. En el 2005 los envíos alcanzaron los US$1.721 millones. Sin embargo, este crecimiento espectacular, y las verdaderas fortunas que se han construido, no tienen similar expresión en la retribución a sus trabajadores. Las remuneraciones son bajas y los trabajos precarios.



El salario promedio se encuentra en torno a $200.000, un ingreso que no permite a un jefe de hogar sacar a su familia de la pobreza. Las horas trabajadas son muy superiores al promedio nacional. Actualmente, en relación a malas prácticas laborales de la industria, nos encontramos con tasas de infraccionalidad superiores al 70% y las denuncias de prácticas antisindicales, son pan de cada día.



Aunque en la XÅž Región, -donde se concentra más del 80% de la producción- se ha experimentado una disminución considerable en los niveles de pobreza, pasando de un 40,1% a 21,6% de la población, se ha evidenciado un retroceso en el ranking de pobreza comparativo entre regiones. En efecto, mientras en 1990 la XÅž Región era la séptima más pobre del país, en 2003 se sitúa en el sexto lugar. Vale decir, a pesar de la introducción de una industria de carácter global, que genera más de 50 mil empleo y enormes ingresos, los ciudadanos de la XÅž región son relativamente más pobres hoy día de lo que eran en el año 90.



Según la Dirección del Trabajo, alrededor del 60% de la mano de obra de la industria proviene de empresas subcontratistas. Asimismo, algunas salmoneras cuentan con hasta 40 prestadoras de servicio, tanto de buceo como de maquilación. La subcontratación se ha desvirtuado como un mecanismo de ‘flexibilidad laboral’ para convertirse en un ‘modelo’ de extracción de rentas, al permitir pagar remuneraciones más bajas y debilitar el movimiento sindical.



La subcontratación es el instrumento central para mantener el desequilibrio de poder entre el trabajo y el capital. Ello no sólo está agudizando la desigualdad de ingreso, sino está generando una enorme frustración social.



Más aún, en el caso de la salmonicultura, siendo una actividad globalizada, existe preocupación mundial por la desigualdad no sólo al interior de la empresa en Chile, sino además en su comparación con empresas iguales en otros países. Esta preocupación se está expresando en campañas que promueven el comercio con justicia, lo que eventualmente puede desembocar en acusaciones por dumping social. Estos niveles de desigualdad y precariedad ya no son aceptables en un mundo globalizado.



Cerrar los ojos frente a los ‘chupasangres y explotadores’ es un pobre negocio, no sólo para los trabajadores de Chile, sino la viabilidad del modelo exportador en un mundo globalizado. El costo de mayor conflictividad social, desigualdad de ingreso y campañas internacionales contra productos chilenos, es muy superior al costo de aceptar mayor regulación en las relaciones laborales. Los empresarios de verdad no deberían rechazar las palabras de Escalona, sino darle las gracias.



______________________________



Rodrigo Pizarro. Fundación Terram.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias