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Viejas palabras


Nos visita por estos días el Juez de la Audiencia Nacional de España, Magistrado Baltasar Garzón Real. Esta invitación se la debemos a la Universidad Arcis que ha distinguido al egregio visitante con el grado de Doctor Honoris Causa. Llama la atención que su voz haya resonado con fuerza en foros universitarios, mas no en los áulicos espacios del Poder Judicial chileno. Un síntoma inquietante que señala, precisamente, los límites que se imponen todavía en nuestros Tribunales.



El Juez Garzón adquirió notoriedad mundial a propósito del llamado «affaire Pinochet». Como recordamos todos los chilenos, el ex dictador que hasta entonces se paseaba impune por el mundo, fue detenido en Londres por una demanda española que le acusaba de crímenes contra la humanidad. Todo el trámite hizo evidente ante el mundo que el general golpista que incendió La Moneda en 1973 era, en realidad, un criminal de talla internacional.



La presencia del Magistrado español en nuestro país no sólo incomoda a los pocos nostálgicos que todavía justifican las atrocidades de la dictadura sino a sectores de la derecha y esto no es casual. El discurso del Juez Baltasar Garzón es humilde y fácil de comprender: en una sociedad democrática fundamentada en el Estado de Derecho, nadie está sobre la ley. En un país como el nuestro, sociedad de castas, donde la oscura herencia del pasado autoritario pesa aún en nuestras instituciones y en nuestro ordenamiento jurídico, una idea tan sencilla resulta incómoda e insultante para muchos.



La voz del Juez Garzón instala en el medio nacional un tema que nos resulta conflictivo, la llamada «conciencia moral ciudadana». Estamos más bien acostumbrados a otro de tipo de términos tales como «negociación» o «consenso». Lo moral ciudadana no constituye, en la mayoría de los casos, algo que se tome muy en serio, sea que se trate de los Derechos Humanos, los Derechos de las Minorías u otras cuestiones sensibles.



En medio de un mundo sacudido por los medios con imágenes de violencia e injusticia, en un mundo prisionero de escandalosos intereses económicos, la voz de este tímido Magistrado español nos viene a recordar viejas palabras casi olvidadas, aquellas que nos repetían nuestros padres cuando niños: «honestidad», «decencia», «justicia».



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Álvaro Cuadra. Docente e Investigador de Universidad Arcis.








  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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