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El binominal, el Partido Comunista y la izquierda


Septiembre 2006. Es conveniente no perder el ángulo que nos permite abarcar de una mirada el conjunto del panorama histórico que da significado al momento político chileno. Es evidente que RN y la Concertación creen poder «recuperar» al PC, meter cuñas dentro de la Izquierda y salvar la esencia excluyente del binominal. Ahora bien, estos debates acerca del sistema electoral se inscriben en un momento bien particular donde se cristalizan tendencias, frustraciones, aporías y esperanzas. Del cual se desprende una tarea para la Izquierda: movilizarse por el cambio del sistema binominal por uno de elección proporcional que permita la representación del arco iris político del país y que contribuya a terminar con las anomalías del Estado de Derecho en las cuales vive Chile desde el 73.



El agotamiento del régimen político post dictadura, es el primer elemento; su manifestación primera y superficial es la disipación de las elites. Si el juego se calma será sólo por un lapso efímero.



Hay lógicas subyacentes. Ni las políticas concertacionistas ni las de la Alianza responden a las ansias profundas de los chilenos de más democracia y mejor calidad de vida. Son cientos de miles, más bien millones de ciudadanos, incluidos los jóvenes estudiantes y sus familias, que no creen que las aspiraciones de desarrollo intelectual y laboral podrán materializarse en la actual institución educacional y en las modalidades y la estructura actual del mercado laboral.



Los trabajadores en general (los padres y madres) tienen que bregar duro, de manera individual o colectiva para lograr el sustento diario o aumentar sus ingresos. La institucionalidad actual los excluye y no los protege. Solos frente al empleador, todo el mundo sabe que se está a la merced de la arbitrariedad. La política del regateo de los empleadores públicos y privados será la norma en las negociaciones salariales venideras ante las aspiraciones de aumentos de un 5%.



Sin embargo, el mundo de la política, la oficialidad de las FF.AA., la jerarquía superior de la judicatura, la casta de ejecutivos y los grandes empresarios, tienen un muy buen pasar.



Factor «macro-global» aberrante: el superávit fiscal y los excedentes extraordinarios del cobre no pueden ser gastados prioritariamente en programas sociales, porque el dogma, transformado en ley por los tecnócratas de los poderes financieros globales (FMI, BM, OMC), en comisión de servicio en el Estado chileno, lo prohíbe. Factor que contribuye al sentimiento de frustración que no juega en favor ni de la política ni de la economía de sello dominante. Se añade a lo anterior el incontestable dato que las reformas al sistema de previsión serán insuficientes. Éste no entregará los montos para asegurar una vejez tranquila a cientos de miles de chilenos.



La izquierda transformadora no se llama a engaño. Los ciudadanos quieren consumir los productos y servicios que le procuran una vida agradable y una sensación de felicidad, pero no al precio de sentirse explotados. Haga la prueba, recorra el país e indague y obtendrá de Norte a Sur el mismo reclamo: «no compensa», «no nos respetan». El horizonte se avizora bloqueado para las mayorías. Demás está decirlo; esta apreciación subjetiva no corresponde a los enjundiosos discursos oficiales. Esta brecha entre el discurso dominante y las vivencias de la conciencia individual no existe en sociedades donde objetivamente el acceso a la ‘vida feliz’ se considera un objetivo posible de lograr. Sin apelar a la «meritocracia» y a la ley de la jungla.



En otro plano, muy diferente, pero estratégico para la izquierda, si Santiago, la capital, es una ‘caldera del diablo’ en el plano ambiental, ¿qué queda para el resto? Si es que ya no están en manos privadas, costas, mar, ríos, bosques y montañas, son presas de la destrucción ecológica en gran escala.



Hay incoherencia política y puesta en escena cuando, por un lado, desde el Partido Socialista se dice defender a los trabajadores (pero sin concertarse con los otros partidos y poderes) y, por el otro, la Presidenta de la República, militante del mismo partido (respaldada por la misma tendencia), se apoya en sus ministros, representantes de la crema de la tecnocracia neoliberal, para dar seguridades y granjerías al Modelo y a la empresa.



Vale la duda metódica después de 16 años. ¿Las declaraciones oportunas y loables pero a la vez contradictorias del Senador PS Camilo Escalona, no obedecerán a una lógica de marketing electoral? Al menos el mensaje es claro: los trabajadores y el sindicalismo tienen que contar primero con sus propias fuerzas para obtener leyes que defiendan los derechos colectivos de los asalariados. Los políticos y funcionarios concertacionistas se enredan en los dibujos de la alfombra.

Para nadie es un misterio que la derecha «liberal» cuando interpela al Tribunal Constitucional (prisionero de un legalismo constitucional autoritario que le impide interpretar la ley para proteger del abuso ilegal a los ciudadanos trabajadores) lo hace para afianzar los pilares del Modelo (*). Además de disputarle a la DC los votos de aquel sector empresarial que lucra con la desprotección jurídica y con la explotación del trabajo material e intelectual.



Y si el qué dirán en política exterior importa mucho: ¿qué va a decir el Juez Baltazar Garzón, reconocido en las instancias jurídico-planetarias por su compromiso en la lucha contra la impunidad y los crímenes contra las personas y los genocidios, después de las destempladas declaraciones en su contra de una parlamentaria derechista?



Seguro que el jurista español se lleva en sus carpetas la información de que la elite parlamentaria chilena no quiere aprobar el Tribunal Penal Internacional para que los militares norteamericanos no puedan ser juzgados por crímenes de guerra. Los «representantes» temen disgustar a los halcones de la administración imperial Bush. Salta a la vista que la soberanía nacional y el derecho son canjeados por el plato de lentejas de la ayuda militar para la seguridad «hemisférica» …. imperial.



¿Qué irá a decir Garzón del Orden jurídico legal autoritario chileno, incapaz de juzgar crímenes de jóvenes, del sistema inhumano de prisiones, del reciente fallo de los juristas-designados del TC? Lo menos: según criterios internacionales, el déficit de democracia en Chile es flagrante.



A este cuadro que llama a una respuesta vigorosa de la izquierda se añade un nuevo marco teórico global. Hace un cuarto de siglo tres modelos y movimientos sociopolíticos anti sistémicos se desmoronaron: el comunismo soviético, la socialdemocracia y el nacional-populismo. El derrumbe de esos «paradigmas» arrastró con ellos a muchos hombres y mujeres que adoptaron esquemas de pensamientos y de acción provenientes de la ideología triunfante de las fuerzas neoliberales.



Eso quedó atrás. Hoy, las hipótesis de trabajo de intelectuales críticos se han convertido en certezas razonables. Las fuerzas capitalistas globales se extienden y con ellas, el aumento de las desigualdades, las agresiones a los ideales democráticos de justicia y solidaridad, el militarismo, la destrucción de la naturaleza y los fanatismos identitarios. Sin olvidar las desigualdades de género, manipuladas con fines electoreros, ni las seculares opresiones de naciones indígenas discriminadas.



Chilenos del prestigio académico e intelectual de María Angélica Illanes, Gabriel Salazar y de Tomás Moulián nutren el pensamiento crítico y la acción transformadora de varias generaciones. Las últimas no conocieron la Gran Derrota.



Por todo lo anterior, si el PC fue una de las pocas orgánicas de izquierda que se mantuvo erguida —con la inolvidable envergadura ética de Gladys Marín — y perduró y atravesó la tormenta es porque pertenece a la izquierda histórica en marcha. No obstante, su fuerza y responsabilidad radicarán en reconocer la existencia de otras importantes organizaciones, humanismos, corrientes, generaciones, frentes, culturas y memorias, que enriquecen el pensamiento crítico y atraviesan la acción sociopolítica del pueblo de izquierda.



Es de ese encuentro generoso con otros relatos, experiencias, identidades y culturas, que saldrá una alternativa al neoliberalismo. Ignorarlo significa caer en las formas y estilos elitistas de hacer política. La tentación por algunos cupos parlamentarios y la negociación de espaldas a las multitudes ciudadanas puede significar un retroceso enorme en una dinámica unitaria y de acumulación social de fuerzas y voluntades. Sólo un sistema proporcional tiene plena validez democrática.



La única alternativa es un gran Juntos Podemos para el 2009. Más amplio, plural, integrador y democrático. En septiembre la mirada debe ser histórica. De un solo golpe abarcar y enlazar, pasado, presente y futuro. De ese gesto intuitivo, una palabra realista, evocadora y mítica a la vez surge espontáneamente a la conciencia militante: UNIDAD.



(*) Un Tribunal Constitucional animado por un espíritu democrático hubiera evaluado inmediatamente el impacto político de su fallo e ido al fondo del asunto al invocar tratados internacionales para hacer valer la primacía jurídica de los derechos colectivos de los trabajadores por sobre los derechos jurídicos de la empresa, por ejemplo, El Pacto Internacional Relativo a los Derechos económicos Sociales y Culturales de las Naciones Unidas de 1966. Pero, la mentalidad conservadora de los miembros del TC, en el plano jurídico y social, les impide innovar y ser creativos como lo han sido juristas pioneros en la defensa de los derechos sociales y económicos de los ciudadanos. Lo que plantea el problema de las filosofías constitucionales que impregnarán la Ley Orgánica Constitucional, en trámite, cuyo «espíritu» y contenido la mayoría de los ciudadanos desconoce. El «secretismo» en materias constitucionales esconde un profundo desprecio por la inteligencia de los ciudadanos, a los cuales se los considera, «ineptos y volubles». En otras palabras, tienen que haber tutores que ordenan y ciudadanos que obedecen. Aquí, el «liberalismo» se transforma en neoautoritarismo. Para eso están los «expertos» en estas materias; para «ponerle límites al poder de los ciudadanos Â… y a la soberanía» (Lucía Santa Cruz en El Mercurio), afirma la mentalidad conservadora. ¿Y quién pone los límites?, pregunta la razón democrática. En teoría la respuesta es simple: los ciudadanos se ponen ellos mismos los límites cuando, asumiéndose en poder constituyente, acuerdan votar una Constitución redactada por una Asamblea Constituyente elegida por ellos. «Para que un público se esclarezca por sí mismo, sólo se requiere la libertad y de entre todas ellas, la más valiosa de todas, la libertad de expresión»: E. Kant (¿Qué es la Ilustración?). Las derechas chilenas tienen tanto miedo de la libertad y de la soberanía popular, que desconocen la distinción kantiana entre libertad y libertinaje.



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Leopoldo Lavín Mujica, Profesor del Departamento de Filosofía, Collčge de Limoilou, Québec, Canadá


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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