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La política exterior y el Estado de Chile


Cuando uno se propone escribir, hablar o dictar un curso sobre la política internacional chilena, lo primero que se pregunta es: ¿escribir sobre qué? Es decir: ¿cuál es la política exterior chilena?



Más allá de lo que se expresa en retazos por las diferentes coyunturas que se presentan como defensa del multilateralismo (invasión a Irak), defensa de la soberanía (mediterraneidad de Bolivia), apertura comercial (más de 50 tratados bilaterales) , y construcción de instrumentos de derecho internacional -como la ratificación del Tribunal Penal Internacional-, lo cierto es que no se encuentra un texto unitario relativamente completo que aborde todos los temas que se van sucediendo en la dinámica internacional.



Los lineamientos generales en Chile están, como los tiene cualquier nación, expresados en forma pública: Desde 1990, los Gobiernos de la Concertación han asumido el desafío de reinsertar al país en la Comunidad Internacional y lograr su participación equilibrada en la economía global a través de la suscripción de acuerdos de libre comercio y asociación política con sus principales socios. Una vez alcanzados tales objetivos, han surgido nuevos desafíos en un contexto de globalización creciente, del cual Chile es una parte activa. La acción multilateral, el fortalecimiento de las relaciones con Latinoamérica, la implementación y administración de los tratados de libre comercio y la suscripción de nuevos acuerdos, el posicionamiento de Chile como un puente para la región Asia-Pacífico, la incorporación de la energía como nuevo eje temático, y los chilenos que viven en el exterior, constituyen las actuales prioridades de la política exterior del país. Una política que ya no queremos desarrollar sólo como Gobierno, sino que esperamos crear además con la visión de un Estado.Los grandes desafíos que Chile busca enfrentar a partir de tales prioridades de acción son la paz y seguridad en el mundo y la generación de condiciones para que el país alcance un desarrollo social y económico vigoroso que facilite el fortalecimiento de nuestra presencia internacional como país puente desde y hacia América Latina.(Fuente: Ministerio de RREE,2005).



Lo que continúa es un capítulo de acciones para llevar adelante esa postura estratégica. Hasta allí está bien. Pero donde se topa uno es con la expectativa de que para cada tema que emerge, debiera existir una política de estado, como si la política internacional fuera una demanda de tipo comercial, o de gestión. Es decir, para cada consumidor una respuesta, como si fuera otro commodity.



En este sentido, el comentario que prevalece en ciertos sectores hacia al manejo de la política internacional de Chile, sea por el caso de la demanda boliviana por mar, o por el grotesco espectáculo – por lado y lado- sobre el tema de la aspiración venezolana en el Consejo de Seguridad e la ONU, es la percepción generalizada de una política internacional coyunturalista, con dinámicas previsibles, y orientada en cierta forma al merchandising. Como si en lo internacional se aplicará también el manual del vendedor.



Uno se sorprenderá de que para abordar la política exterior de los países -particularmente en el período pos segunda guerra mundial- no exista un manual centralizador, al estilo de lo imaginable en regímenes ultra centralizados como los de Stalin y Hitler. O como en los países dirigidos por los barones occidentales que administraron la segunda guerra mundial como Churchill, De Gaulle y Roosevelt. Y no es así.



De todos modos, hay un credo inalterable, de que la primera línea y la última línea de política exterior, está en la figura o autoridad máxima del estado. El otro credo es lo que permite su Constitución, la piedra angular de todo estado. Si esa política se socializa con eficiencia y eficacia, es harina de otro costal.



Lo que existe también es una cantidad de reacciones de estado frente a ciertas demandas externas o internas en política exterior que van formando un registro y hasta cierto punto van indicando la conducta de esa figura mayor que es el estado.



Además de reacciones ante situaciones la política internacional de un estado existe en una considerable cantidad de material escrito disperso, en ensayos comisionados, «papers» surgidos de reuniones o think tanks, discursos oficiales, declaraciones a propósito de determinados temas o coyunturas, y sobre todo registros sobre hechos concretos en la conducta de los estados.



Ni en China, ese libro central que pudiera ser objeto de análisis para decir «los chinos tienen tal o cual política exterior», existe. Esto me fue revelado por un funcionario internacional en una visita que hice a China el año 2000. China en este aspecto funciona como cualquier país y con el dicho «take things as they come«: tomar las cosas como vienen.



Y no podría ser de otra forma, porque más allá de los principios cardinales de un Estado, que son proteger su permanencia e integridad, y sus poderes resolutivos internos y externos, la conducta exterior de ese estado es una construcción permanente, y los anales de esa construcción podría ser la historia misma de esos estados.



Y allí reside el problema fundamental con que se topa la pregunta: cuál es la política internacional de tal o cuál país. Esta cambia de acuerdo al tema y de acuerdo a la coyuntura.



Todo eso es ABC. El problema surge cuando esa política de estado hacia el exterior, comienza a estar cruzada por la intervención o la presión de factores domésticos que responden a estrategias de poder internacional.



Estados dobles de cuerpo y mirada de largo aliento



Es lo que sucedió con la guerra fría clásica y continúa sucediendo hoy día. Por eso las influencias externas en los estados aparecen consagradas como estados que comienza a funcionar con «cuerpo doble». Con el cruce de intereses del capital transnacional, y el poder de los recursos energéticos, en el esquema del poder, esos estados dobles de cuerpo – como en la película de Brian de Palma- se observan con más nitidez.



Una política internacional no puede ser un dossier consagrado . Sin embargo, el instrumento de base para generar una política internacional es la Constitución del país y su proceso legislativo que es permanente. Aquí están establecidas las coordenadas esenciales, o el punto de partida.



También está el análisis de «largo aliento», la maratón que el país quiere correr, y hacia qué objetivo punta el itinerario. Es probable que esa falta de política exterior de estado clara que se desliza en este gobierno de la Concertación, más allá de la estrategia económica, se refiera al país que se desea construir.



Y esta falencia no es exclusiva a Chile. Una de las características de la soterrada disputa en el laborismo entre Gordon Brown y Tony Blair, y entre laboristas y conservadores es la Gran Bretaña que se quiere tener en el futuro. El triunfo que Romano Prodi y Rodríguez Zapatero obtuvieron, se basó en el planteamiento en la mirada de largo aliento de sus naciones en el mundo.



Tal vez el problema central en las conductas exteriores de los estados en América latina es que aún no se despercuden de la dependencia y sus mecanismos del ámbito de la guerra fría. Se podrán exaltar algunas virtudes del Movimiento de Países No Alineados, pero en el fondo, hasta la caída del esquema de la bipolaridad, era un «frente» para tomar una equidistancia inteligente de los Estados Unidos y la expansión soviética. Una de esas parafernalias obviamente fue Naciones Unidas, como ha sido reconocido por historiadores y analistas como John Lewis Gaddis y George Kennan.



De hecho, la venerable ONU, fue partícipe de las peores atrocidades en la guerra en la península de las dos Coreas (1950 -1953) cuando el 14 de marzo de 1951, la fuerza aérea de la ONU recaptura Seul, usando bombas, cohetería pesada, y napalm sobre territorio ocupado por fuerzas chinas y norcoreanas, dejando miles de víctimas fatales.



Fue el punto de inflexión de una bipolaridad de nivel global, comunismo versus capitalismo, gestada el día primero después del triunfo aliado en la segunda guerra mundial, y que duró más 45 años. Sus efectos aún, no solamente se discuten (en forma insustancial, a mi parecer), sino que se sienten en la configuración de la política, particularmente, en un sistema de antagonismo y beligerancia que se ejercita cotidianamente en los espacios de conquistar cuotas de poder, en el nivel que fuere. Desde una junta vecinal en la aldea de Muzzafarpur, al noreste de la India, hasta la lucha por un sillón en el Consejo de Seguridad en las Naciones Unidas, o por una cuota de licencias en la OMC.



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Juan Francisco Coloane. Analista internacional




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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