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La sordera del Cardenal


¿La Comunidad musulmana en Chile será convocada a participar a la Acción de Gracias por Chile el 18 de septiembre de 2007? ¿Lo será bajo ciertas condiciones o recomendaciones? Preguntas como éstas quedaron ahí, dando bote, a la salida del Te Deum ecuménico del pasado 18, luego de la sorprendente jugada de Abdul Karim Paz en representación del Islam en Chile al momento de orar por la paz.



Karim con un lenguaje directo, sin eufemismos, desplegó a sus anchas una oración que causó asombro y no menos turbación entre autoridades religiosas y políticas. Dijo que Dios prohíbe las agresiones de los tiranos que se imponen a sangre y fuego y llama a la legítima defensa – la Jihad, en árabe-, junto con exhortar a un diálogo enriquecedor y buen trato entre los pueblos, culturas y civilizaciones.



La réplica del Cardenal Errázuriz fue llamativa, aunque escasamente observada. Evocando una treta de su padre anotó: «frente a ciertas cosas, y a esta edad, comienzo a quedarme sordo». Aunque su jugada pareció quedar en el vacío, pudo escucharse un zumbido, como el chasquido del látigo, pudiéndose reconocer, en su indiferencia, un acto representativo de una forma de ser aristocrática, superior, autosuficiente.



La actitud del Cardenal se asemeja a la de algunos judíos que escuchaban al Buen Pastor. Según Juan, en su Evangelio, las palabras dichas por Jesús una vez más dividían y unos decían: «Es víctima de un espíritu malo y habla locuras, ¿para qué escucharlo más?». Según el adagio popular «no hay peor sordo que el que no quiere oír», su aplicación preocupa más cuando es alguien a quien se le ha confiado ser pastor, guía.



Escuchar no es fácil en estos tiempos de diversidad. Se requiere de apertura a conocer la diferencia, del cultivo de valores, como la tolerancia respecto del «otro», (pueblo, religión, cultura, civilización) más todavía cuando Chile está reconociendo ser parte de una realidad global. Esto exige adquirir una combinación de cierta humildad y fuerza para plantearse en un mundo complejo por sus intricados códigos de conducta, distintos valores y múltiples identidades culturales que suelen desconocerse o simplificarse.



Recién, el Papa Ratzinger ha encarado el furor de los musulmanes provocado por su polémico discurso en Ratisbona (Alemania). Se percibe en él un esfuerzo a escuchar y comprender esa indignación que, justificada o no, representa la presencia de ese «otro» que se siente sensiblemente perjudicado. Conservando las distancias de los hechos, el jefe católico, a diferencia del prelado chileno, adopta un actitud de cierta humildad, contrapuesta a esa sordera autosuficiente, al convocar a un diálogo con representantes de países musulmanes para escuchar y ser escuchado, explicar y ser comprendido.



A la salida de las conversaciones, Benedicto XVI subrayó su «estima» y «respeto» por la religión islámica y agregó que el diálogo interreligioso e intercultural es «una necesidad vital» de la que depende «en gran parte nuestro porvenir», como humanidad. La fuerte experiencia del Papa con el mundo musulmán, ¿abrirá los oídos del señor Cardenal que le permita allanarse a escuchar la oración del representante musulmán en el Tedeum del 2007?



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Pablo Portales. Periodista












































  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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