Publicidad

Editorial: Geopolítica de la energía y Consejo de Seguridad


Si es efectivo que el tema energético es uno de los principales problemas estratégicos que hoy debe enfrentar Chile, el episodio en torno al voto en el Consejo de Seguridad de la ONU debe ser analizado en profundidad. Sobre todo por la vaciedad conceptual que dirigentes políticos y gobierno exhibieron en la discusión previa, transformando el tema en algo puramente mediático, y en un gallito sin musculatura entre socialistas y demócratas cristianos. La frase "se ha cautelado la unidad de la Concertación" es, a todas luces, de circunstancias.



En sí misma, no se trata de una decisión trascendente, pues todo el mundo conoce la limitada importancia de la actuación de un miembro no permanente del Consejo de Seguridad. El ángulo verdaderamente importante, muy poco analizado por nuestra diplomacia, es su trasfondo, esto es, la pugna entre Estados Unidos y Venezuela directamente relacionada con la geopolítica de los energéticos en Sudamérica. Que explica -en parte- la virulencia desatada por la candidatura de Venezuela al Consejo de Seguridad.



Esta disputa se ha instalado en la región de manera elíptica, casi subrepticia, desde hace bastante tiempo, y trasciende el histrionismo y talante autoritario del mandatario venezolano. Se basa en el hecho real de que Sudamérica es una de las mayores reservas energéticas del mundo, ubicadas en una zona sin conflictos, y bajo directa incidencia norteamericana.



De la misma manera que la posición norteamericana no es de diálogo, la de Chávez es no quedar fuera de la mesa que reparte la influencia energética en la región. El tema arrastra el desarrollo de Brasil, Argentina y Chile, y se viste de todos los ropajes doctrinarios posibles, pero es una disputa económica sobre un recurso natural, con empresarios emergentes actuando en una lógica global.



En tal escenario, el tema no es si votar o no por Venezuela, sino la identificación de la mejor posición para su interés energético. Chile tiene su interés nacional en este tema en tres aspectos esenciales: diversificación de sus fuentes energéticas; libertad y seguridad de suministro; estabilidad de precios y cooperación energética en un clima de paz internacional. Para alcanzarlos requiere ser un jugador activo en la diplomacia multilateral, y evitar quedar cautivo de opciones que lo inmovilizan. Exactamente lo contrario de lo que ocurrió.

No es comparable la abstención actual con lo hecho en el gobierno de Lagos con motivo de la guerra de Irak. En esa ocasión el gobierno identificó una línea de acción multilateralista que, dado el tipo de desarrollo e inserción internacional que tiene el país, se alinea perfectamente con el fortalecimiento de las instituciones internacionales.



En la presente decisión hay sólo inmovilidad. Desde hace tiempo que la dicotomía Chávez – Bush no tiene lógica regional. Ambos países están en un juego más global, que involucra incluso simbología militar. Prueba de ello son las bases militares Mariscal Estigarribia en Paraguay, construida y manejada por Estados Unidos, o las de Puerto Guijarro y Río Alto en la frontera con Brasil, que Bolivia construirá con ayuda venezolana luego de los acuerdos de abril del 2006. En ese juego global Chávez va a Rusia, Francia, España, Irán, Corea del Norte, Viet Nam o China. Buscando acuerdos bastante lejanos a los climas transparentes y cooperativos que requiere Chile.



Es efectivo que para un país pequeño es más conveniente tener una política exterior con pocos objetivos, preferentemente realista y adaptativa. Pero ello es para poder concentrar los esfuerzos en lo que verdaderamente le resulta importante. Chile optó por quedarse inmóvil en algo de interés vital para su desarrollo: aparecer sin opinión y lejos del juego subyacente para la articulación del escenario energético en la región. Su tardía decisión de abstenerse viene a corroborar que no tenía juego propio.

Publicidad

Tendencias