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Por la Unidad Latinoamericana


Pareciera ser un acierto la decisión presidencial de abstenerse en la elección anual de uno de los dos asientos rotatorios reservados en el Consejo de Seguridad para los países latinoamericanos y caribeños. Las votaciones indican que Guatemala y Venezuela, los candidatos, salvo que ocurra un milagro, no lograrán la mayoría de dos tercios requerida y que tarde o temprano la región tendrá que buscar otro candidato de consenso.



Además, se justificó la abstención con la unidad latinoamericana, lo que la hace todavía más razonable. Con todo, por desgracia, esa decisión fue precedida por un caótico debate entre las elites políticas, también las de gobierno y, según la prensa, el tema le fue planteado a nuestra presidenta durante su visita a EE.UU. Tampoco fue afortunado, que se diera a conocer a la hora undécima.

La candidatura de Guatemala al Consejo de Seguridad tiene algunos años, casi desde que terminó el mandato de México. Su base es que de los dos asientos rotatorios regionales, uno le correspondería a la cuenca del Caribe, desde Surinam a México, y el otro, al resto de Suramérica.



Esta pretensión, hasta ahora no ha sido consagrada. Y, en los últimos años, gracias a acuerdos informales entre varios presidentes, Fox, Lula, Lagos, etc., los candidatos regionales, todos elegidos sin oposición, han sido Brasil, Argentina y Perú.



El problema no es el tamaño de Guatemala, sino su trágica historia, que la ha hecho receptora de las misiones de paz en vez de proveedora. A lo que se suma que mantiene relaciones diplomáticas con la República de China (Taiwán) y no con la República Popular China, que es uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, al igual que los otros cinco países del istmo centroamericano, la República Dominicana y Paraguay en nuestro
hemisferio. Ä„Sorprendente anomalía!



Este año fue de elecciones presidenciales en América Latina y nuestros presidentes se distrajeron, vacío que aprovechó Chávez para lanzar la candidatura de su país, presentándose como el defensor de los liliputienses del mundo entero, no solamente de la región, ante el poder «imperial» del Gulliver contemporáneo, EE.UU., que estaría detrás de la candidatura guatemalteca. Nuestro gobierno se limitó a decir que sería conveniente un
candidato de consenso, mientras se iniciaba una batahola pública entre lo más granado de la Concertación (incluso parientes) sobre si votar o no por Venezuela.



La reacción mundial que es consecuencia del unilateralismo de la actual administración norteamericana, más las promesas de ayuda que permiten un petróleo con precio en alza (el barril cuesta la mitad que uno de Coca-Cola) hincharon la velas chavistas. El discurso del diablo y el azufre, que si bien hizo reír a la Asamblea General, en medio de tanta pomposidad, comenzaron a desinflarlas. La mayoría de esa Asamblea quiere que los
miembros rotativos del Consejo de Seguridad, que elige de acuerdo a una distribución geográfica, sean un contrapeso responsable y multilateralista a los cinco grandes que tienen derecho a veto.



A ello se añadió que la cooperación de Caracas con las misiones de paz ha sido mínima, un promedio de cuatro soldados por mes en los últimos 10 años, y que comparte con la administración Bush un concepto de soberanía decimonónico, que rechaza la intervención de organismos multilaterales en «asuntos internos».



Así, por ejemplo, desde 2002, se niega a la visita de una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y rechaza sus «interferencias», que serían parte de una campaña de EE.UU. para socavar al gobierno de Chávez. Y se opone al proyecto de «Carta Democrática» de la OEA, en nombre de la democracia participativa, entre otras cosas.



Washington, en vez de buscar un candidato consensual en consulta con los principales gobiernos de la región, insistió en Guatemala con empeño público, sin comprender que, por su fama en el mundo, y también en América Latina, perjudicaba la candidatura del país centroamericano. La Asamblea también quiere que los miembros rotatorios sean independientes de los cinco permanentes.


Prueba de ello es que, según el Washington Post, el propio canciller guatemalteco declaró que deseaba que el gobierno norteamericano «no promocionara tanto su causa». Y que nuestra presidenta, el WP cita a El Mercurio, en una reunión con un diputado DC, le habría dicho que votar por Guatemala «sería una señal de poca independencia respecto de EE.UU.».


Todo ello explica los resultados de la votaciones para elegir al miembro rotativo de América Latina y el Caribe en el Consejo de Seguridad. Y Guatemala y Venezuela pagarán el pato de la boda.


Después de esta experiencia, nuestro gobierno y la Concertación deberían pensar en serio una estrategia de relaciones internacionales, más allá de los tratados de libre comercio, que evite los tirones y presiones, nacionales y externos, cuando se deba tomar una decisión. La explicación dada para la abstención en la Asamblea General debería ser el cimiento de
esa estrategia, a saber, la unidad latinoamericana. Podemos partir con la vecinal y el ABC, seguir con el resto de América del Sur y finalmente incorporar a nuestra estrategia a la cuenca del Caribe. Y mientras tanto, no dictar cátedra.






  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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