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Camino Costero, línea de transmisión y centrales de Aysén


Las opiniones vertidas en la prensa respecto del trazado del camino para terminar de conectar las regiones australes han sido, en general, simplistas y, a nuestro parecer, más bien han tenido el objetivo de ocultar lo que realmente está en juego. Muchos dirigentes políticos han reducido el tema al rol que juega Douglas Tompkins en la historia, con lo cual se generan las condiciones para un discurso crítico a él, supuestamente basado en el nacionalismo y la defensa del territorio. Sin embargo, más allá de esto y de la conectividad del territorio nacional, lo que no se ha puesto en el tapete es que el camino es estratégico para el proyecto hidroeléctrico de Endesa y Colbún en Aysén.



Si bien la conectividad es un anhelo largamente deseado por los habitantes del extremo austral del país, su concreción ha cobrado una inusitada fuerza ahora, justamente cuando se debate la construcción de centrales en Aysén. Este proyecto hidroeléctrico, que tendría una potencia instalada de 2.400 megavatios, requiere, para su incorporación al sistema, de una línea de transmisión de más de 2.000 kilómetros de largo entre la Comuna de Cochrane, en la Región de Aysén, y Santiago.



Además del impacto ecológico, esta monumental obra generaría un problema político quizás incluso mayor que las centrales y sus embalses, puesto que a lo largo de su recorrido la línea tendría que cruzar los terrenos de cientos de propietarios, muchos de ellos representantes influyentes del sector agropecuario. Uno de los lugares más afectados sería el Parque Pumalín. Dado el extraordinario ecosistema que pretende proteger este parque, llama la atención la coincidencia entre la tozudez de connotados políticos para que éste sea atravesado apresuradamente por el camino interior y la respuesta de Endesa sobre el tema a la Comisión de Medio Ambiente del Senado de la República: » … el camino sin transbordos representaría importantes sinergias con el trazado de la línea, por lo cual los organismos pertinentes debieran considerar dicho aspecto en la planificación del mencionado camino» (oficio GG NÅŸ 056 del 03/05/06). Queda claro que Endesa necesita el camino interior para su proyecto en Aysén.



Quienes conocemos la conducta histórica de esta empresa en Chile y en el resto del continente, vemos cómo, otra vez, la empresa ha desplegado su poder para influir sobre las autoridades, tal como lo hizo para lograr imponer el proyecto Ralco en el Alto Biobío, ocasión en la que incluso influyó respecto de la aplicación de políticas públicas y de leyes de la república. Esta vez lo hace con el objetivo de lograr que en los plazos que necesita la empresa se construya el camino interior, sincronizando la construcción de esta obra con la de la línea de transmisión.



Transelec, la empresa que estaría a cargo de la transmisión, plantea iniciar la construcción de la línea el año 2008 y ponerla en servicio el año 2012. Endesa, por su parte, pretende iniciar la construcción de las centrales a fines del 2008, poner en servicio la primera el 2012, y las otras tres a fines del 2018. Según lo anunciado el miércoles 4 de octubre por el gobierno, el camino comenzaría a ser construido aceleradamente el próximo año, 2007, y estaría concluido el 2010. En otras palabras, súbita y curiosamente el cronograma de todas estas obras calza en forma impecable para que Endesa, Colbún y Transelec puedan llevar adelante uno de los mayores emprendimientos privados de los últimos tiempos en nuestro país, que pone en riesgo la integridad ambiental de la región de Aysén, corazón de la Patagonia chilena.



A todo esto, el 2012, que aparece en los cronogramas de Endesa y Transelec, es otro hito clave de esta historia, porque es el año que expira la curiosa exención del pago de patentes por no uso de los derechos de agua que estableció el gobierno para la zona austral amenazada por proyectos hidroeléctricos, que también le vino a Endesa como anillo al dedo, ya que el da tiempo para empezar a construir el proyecto Aysén sin pagar por los enormes caudales de agua ‘ociosa’ que posee en la región.



Más de alguno pensará que está bien que la empresa privada se coordine y sincronice para llevar adelante un proyecto industrial conjunto. Distinto es que el sector público y parlamentarios, en forma camuflada, apoyen proyectos privados antes que se evalúe su conveniencia para el país y absolutamente a espaldas de la ciudadanía. En este caso, siempre tuvimos claro que el argumento nacionalista para abordar el tema del trazado del camino era una cortina de humo, dado que nuestro país ha abierto las puertas a la inversión extranjera con un neoliberalismo quizás único en el mundo. Del mismo modo, las autoridades y parlamentarios que siempre han apoyado el proyecto de Endesa, por motivos que no nos explican, han usado la bandera de la conectividad para esconder sus verdaderas intenciones.



A nuestro parecer, la conectividad del territorio nacional es fundamental. Pero, tal como lo dijo el Ministro de Obras Públicas, Eduardo Bitran, a propósito del fallido puente en el canal del Chacao, la conectividad se puede lograr de muchas maneras. La disyuntiva en el caso de la Patagonia chilena es muy semejante: una alternativa muy cara (camino interior) y de largo aliento, frente a otra mucho más económica, rápida de construir y de mayor beneficio social (camino costero), pero que requiere de una dotación de trasbordadores capaces de funcionar a todo evento para dar tranquilidad a la población. No se entiende por qué el Ministro no aplicó el mismo criterio de Chacao en este caso.



Nos parece que en estos temas debe estar el eje de la discusión. Analizar ecuánimemente las posibilidades de desarrollo en todos los ámbitos y que el país democráticamente decida en beneficio de todos sus habitantes. Pero, como moción de honestidad, partamos por reconocer que el camino interior en Palena, la línea de transmisión y las centrales de Aysén forman una trenza austral indisoluble.



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Juan Pablo Orrego. Director de Ecosistemas.
















  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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