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Chile re-cortado


A ChileDeportes se le llama «ChileRecortes» luego de la obra legada por «operadores políticos» ligados a los partidos de la Concertación. La promesa de cambiar el sistema electoral binominal, del mismo modo, ha sido recortada por dirigentes de los partidos de la Concertación en oficinas de hombres de derechas. Para ello, previamente, los mismos partidos demolieron lo construido por la Comisión Böeninger, convocada a idear un cambio del sistema.



En rigor, corrupción es alterar, trastocar algo, en el caso que nos interesa, la democracia representativa de las ciudadanas y ciudadanos. El segundo gobierno de la Concertación, en 1997, ya planteó que el sistema binominal «ha distorsionado gravemente la voluntad popular» y que «está lejos de coincidir con la realidad de la opinión ciudadana».



La Comisión defenestrada planteó que el mismo sistema permite que una lista que obtenga un 33% de los votos en un distrito o en una circunscripción senatorial puede quedar sin representación. Basta recordar que Ricardo Lagos fue víctima del sistema cuando, en 1989, recibiendo el 30,62% de los votos, fue desplazado por Jaime Guzmán que consiguió el 17,19%.



La Concertación abandona el cambio seducida por el perfeccionamiento del sistema impulsado por Renovación Nacional (ver La seductora perfección, 24 de Agosto, 2006) El binominalismo se afianza. En la trastienda todo se recorta a cómo establecer un porcentaje de votos que facilite una representación al Partido Comunista en la Cámara o en el Senado. .



Pero el fondo es otro; es el sistema binominal el excluyente al reducir a un mínimo la competencia real entre los candidatos. Las ciudadanas y ciudadanos acuden a las urnas a ratificarlos en la gran mayoría de los distritos y circunscripciones senatoriales. El binominal recorta el derecho del ciudadano a elegir.



La Concertación y la Alianza parecen cómodos con este sistema. Los parlamentarios de ambos lados se sienten compartiendo un espacio común, se retroalimentan; sus rivales están en sus propios partidos o pactos; ahí es donde se enfrenta y decide la elección real de quien ocupará el asiento parlamentario, lo que altera, trastoca, en suma, corrompe, desfigura el principio republicano de la soberanía popular.



En medio de las negociaciones más o menos furtivas, los labios de la Presidenta vuelven a insinuar la palabra plebiscito. Un término inequívocamente democrático y que a los partidos (todos autodefinidos como democráticos) incomoda, le huyen. ¿Consultar al pueblo? ¿Para qué? Si no tiene derecho a decidir en estas materias (no es vinculante su decisión), según la Constitución.



Mientras el Presidente Lagos anunciaba el 21 de mayo de 2004 que «el sistema binominal va a ser la muerte de nuestro sistema democrático», dos años y medio después, sus partidarios en vez de buscar la creación de un movimiento ciudadano consistente (similar a lo de 1988), que se abra paso a una consulta popular útil para el cambio, optan por renovar la legitimidad del sistema binominal con ajustes que buscan atraer al Partido Comunista a compartir ese ámbito común de los partidos, distante de los sentimientos y opiniones de ciudadanas y ciudadanos, que obligadamente, en forma periódica, tienen que acudir a ratificar lo ya ha sido decidido.



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Pablo Portales. Periodista.


























  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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