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Asonada en Hungría: el revival de los ultras


Los recientes acontecimientos en Hungría arrojan algunas luces respecto del resurgimiento de la extrema derecha europea. Como es sabido, durante semanas, en el marco de severas medidas económicas que afectan a la población, elecciones municipales a nivel nacional que se celebraron en septiembre, y en el aniversario del levantamiento contra la ocupación soviética el 23 de Octubre de 1956, manifestantes ultraderechistas y los partidos de oposición de derecha, han protagonizado una verdadera asonada, cuyo objetivo declarado es la caída del primer Ministro, el socialista Ferenc Gyurcsány. En mayo pasado, Gyurcsány pronunció un discurso durante una reunión privada del Partido Socialista, en la cual utilizando un lenguaje soez y descarado, llamó a dejar de mentir «mañana, tarde y noche» a la población respecto del déficit fiscal, y los instó a aplicar de una vez por todas medidas para corregirlo.



En efecto, Hungría mantiene un déficit fiscal del orden del 10% del PIB, para subsanar el cual el gobierno ha aplicado recientemente fuertes alzas de impuestos – subió el IVA de 15% a 20%, entre otras alzas impositivas -, mientras al mismo tiempo eliminaba o reducía subsidios a medicamentos y servicios básicos, introduciendo algunos cobros en los servicios de salud y educación, antes completamente gratuitos. Por otra parte, se aplicaron ciertas medidas de restricción de gastos, aunque sin tocar los servicios sociales principales, los que se mantienen más o menos tal como eran durante el régimen socialista que terminó hace 17 años. De hecho, el gobierno rechazó con bastante firmeza las recomendaciones del FMI, que sugería en cambio reducir drásticamente los beneficios, sin aumentar los impuestos.



El discurso fue grabado mediante un micrófono oculto y desde entonces estuvo en manos del principal partido de derecha, el que lo mantuvo sin embargo en secreto durante meses, aunque inmediatamente empezó a centrar su discurso en las «mentiras» del gobierno. El 17 de septiembre, dos semanas antes de las elecciones municipales, personas no identificadas que se movilizaban en moto, distribuyeron a la misma hora cinco copias de la grabación del discurso del primer ministro – convenientemente editado de modo de destacar la admisión de mentiras y las palabras soeces – a importantes radios y canales de televisión controlados por la derecha, los que empezaron a transmitirlo de manera incesante.



A las pocas horas, centenares de manifestantes ultraderechistas convergieron sobre el parlamento y desataron violentos desmanes, asaltando el edificio de la televisión pública – todo lo cual era transmitido en vivo por los medios referidos. A partir de ese momento, las manifestaciones y desmanes se sucedieron casi a diario, hasta poco antes de las elecciones, aunque en forma decreciente, a media que las encuestas empezaron a señalar una molestia de la población por la violencia de los manifestantes.
El resultado de la elección favoreció a la derecha, pero dentro del marco esperado a causa de las medidas económicas, y la coalición de gobierno retuvo la alcaldía de Budapest y otras ciudades importantes. Sin embargo, al momento de cerrarse las urnas, el Presidente de la República -un jurista conservador bastante prestigiado, aunque algo estrafalario, como que llega en bicicleta al palacio presidencial- pronunció un discurso por cadena nacional, en el cual aludiendo «razones morales,» llamó a cambiar al Primer Ministro.



En Hungría existe régimen parlamentario, por lo cual este llamado del Presidente claramente excedió sus atribuciones constitucionales, sin embargo, dio alas nuevamente a la oposición, la que dio un ultimátum de 72 horas al Primer Ministro para que renunciara, amenazando en caso contrario con manifestaciones gigantescas. El Gobierno, en cambio, pidió un voto de confianza al parlamento, el que ganó sin una sola baja en su coalición, y las manifestaciones llamadas por la oposición no alcanzaron ni la décima parte de los centenares de miles con que habían amenazado, y fueron decayendo día a día. Es poco lo que puede hacer la oposición para derribar el gobierno, si no aparecen fisuras en la coalición oficialista, por lo cual hay bastante consenso en que lo peor de la situación ha pasado, desde el punto de vista de las impopulares medidas adoptadas.



Las manifestaciones tuvieron un último repunte el 23 de Octubre, en que se cumplieron 50 años de la insurrección contra la ocupación soviética. Ésta se había iniciado en 1945, cuando el Ejército Rojo tomó Budapest, donde se encontraban atrincherados miles de soldados alemanes y del ejército húngaro, aliado de los primeros. Más de 70.000 soviéticos perdieron la vida en la batalla de Budapest, en cuyo desenlace tuvo asimismo una destacada actuación el batallón de republicanos catalanes que acompañaba al Ejército Rojo. Luego de algún tiempo, se instaló un gobierno de corte estalinista que generó un creciente descontento en la población, la que se levantó masivamente y lo derrocó el 23 de octubre de 1956, instalando en el gobierno a Imre Nagy, un destacado y querido dirigente comunista húngaro, que había sido ministro de uno de los gobiernos anteriores.



El 4 de noviembre de 1956, los soviéticos ocuparon nuevamente Budapest derrotando la resistencia de la población y el gobierno de Nagy – quien fue más tarde ejecutado. Sería rehabilitado en 1988, y en las celebraciones actuales fue la figura central. Se instaló entonces un gobierno que gobernó desde 1956 hasta 1989, bajo la dirección de Janos Kadar. Luego de la caída del régimen, éste se fue tranquilamente para su casa, y en una reciente encuesta a la población ha sido señalado como uno de los tres personajes más importantes de la historia de Hungría, junto al rey Esteban que fundó el Reino de Hungría el siglo X, y Széchenyi, un gran patriota y estadista del siglo XIX. Es bien conocido que el socialismo «a la húngara» fue bastante liberal, para los cánones de entonces. Por ejemplo, los húngaros podían entrar y salir del país con bastante libertad, y existía un amplio espacio para la empresa privada.



El Partido Socialista Húngaro (Magyar Szocialista Párt, MSZP) es el sucesor legal del Partido Socialista de los Trabajadores Húngaros (Magyar Szocialista Munkáspárt (MSZMP), de Kadar. Gyurcsány, por su parte, es un carismático político que con apenas 44 años corre en la maratón de Budapest. Fue secretario de la juventud del partido de gobierno antes de 1989. Con posterioridad al cambio de régimen, se dedicó a los negocios, principalmente inmobiliarios, logrando acumular una fortuna que está entre las 500 mayores del países y se estima en más de 10 millones de euros, lo que es considerable en un país muy igualitario, donde la mayor fortuna se estima en 400 millones de euros, y pertenece al dueño de OTP, el principal banco privado. Sus adversarios atribuyen sus éxitos comerciales a sus vínculos familiares y políticos con las autoridades a cargo de la privatización de inmuebles del partido y el Estado.



Gyurcsány logró conducir a los socialistas a la victoria por un segundo período en la elección de Abril del 2006, logrando un 43.2% de la votación y 190 de 386 parlamentarios. En las elecciones anteriores el MSZP había obtenido 10.89% (1990), 32.98% (1994), 32.92% (1998) y 42.05% (2002). Gobierna en coalición con los liberales de la Alianza de los Demócratas Libres, que obtuvieron el 6.4% y eligieron 4 parlamentarios.



Por su parte, el principal partido de oposición es el Fidesz, alianza entre la Unión Cívica Húngara y el Partido Demócrata Cristiano del Pueblo Húngaro – la Iglesia Católica Húngara ha sido tradicionalmente un bastión reaccionario, como se recordará a raíz del largo asilo del cardenal Mindszenty en la embajada de los EE.UU. -, quienes gobernaron hasta el 2002, en alianza con el Foro Democrático Húngaro. En las elecciones de Abril del 2006 obtuvieron el 42% de la votación y eligieron 97 parlamentarios, mientras sus aliados del Foro Democrático obtenían el 4.73% y dos parlamentarios. De este modo, existe un equilibrio muy parejo entre la coalición de gobierno y la oposición en términos de votación popular, sin embargo, los primero tienen una cómoda mayoría en el parlamento y no están obligados a llamar a elecciones hasta dos años más.



En este cuadro, llama profundamente la atención, la extrema radicalidad de la derecha húngara -que como se ha descrito, a todas luces intentó derrocar al gobierno por medios extra constitucionales-, y muy especialmente su relación estrecha con los grupos de ultraderecha, que en este país tienen una historia siniestra.



El contexto histórico



Tras la revolución de 1848 y los eventos que le siguieron, que culminaron en 1867 en una alianza con Austria en condiciones muy ventajosas, y hasta 1914, Hungría vivió una verdadera explosión de progreso en todos los ámbitos. Buena parte de Budapest y casi todos sus principales edificios y monumentos datan de esa época, y lo mismo se aprecia en otras ciudades del país. Hungría logró un extraordinario desarrollo de la industria y el comercio. Construyeron el primer metro y el primer puente colgante del continente, y las edificaciones a orillas del Danubio, en el castillo de Buda o a lo largo del elegantísimo bulevar Andrassi, constituyen patrimonios de la humanidad. Lo mismo ocurrió con todas las artes, especialmente la música, y las ciencias, hay 13 premios Nóbel húngaros, lo que es muy significativo para un país de 10 millones de habitantes en la actualidad.



Lamentablemente, no se puede decir lo mismo del siglo XX. Tras la derrota y disolución del Imperio Austro-Húngaro en la Primera Guerra Mundial, Hungría perdió gran parte de su territorio. Una revolución socialista en 1919, instaló una república soviética presidida por Bela Kun y donde el compositor Bela Bartok fue Ministro de Cultura y el filósofo Georg Lukács Ministro de Educación. Sin embargo, duró solo 120 días, siendo aplastada por los ejércitos de Rumania, que apoyados por las potencias triunfantes, tomaron Budapest e instalaron un gobierno de tipo fascista, presidido por un regente (a falta de rey), el Almirante Horthy.



Se mantuvo en el poder hasta 1944, presidiendo un régimen dictatorial, reaccionario y antisemita, que de entrada asesinó a más de 6.000 patriotas, y más tarde participó en la Segunda Guerra Mundial y la invasión de la Unión Soviética, como aliado de Hitler. En 1944, ante la inminencia de la derrota Nazi, Horthy intentó hacer la paz por separado con los aliados, sin embargo fue depuesto por el ejército Alemán, que formalizó la ocupación de Hungría e instaló en el gobierno a un tal Ferenc Szálasi, jefe del partido fascista local, denominado Flechas Cruzadas.

La comunidad judía de Hungría era la más numerosa del mundo, después de la alemana, y una de las más prósperas, además de integrada por completo a la sociedad húngara -no hablaban yiddish, por ejemplo. Durante el esplendoroso siglo XIX húngaro, había conformado el corazón de su progresista, culta e industriosa burguesía, y de sus mejores talentos. Durante la larguísima dictadura de Horthy, en cambio, los judíos fueron duramente reprimidos y perseguidos, sus bienes fueron confiscados, se los obligó a llevar estrella amarilla en la solapa, se los recluyó en campos de trabajos forzados y cuando empezó la guerra, se los envió al frente Ruso en batallones de apoyo a las tropas.



Sin embargo, el horror completo se desató durante el breve tiempo que medió entre el putch de Szalasi y la caída de Budapest a manos del ejército rojo en Abril de 1945. En esos meses, fueron encerrados en guettos, y decenas de miles asesinados por los Flechas Cruzadas. Frente al edificio del parlamento de Hungría – probablemente la mas bella sede de gobierno en el mundo -, al borde mismo del Danubio, hay una escultura macabra, que consiste en una hilera de decenas de zapatos usados, especialmente de mujeres y niños. En ese lugar cada noche, los escuadrones de la muerte de Flechas Cruzadas asesinaban a centenares de judíos, cuyos cuerpos eran lanzados al Danubio. Antes, sin embargo, se sacaban los zapatos, que quedaban allí como mudos testigos, esperando que los recogieran otros que pudieran hacer uso de ellos antes de correr la misma suerte. Finalmente, pocos meses antes de la caída de Budapest, se decretó la extradición masiva de los judíos, los que salieron, a pie en una fila interminable, cruzando los puentes del Danubio y hasta la frontera, donde fueron embarcados con destino a Auschwitz.



El conocido financista George Soros, siendo un niño, fue rescatado por su padre prácticamente de la fila. Gracias al diplomático sueco Raoul Wallenberg logró documentación falsa y finalmente escapar con su familia a los EE.UU. Imre Kertész, premio Nóbel de literatura el 2002, tenía 14 años cuando fue detenido junto a otros niños como él, camino a la fábrica donde realizaban trabajos forzados, en las afueras de Budapest. Luego de algunos días recluido en un regimiento en esta ciudad, caminó junto a miles y miles, para luego ser embarcados como animales en un tren que no abrió sus puertas en tres días, hasta llegar a Auswitz. Alguien le dijo que mintiera respecto de su edad -dijo 16 cuando le preguntaron- y eso le salvó la vida, puesto que lo llevaron a ducharse, con agua, para deportarlo luego a Buchenwald a trabajos forzados. Sus compañeros de juego, en cambio, partieron a otras duchas de las que no salía agua y de ahí los hornos crematorios.



El niño Kertész se enteró ese mismo día de todos los horrores que ocurrían en ese campo. Fueron exterminados de esta manera 650.000 judíos y gitanos húngaros, cerca del 10% de la población del país. El mejor de cada diez húngaros corrió esa suerte. Kertész logró sobrevivir en Buchenwald hasta el día en que fue liberado, y regresó como pudo, vistiendo todavía su abrigo de preso. Al llegar a Budapest, encontró una ciudad sonámbula, tomada hacía poco. En el tranvía que lo llevaba a su casa, un cobrador le exigió el boleto ante la indiferencia de los demás pasajeros. Un periodista, que acertó a subir en ese momento, increpó al cobrador y a los pasajeros, e inició una conversación con él. Lo acompañó a su casa, donde vivía otra gente que no conocía y que le cerró la puerta en las narices. Un vecino que lo acogió le contó del asesinato de su padre y otros miembros de su familia. Cuando se separaron, el periodista le preguntó que sentía – odio, contestó Kertész-, quién nunca más volvió a vivir en Hungría.



No resulta fácil olvidar sus palabras al ver desatados por las calle en estos días, a tanto vástago reincidente de quienes fueron capaces de realizar o permitir entonces un salvajismo de tales proporciones. Felizmente, la mayoría del pueblo húngaro los conoce mejor que nadie, y sabrá nuevamente, como lo ha hecho en el pasado, deponer diferencias menores y unirse en torno a ideas luminosas y actitudes compasivas, para aplastar sin piedad a estos engendros, reflejo de lo más que oscuro y malvado que reside en todos nosotros, y que de tanto en tanto asolan este país encantador.



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Lázaro Ludovico Zamenhof. Analista internacional




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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