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Nuestra antigua PSU


Pronto nuestros jóvenes darán la PSU y surgirán diversas instancias para premiar a quienes tuvieran buen puntaje para entrar a la universidad.



Se observará en los locales del examen una legión de candidatos jóvenes, que mostrarán en sus semblantes un aire de aprensión, tensión e incomodidad, como si estuviesen frente a una decisión que impactará todo su futuro.



Muchas horas de sufrimiento y múltiples preguntas para decirles si están aptos a superar otro ritual más que marca el fin de la adolescencia. La aprobación significa la seguridad en la vida profesional, la conquista de un nuevo padrón de libertad o de un nuevo estatus de inclusión social.



Después de hojear los test una profunda sensación de decepción se apoderará de los jóvenes.



Nuestro sistema educacional está quebrado, inadecuado, ultrapasado, anacrónico. Continuamos formando un ejército de estudiantes adoctrinados a marcar una letra «X» en una alternativa dentro de varias posibles. Estamos desperdiciando la oportunidad de enseñarles a pensar, a raciocinar, a soñar y crear. Quienes obtienen más de 800 puntos en esta prueba no alcanza a responder el 65% de las alternativas correctamente y constituyen la base para los puntajes siguientes. La PSU busca jóvenes racionales en un mundo que ya no lo es.



La PSU considerada la prueba mejor preparada de Chile, señala con perfección esta realidad. Los temas de Física y Química se remiten al uso de fórmulas y ecuaciones que necesitan ser memorizadas por el estudiante para ser utilizadas en la solución de problemas absolutamente desconectados de nuestra realidad cotidiana. La vida real no es una PSU, con alternativas, es una infinidad de conocimientos y experiencias que interactúan.



El joven aprende a calcular la velocidad de un peso apoyado en una polea, como también el hacer el cálculo de una reacción, pero no sabe cambiar la llave de la cocina, comprender cómo el consumo de sus equipos electrodomésticos afecta su cuenta de energía eléctrica y el por qué de muchas otras cosas. También ignora si las crisis políticas en el país y los conflictos étnico-religiosos del mundo son factores importantes en el análisis. Se cuestiona las características físicas o de personalidades de los protagonistas de un romance en la farándula, pero no se promueve el placer por la literatura.



La PSU existe para alimentar una rentable industria formada por cursos preuniversitarios que buscan destacarse por los índices de aprobación en este sistema estandarizado de selección. La verdad es lamentable, preocupante y penosa. Nuestros jóvenes continúan pagando elevados costos por este anquilosado sistema de evaluación.



Estamos formando un ejército de jóvenes clonados, dependientes y estandarizados, sin creatividad y amor por la aventura, desprovistos de alas y de la magia propia de la juventud por descubrir nuevos horizontes.







Fernando Vigorena Pérez es Ingeniero Comercial y Master en Administración de Empresas-MBA. www.fernandovigorena.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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