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Crisis carcelaria y rehabilitación de reos


«Los Límites de la mano dura», llamamos al taller que realizamos en Rancagua, organizado por la Casa Ciudadana, que contó con la asistencia de una treintena de funcionarios judiciales, profesionales jóvenes, de Gendarmería y voluntarios de la Pastoral carcelaria. Fueron tres visiones críticas: el joven abogado de la Universidad Diego Portales, Alvaro Castro, reseñó el informe sobre la deplorable situación de las cárceles en Chile: hacinamiento; prácticas de castigos brutales; poca formación de gendarmes; débil transparencia en la Institución; control de la misma por los «oficiales» en desmedro de profesionales civiles, como ocurre en países avanzados; pocos talleres de reinserción; mínimo presupuesto para ayudar a su vida post carcelaria con opciones laborales (el uno por ciento).



Es parte de lo que no queremos escuchar sobre nuestros problemas de seguridad ciudadana: se ha apostado al pánico, a aumentar penas y multiplicar los fiscales, y los indicadores no mejoran. Fue el énfasis de los otros panelistas. El Padre Luis Escobar, capellán de la cárcel, enfatizó el contexto de exclusión social y la desigualdad social (desde la cárcel social que implica vivir en villas de departamentos mínimos, sitiados por la pasta base, y la baja intervención social positiva). También puso el lado gris de la nueva cárcel de Rancagua: bien los edificios y la separación por niveles para que no se abusara de los débiles, pero pésimo el encierro en celdas individuales desde las siete PM y la falta de apoyo psicológico a quienes acostumbraban a vivir en comunidad («caletas»), recordando los nueve suicidios en menos de un año de funcionamiento.



Mauricio Salinas, de la Corporación Libertades Ciudadanas, fue más allá: las cárceles están repletas (de 25 mil a 42 mil reos en quince años) de autores de muchos delitos que en los países desarrollados se pagan con penas alternativas, con educación, con fuerte intervención social. Batalló contra el clasismo de nuestro sistema penal (un pobre que roba en una casa unas sábanas puede pasar cinco años en la cárcel, mientras muchos ricos hacen estafas millonarias, se autoinculpan, buscan buenos abogados y no pasan el año en «cana»). Salinas llamó a poner las energías en la solidaridad y en comprender los contextos sociales, advirtiendo de la industria del «miedo» que nos llevará al colapso.



Directivas y funcionarios civiles de Gendarmería, abogaron por ver lo positivo de la nueva cárcel, el tibio pero crecedor presupuesto de inserción, y a concentrarse en reformas legales que den otras alternativas de cumplimiento de penas menores y medianas primerizas. El Presidente de los Familiares de los Reos puso la voz que no se escucha en la TV: pocos talleres, poco tiempo con la pareja, encierro solitario, cada vez menos beneficios por la «mano dura» que se impone, esa que niega la humanidad y su posibilidad de renovarse.



Los voluntarios(as) de la Pastoral de la Cárcel dieron su testimonio de vida al lado del preso. Están con los sin voz, con los otros, con los «bandidos». Es bueno atreverse a conversar y ver los rostros donde el dolor está presente, y la esperanza viva. Lecciones políticas: a transformar Gendarmería en un Servicio público donde los civiles y la reinserción social sea tan relevante como evitar fugas, exista rendición de cuentas y los indicadores sean los niveles de readaptación de la población penal y no el número de motines apaciguados sin escapes. Y, lo de Salinas, veamos otras visiones de seguridad, porque a pura mano dura, las cifras no mejoran y las cárceles colapsan.



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Esteban Valenzuela. Diputado por Rancagua.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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