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Oriente Medio: Una visión desde Chile


El conflicto árabe-israelí prácticamente se inicia en los albores del siglo pasado, con la llegada de las primeras inmigraciones judías a Palestina, el mandato británico fue incapaz de resolver adecuada y definitivamente lo que provocó la Declaración Balfour, por ello -con el tiempo- el conflicto palestino-israelí incrementó las tensiones y la inestabilidad en Palestina. Ante tal estado de situación y con el proceso de la descolonización en marcha, el Gobierno laborista británico optó por lo más fácil, entregar el problema a la reciente creada Naciones Unidas. El organismo mundial mediante la resolución 181 del 29 de noviembre de 1947 resolvió dividir el territorio de Palestina para crear los Estados de Israel y de Palestina. Los palestinos rechazaron esta división y el 14 de mayo de 1948, cuando se formó el Estado de Israel los Estados árabes de la región atacaron al reciente creado estado, provocándose una guerra que sembró las semillas del largo conflicto que aún permanece -con todas sus miserias- y sin posibilidades concretas de resolverse en forma justa y para siempre.



Cuando varios países de la región accedieron a su independencia, entre el proceso de descolonización, la formación de los bloques propios de la Guerra Fría ni el incipiente «no alineamiento», surgió le figura de Gamal Abdel Nasser, quien lideró al mundo árabe hasta su muerte en 1970. Con su desaparición y la marginación de Egipto del mundo árabe, después de la firma de los acuerdos de paz con Israel, Saddam Hussein pretendió ser la figura de la región. Su política exterior estuvo orientada a engrandecerá Irak, inició una guerra contra Irán, en septiembre de 1980 y, en agosto de 1990, invadió Kuwait, incorporándolo como la 19 provincia de su país. Todas estas aventuras fueron un fracaso, pero no lo debilitaron internamente, sin embargo, el fin de su régimen llegó cuando Washington en su guerra contra el terrorismo incluyó a Irak entre los países «ejes del mal». Con la caída de Saddam Hussein, actualmente se observa cómo Irán -no siendo un país árabe- pretende ser la nueva potencia regional del Oriente Medio.



Situación de la región del Cercano Oriente a finales del siglo XIX



El concepto de Cercano Oriente (Near East) lo incorporaron los británicos en el siglo XIX y se referían fundamentalmente a Egipto, a las costas del Levante y a los territorios del Imperio Otomano y los de la península arábiga. En la actualidad los españoles se refieren a esta área como Oriente Próximo. En cuanto al concepto de Medio Ortiente (Middle East), el más generalizado, fue acuñado por el Alto Mando militar inglés a partir de la Segunda Guerra Mundial y, desde ese entonces, sus aliados los estadounidenses lo han divulgado profusamente. No obstante, consideramos que este término- Medio Oriente- debería referirse a los territorios de Pakistán, Afganistán, y a las nuevas repúblicas de Asia central de la ex Unión Soviética. En este texto, Cercano Oriente comprende todas las tierras que se encuentran entre el mar Mediterráneo oriental y el mar Arábigo, incluyendo Turquía, Irak, Irán, Siria, El Líbano, Kuwait, los Emiratos Árabes del golfo Pérsico, Omán, Yemen, Arabia Saudita, Palestina, Israel, Jordania, Egipto y Sudán. Sólo dejaremos el concepto de Medio Oriente cuando se encuentre en una cita o en una designación gubernamental (1).



El sionismo



El sionismo tiene dos vertientes, la religiosa que se desarrolló a partir de la diáspora judía, donde el concepto del Mesías cumplirá la profecía de reagrupar al pueblo israelita y llevarlo a la tierra prometida y, la secular, que se inicia en Europa en el transcurso del siglo XIX debido a las persecuciones y discriminaciones que sufrieron los judíos, especialmente en la Rusia zarista con los «pogroms» y los «ghettos». Los judíos apoyaban las ideas socialistas y junto a los revolucionarios marxistas aspiraban a derrocar a la monarquía, como única manera de ser libres y crear las condiciones para un pluralismo religioso. El sionismo registra una larga lista de pensadores y agrupaciones, tales como la «Hovevei Sion», pero el fundador de este movimiento fue el judío Teodoro Herzl, nacido en Budapest, ciudad que más tarde pasó a formar parte del imperio austro-húngaro. El antisemitismo que existía en Europa -el caso Dreyfus en Francia- y la añoranza por «Leshanah Haba Yerushalaym»(en hebreo «el próximo año en Jerusalén») fueron elementos que impulsaron a Herzl para que expusiera sus ideas sobre el sionismo en el periódico «Die Welt». En 1896 publicó en Viena el libro «Der Judenstaat», donde Herzl insiste que la creación de un hogar nacional judío -en Palestina o Argentina- transformaría la vida del judaísmo, estableciendo que este proyecto sólo puede ser una realidad en la medida que muchos judíos se comprometan.



Intercambio epistolar entre McMahon y Hussein



Cuando la guerra contra el Imperio Otomano se veía inminente, Kitchener instruyó a su gente en El Cairo para que retomaran los contactos con Abdullah, hijo del Jerife Hussein de La Meca, a fin de que le expresaran, si los árabes ayudaban a los británicos en la guerra, Gran Bretaña los protegería de las acciones de los turcos. Esta negociación se realizó por intermedio de cartas que se enviaron entre el Alto Comisionado británico en Egipto, Sir Henry McMahon y el Jerife Hussein. El período de esta correspondencia tomó ocho meses y se cursaron diez cartas (2). Las negociaciones culminaron con el acuerdo de una alianza militar pero con un ambiguo entendimiento político sobre los territorios que Gran Bretaña reconocería para los árabes.



El programa nasserista y el movimiento panárabe



La originalidad de las propuestas del socialismo panarábigo de Nasser reside en su concepto finalmente religioso. No se trataba de una experiencia teórica puramente marxista, ni mucho menos de un materialismo dialéctico exclusivista. El panarabismo versión Nasser rechazó la lucha de clases como ley de la historia, y el materialismo ateo, abogando por la unidad de todos los hijos del pueblo árabe, reconociendo la especificidad islámica, reservando la secularización para los centros urbanos. Más bien reinterpretó los principios religiosos, concebidos como una emanación del nacionalismo árabe, diluyendo la carga sagrada y la fuerza movilizadota del Islam en la mística de la nación árabe. Arabidad e Islam quedaron indisolublemente unidos en este pensamiento. Así también acomodó las instituciones sociales árabes, como la solidaridad del clan en el marco de la estructura parental extensa. Es otras palabras, reflejó las aspiraciones de la base a construir una entidad nacional cimentada en toda la estructura social. La idea fuerza era entonces, desarrollar la cohesión de todos los segmentos sociales en torno a una nación.
En la práctica, el régimen de Nasser imbuido de un ideario socialista panárabe inauguró un nuevo modelo político dominante en la región durante las siguientes dos décadas.



La corriente panarabista se exportaría bajo diferentes formatos desde Egipto a otros países de la región. El Partido Socialista del Renacimiento Árabe Baath, irrumpiría a mediados de los cincuenta en Siria e Irak, colaborando en la deposición del orden heredado del colonialismo francés y británico. Hacia 1954, un golpe de Estado depuso al régimen sirio, mientras que otro tanto ocurriría con la monarquía hachemí en Irak hacia 1958. En ambos países el Baathismo acometería la conquista del poder. Los principios ideológicos defendidos por sus partidarios se fundaron sobre el cuerpo teórico legado por Michel Aflaq quien insistía en la necesidad de dejar en segundo plano las legítimas diferencias religiosas para abrazar la religión de la patria. Considerando a los componentes sociales del movimiento como el medio para el reconocimiento árabe, su ideología proponía por primera vez en tierras musulmanas la preeminencia de la «arabidad», proclamando el arabismo como un valor en si mismo (3). Se trata de un programa articulado en torno a dos puntos: a) el renacimiento árabe a partir de la reinterpretación de Mahoma como un profeta árabe, para desde dicha herencia acometer la lucha por la nación árabe, y b) la constitución de un partido socialista no marxista.



Las organizaciones nacionalistas palestinas: Al Fatah y los frentes populares



Hacia mediados del Siglo XX, en sintonía con lo que ocurría en el resto del mundo árabe, la mayoría de los palestinos adherirán a la causa del panarabismo. Desde dicha fórmula esperaban materializar un proyecto político acariciado desde principios del siglo XX: una Palestina libre. Sin embargo, hubo sectores en franca disidencia con la estrategia planteada por Gamal Abdel Nasser. Para estos la constitución de un Estado Palestino sería la obra de los propios palestinos, ayudados por el liderazgo pan-árabe del «rais» egipcio. A partir de la Guerra de los Seis Días (1967) dichos sectores comenzaron a ganar adeptos en el sentido de que la lucha por la liberación de Palestina constituía una empresa originalmente palestina. El núcleo primario de este grupo estuvo formado por los futuros líderes de los tres principales grupos de la resistencia armada palestina: Yasser Arafat, fundador y líder de Al-Fatah; George Habash, futuro hombre fuerte del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP); y Nayyif Hawatmeh, quién sería el líder del Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP) (4) .



El Islam Político contemporáneo (5)



Desde la segunda década del siglo XX, data el islamismo contemporáneo, movimiento sociopolítico de inspiración religiosa, que corresponde a un resurgimiento religioso islámico bajo condiciones de dominación colonial y cuyos principales teóricos sunnitas fueron Hassan al Banna, Sayyid Qubt y Abu Alá al-Mawdudi. Estos teóricos sentaron las bases para el desarrollo y evolución del resurgimiento religioso islamista postcolonial, entre las que destacan la amplia gama de organizaciones que adoptaron el nombre de Jihad y los movimientos posteriores a la constitución de un Estados Nación, como en el caso Talibán (6), movimiento que combinó la acción política islamista con la ideología Wahabí.



La guerra civil en el Líbano



La invasión al Líbano en junio de 1982, por fuerzas israelíes como se explicó anteriormente tuvo por propósito expulsar a los palestinos e instalar en El Líbano un gobierno pro-israelí bajo el liderato de Bashir Gemayel. La OLP aceptó salir del Líbano bajo garantía internacional y Gemayel fue electo presidente. Pero éste fue asesinado y como represalia sucedieron las matanzas de los refugiados palestinos en Sabra y Shatila, siendo Gemayel sucedido por su hermano Amin, quien también militaba dentro de las falanges cristianas. Amin Gemayel, el 17 de mayo de 1983, acordó con los israelíes que éstos se retirarían de El Líbano, Israel insistió que en la medida que las fuerzas sirias lo hicieran del valle del Beqa’a ellos cumplirían este compromiso, finalmente el presidente libanés aceptó esta condición. Sin embargo, las fuerzas israelíes se replegaron hacia el sur, haciéndolo por etapas, entonces Estados Unidos decidió intervenir y el presidente Reagan despachó «marines» a Beirut, junto a una fuerza multinacional en la cual participaron unidades militares de Francia, Gran Bretaña e Italia.



Amin Gemayel gobernó con el apoyo de los «marines» y esto significó comprometer a los estadounidenses en su participación en la guerra civil libanesa, el costo para Washington fue grande, porque el 23 octubre de 1983, un ataque suicida al cuartel donde se alojaban los «marines» fue destruido por un camión lleno de explosivos, resultando 241 soldados estadounidenses muertos, más 58 franceses. En febrero de 1984, Estados Unidos decidió retirarse del Líbano, haciéndolo también el resto de la fuerza multinacional, este repliegue vitalizó a la oposición de Gemayel la que contó con todo el apoyo de los sirios, de esta manera las fuerzas musulmanas tomaron control de Beirut oeste y de otros sectores que antiguamente dominaban las fuerzas falangistas. Entonces, la capital libanesa quedó de hecho dividida en dos sectores por medio de la «línea verde» que separaba a los musulmanes que residían, principalmente, en Beirut occidental y, los cristianos maronitas, en el sector este de la capital. Gemayel ante las presiones de los líderes musulmanes y de los sirios, decidió invalidar el acuerdo el 17 de mayo pactado con los israelíes, situación que les permitía a los sirios quedarse en El Líbano y ser responsables de la seguridad interna del país.



La expansión radical islamista



El año de 1979 representó para el movimiento radical islámico un punto de inflexión a partir de la experiencia Jomeinista y de la invasión de Afganistán por la Unión Soviética. Dicha situación de expresó en un doble sentido: por una parte los diversos grupos islamistas nacionales encontraron un modelo exitoso de acceso al poder de una revolución religiosa con un amplio respaldo de la base social. Por otra parte la intervención soviética en el Estado afgano provocó la solidaridad de gran una gran parte del mundo musulmán con los muyahidines que en el agreste territorio centro asiático se batieron en contra de las unidades mecanizadas soviéticas. La adhesión a la causa afgana encontró voluntarios en diversos lugares del mundo musulmán capaces de trasladarse a la zona del conflicto armado para hacer frente al enemigo común que asolaba el Dar al Islam o Casa del Islam.



La Revolución Islámica de Irán con su retórica anticapitalista y antimarxista propicio una respuesta estadounidense en el marco de las clásicas mallas defensivas que reunía a un grupo de países respaldados de Washington. El cordón sanitario dispuesto en 1981 estaba compuesto por las monarquías del golfo Pérsico lideradas por Arabia Saudí en vez de prevenir el contagio de una ideología marxista buscó neutralizar la exportación de una ideología de contestación al poder con más de mil años de desarrollo en la zona. La alianza militar fue denominada Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico e integró a los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Qatar entre otros.



Proceso de paz palestino-israelí



La inercia en la situación que afecta a los palestinos, quienes viven bajo un régimen de ocupación desde la guerra de 1967, donde el ejército israelí controlaba los territorios palestinos de la Cisjordania, Jerusalén oriental y de Gaza, provocó a fines de la década de los ochenta -diciembre de 1987- una reacción popular que fue espontánea y sin la participación de los líderes tradicionales. Fue un levantamiento popular conocido en la lengua árabe como -Intifada (levantamiento)-, donde los jóvenes palestinos conscientes que ya nada tenían que perder, se lanzaron a combatir la ocupación. Aunque los enfrentamientos en esta lucha fueron asimétricos, donde la juventud palestina armada sólo con piedras y bombas molotov, luchó contra un ejército profesional y diestramente preparado, el movimiento de la «Intifada» logró resistir y pudo demostrar a sus viejos cuadros dirigentes que el pueblo palestino estaba dispuesto combatir por su independencia.



En esta efervescencia popular y producto de la pérdida de liderato de la OLP, sumado a que la cúpula dirigente de esta organización se encontraba establecida en Túnez, surgió en la franja de Gaza la facción radical «Hamas», habiéndose gestado dentro de la Hermandad Musulmana grupo que existía en ese territorio. En tanto «Jihad Islámica», que ya se había formado a comienzos de los años ochenta, bajo la orientación del grupo egipcio Salih Siriyya», ambas facciones extremistas islamistas comenzaron actuar. La Intifada fue un movimiento espontáneo de la «calle palestina» -fuera del control de la OLP, aunque rápidamente aprovechada por esta- que provocó la emergencia de los grupos radicales y de nuevos liderazgos no provenientes de la Vieja Guardia Palestina, cuya figura más representativa fue Marwan Barghoutti.



Nuevo escenario



En abril del 2003, una vez iniciada la invasión militar estadounidenses a Irak, Washington presentó la llamada Hoja de Ruta, patrocinada por el denominado «Cuarteto» (Estados Unidos, Fed. Rusa, Unión Europea y Naciones Unidas), siendo un plan de negociación para reactivar el proceso de paz. Tanto la Autoridad Palestina como el Gobierno de Israel, después de ciertas reticencias, ambos han dado su conformidad a esta iniciativa.



La Hoja de Ruta contempla tres etapas, cuyos aspectos más importantes son:



FASE I: Fin del terror y la violencia, normalización de la vida y construcción de las instituciones en Palestina. Contempla una serie de requisitos en el ámbito de la institucionalidad palestina y de la seguridad, situación humanitaria, sociedad civil y asentamientos. Los palestinos deben comprometerse a un inmediato e incondicional cese de la violencia, lo que debe contar con el apoyo de Israel. Debe reanudarse la cooperación en materias de seguridad basadas en el plan Tenet. La ANP deberá llevar a cabo una amplia reforma política, en preparación de la formación de un Estado, incluyendo la redacción de una nueva Constitución y la realización de elecciones libres, justas y abiertas. Por su parte, Israel deberá retirarse de las áreas palestinas ocupadas, restaurándose el estatus del 28 de septiembre de 2000 (inicio de la Intifada II), y congelará todas las actividades vinculadas a los asentamientos.



FASE II: Transición. Una vez realizadas las elecciones palestinas, la atención se centrará en la creación del Estado palestino independiente, con fronteras y atributos de soberanía provisionales, basados en la nueva constitución. Contando con un liderazgo palestino antiterrorista y democrático, y realizadas las reformas de instituciones civiles y las estructuras de seguridad, se otorgará el apoyo del cuarteto y de la comunidad internacional para establecer un Estado palestino viable e independiente. Se contempla la realización de una conferencia internacional para apoyar la recuperación económica de Palestina y el proceso de formación de un Estado independiente. Se estipula la especial participación de los países árabes, en particular Siria y El Líbano.



FASE III: Acuerdo de un estatus permanente y fin del conflicto palestino-israelí. Fechas de implementación: 2004-2005. Conforme a los avances de las etapas previas, en esta fase los objetivos son la consolidación de las reformas y estabilización de las instituciones palestinas. El acuerdo final deberá basarse en las Resoluciones 242, 338 y 1397 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que pone fin a la ocupación iniciada en 1967, y el establecimiento de relaciones pacíficas entre Palestina e Israel. Se contempla además la realización de una segunda conferencia internacional que refrende los aspectos tratados de la etapa anterior, facilite el acuerdo permanente de 2005: abordando temas de fronteras definitivas; acuerdos negociados sobre el estatus de Jerusalén y el problema de los refugiados: asentamiento y, avance hacia un acuerdo global en el Cercano Oriente entre Israel y El Líbano e Israel y Siria.





Este texto corresponde a fragmentos seleccionados por Gilberto Aranda del libro de ensayos «Oriente Medio: una eterna encrucijada», que los autores acaban de lanzar bajo el sello de Ril Editores.



Notas:



(1) Al respecto hay que hacer notar que la nominación de un lugar forma parte de las miradas con que cada cultura construye la alteridad. Uno de los estudios más acabados sobre la mirada occidental sobre el Mundo Árabe en Edward Said; Orientalism; Vintage Books; New Cork; 1979.



(2) De estas cartas sólo se han seleccionado los párrafos más relevantes para el propósito de estudio.



(3) Benz, Wolfgang y Graml, Hermann; Op. Cit.; p. 106.



(4) Esta sección referida a las organizaciones nacionalistas palestinas debe buena parte de su organización a la tesis para optar al grado de Licenciado en Historia de Emilio José Ugarte Díaz; La resistencia palestina: ideología, estrategia y táctica. Expresión y perspectiva palestina del conflicto árabe israelí. 1967-1973. Santiago. Universidad de Chile. 2004.



(5) Este apartado sigue en general los lineamientos del artículo de Aranda, Gilberto; «Radicalismo religioso y Política Internacional» en POLÍTICA Y SOCIEDAD; vol XVIII; NÅŸ 3; Universidad Jesuita Alberto Hurtado; Santiago de Chile; diciembre de 2004.



(6) A estos casos, que corresponden corrientes sunníes, hay que agregar el modelo revolucionario shií inaugurado por la insurrección de los ayatollahs contra el régimen del Shah de Irán, en 1979. El shiísmo constituyó una quinta escuela jurídica islámica, marcada por el esoterismo (oculto) de las Escrituras, las que son accesibles para algunos escogidos, surgiendo la teoría del imanato, rechazada por los Estados Sunnitas. Véase Corbin, Henri; Historia de la Filosofía Islámica; Editorial Trotta; Madrid; 1994. Cfr con Richard, Yann: Op. Cit. Respecto a la conquista del poder por parte del clero shií y la instauración del régimen de los Ayatollah en la República Islámica de Irán, se trata de la actualización de la referida teoría bajo un formato cuya conceptualización política todavía es discutida. Concluimos junto a Morlino que no se trataría politológicamente de una teocracia, aunque su aproximación léxica de neo-totalitarismo religioso, también es discutible. Véase Morlino, Leonardo; «Los Autoritarismos»; en Pasquino, Gianfranco et al; Manual de Ciencia Política; Alianza Editorial Textos; Madrid; 1994; pp. 155- 156. En cualquier caso, se trata de un caso inédito en la historia, más cercano al tipo modelo de la hierocracia dado su ordenamiento monista encabezada por el clero, por medio de la «regencia del doctor de la ley», una ideología compleja y la enorme capacidad movilizadora sobre los creyentes.




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Gilberto Aranda Bustamante. Académico Instituto de Estudios Internacionales. Universidad de Chile.



Luis Palma. Embajador de Chile en el Reino Hachemita de Jordania.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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