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Mediocracia en Chile


Chile ha caído en un periodo de mediocridad. El organismo vegeta y el espíritu se amodorra. Los apetitos acosan a los ideales, tornándose dominadores y agresivos. No hay astro en el horizonte ni tañir en los campanarios. No resuena el eco de grandes voces animadoras. Todos se apiñan en torno de los manteles oficiales para alcanzar alguna migaja de la merienda.



Entran en la penumbra el culto por emprender, la fe en creencias firmes, la exaltación de ideales; todo lo que está en el camino de la virtud y de la dignidad es renegado.



Es el clima de la mediocridad que vive Chile.



Siempre que desciende la temperatura espiritual de una raza y de un pueblo, encuentran propicio clima los obtusos y los oportunistas.



Las mediocracias evitan las cumbres y los abismos. Intranquilas bajo el sol meridiano y timoratas en la noche, buscan sus arquetipos en la penumbra. Temen la originalidad y la juventud; adoran a los que nunca podrán volar o tienen ya las alas enmohecidas. Esto se demuestra en un culto a los índices de crecimiento desfavorables, a los niveles de cesantía que viven anunciando mejoras, al conformismo masivo, a la comparación con otras economías que siempre han sido menores que nosotros.



Jaurías de mediocres, vinculados por la trabilla de comunes apetitos, se unen. Rumian un credo, fingen un ideal y corporativizan intereses. Eso basta para disputar a codo limpio el acaparamiento de las prebendas gubernamentales.



Cunden quienes saquean al Estado y quienes desean que éste también les solucione todos sus problemas.



Individualmente considerada, la mediocridad podría definirse como una ausencia de características personales que permiten distinguir al individuo en su sociedad. Esta ofrece a todos un mismo fardo de rutinas, prejuicios y domesticidad; basta reunir a cien personas para que ellos coincidan en lo impersonal: «Juntad mil genios en un Concilio y tendréis el alma de un mediocre». Esas palabras denuncian lo que en cada hombre no pertenece a él mismo y que, al sumarse muchos, se revela por el bajo nivel de las opiniones colectivas.



El hombre mediocre no tiene voz, sino eco. No hay líneas definidas ni en su propia sombra que es, apenas, una penumbra.



Cruzan el mundo a hurtadillas, temerosos de que alguien pueda reprocharles es osadía de existir en vano, como contrabandistas de la vida.



El mediocre es enemigo de la diferenciación y por ende del progreso; es natural, por lo consiguiente, que considere la originalidad como un defecto imperdonable.



El mediocre vive sujeto a dogmas que otros les imponen, esclavos de fórmulas paralizadas por la herrumbre del tiempo. Sus rutinas y sus prejuicios le parecen eternamente invariables; su obtusa imaginación no concibe perfecciones pasadas ni venideras; el estrecho horizonte de su experiencia constituye el límite forzoso de su mente. No pueden formarse un ideal. Encontrarán en los ajenos una chispa capaz de encender sus pasiones; serán sectarios, pueden serlo. Y no advertirán siquiera la ironía de cuantos les invitan a arrebañarse en nombre de ideales que pueden servir, no comprender. Todo ensueño seguido por muchedumbres, sólo es pensado por pocos visionarios que son sus amos.



Solo del equilibrio entre la inspiración y la sabiduría nace el genio.



La mediocracia que vive Chile cunde entre muchos chilenos que culpan de sus males al medio, a las municipalidades, a los políticos y a la raza, nunca a sí mismos. La irresponsabilidad colectiva borra la cuota individual del yerro: nadie se sonroja cuando todas las mejillas deberían reclamar su parte en la vergüenza común. Se entibian los ideales y se reemplaza lo cualitativo por lo cuantitativo. El sabio es igualado al analfabeto, el rebelde al lacayo, el poeta al prestamista. La mediocracia se condensa, se convierte en sistema.



En este estado de cosas, los sabios, los artistas y los poetas están de más. Las cosas del espíritu son despreciadas.



En un Chile donde muchos se están arrastrando, necesitamos alas para volar.



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Fernando Vigorena Pérez. Ingeniero Comercial y Master en Administración de Empresas-MBA. www.fernandovigorena.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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