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Adiós, General…


Es paradojal que el ex dictador de Chile, el General Augusto Pinochet haya fallecido el mismo día en que la comunidad internacional conmemora un nuevo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un 10 de diciembre, mismos derechos que el General aherrojó durante su dictadura y sin contemplaciones. Son los avatares del destino que quiso unir en una fecha simbólica, la partida desde este mundo de un personaje que sojuzgó al país con mano de hierro, con una conmemoración plagada de valores y principios que fueron precisamente la línea de fuego contra la dictadura.



Nuestro adiós es humano y político. Es el reconocimiento de que todo ser humano, sin importar su jerarquía, debe dejar de existir alguna vez dejando atrás de sí su legado por el cual será recordado, admirado o desconocido. Todos los seres humanos dejan su huella. La Historia de Chile, por cierto, recogerá los testimonios de un período histórico en que Pinochet fue un hombre todopoderoso bajo cuyo rigor centenares de chilenos sufrieron las violaciones de sus derechos más esenciales. Para otros, será recordado como un militar que -supuestamente- salvó a Chile del peligro de una entronización comunista….Diversos análisis dan cuenta de estos legados y será tarea de los historiadores asignarles su propio valor.



Desde el inicio de la recuperación de nuestra democracia el país ha buscado ir dejando atrás el pasado dictatorial para producir un reencuentro más decisivo entre los chilenos. Pinochet era un gran obstáculo en este proceso de reconciliación desde el momento en que mantuvo enclaves de poder muy significativos hasta su sola existencia, colmada en el tiempo presente por numerosas investigaciones y juicios. Su partida es también una señal de que se abren posibilidades para que la ansiada reconciliación nacional pueda extenderse y profundizarse. Para su familia, el consuelo de su deceso radicará en que ya no tendrá que enfrentar dichos juicios. Pero Chile sabe que el juicio más importante en la vida no es el juicio terrenal.



En estas horas y días siguientes la muerte del dictador implicará muchos reportajes, noticias y crónicas. Se realizarán las exequias oficiales del Ejército y su destino final será la cremación para no arriesgar a sus restos a eventuales actos de profanación. Sus adherentes más leales vivirán su duelo. Los que se distanciaron por un sentido de oportunidad acudirán a rendir su homenaje al mismo personaje que abandonaron de manera desleal. Sus víctimas y las familias de esas víctimas sólo serán testigos indirectos de su partida. No saldrán las masas a la calle para despedirlo. La mayoría de los chilenos sólo serán observadores, muchos de ellos silenciosos, que sólo recordarán la imagen de un hombre que gobernó de manera tan determinante sus vidas. Luego, deberá venir la calma y finalmente el inicio de una nueva etapa para nuestro país.





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Domingo Namuncura. Dirigente del Partido por la Democracia.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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