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El Estado amenazado


El capital transnacional está preocupado de que sin Estado, los estados o los países, no puedan funcionar. Se trasluce en los informes globales de las instituciones que organizan el sistema financiero mundial como el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, por mencionar a las más popularizadas.



Después de dos décadas de aplicación del Ajuste Estructural de las Economías, que fue un fenómeno global, se observa que el golpe asestado al Estado de los países, también fue un golpe a la política y sus sistemas de representatividad y en consecuencia, la legitimación del poder. Es el ABC. En el análisis, puede que haya habido una certeza económica: sin el ajuste, el sistema financiero se desmoronaba por las crisis de los años 60 y 70. ¿Pero qué pasaba con el espacio de la política? Había una parte del análisis que quedó trunco, o con insuficiencias de base.



Se reconstruyeron las economías, pero la política se desplazaba a zonas más oscuras en la sociedad, transformándola en una especie de Hannibal Lecter – el personaje de The Silence of the Lambs (J.Demme, 1991), respecto al Estado. «Te necesito para destruirte…», sería el lema de esa política que se refunda a partir de los años 80, con el Estado como presa de un sistema económico que debe pero no puede permanecer como está.



De esa contradicción y tensión no resuelta entre economía y política (con el Estado como un articulador de convivencias), nace un nuevo esquema de polarización, que ya no pueden atribuirse exclusivamente al dilema ideológico que se había impuesto a partir de la revolución bolchevique: comunismo o liberalismo.



A partir de los años 80, el Estado Liberal se hería a si mismo al aceptar una revolución económica que le socavaba sus bases de justicia social y representatividad. En el proceso se debilitaba su eje organizador, el Estado.



El análisis de las nuevas condicionantes en el estado liberal, a partir de ese verdadero «golpe de estado» a sus bases políticas producido por el ajuste estructural de la década de los 80, generalmente ha sido cooptado por el análisis de los temas de derechos, democracia y gobernabilidad. Se debaten los contornos, o los problemas de manejo y eficiencia, no la transformación de sus bases. Se podrán organizar las sociedades financieramente, pero también las articulaciones financieras deben establecer una conexión política con las poblaciones.



Aunque parezca emerger un mundo de nuevas redes de gestión y emprendimiento, con nuevas formas de asociatividad de tecnología y de transgobiernismo -a veces sobredimensionado-, no se vislumbra que puedan ser la alternativa al instrumento del Estado. Al menos en el punto clave de neutralidad para la intermediación entre personas y sistemas políticos y financieros. Tal vez esa neutralidad en el Estado Liberal sea una quimera, y para subsistir -ese Estado- tomó partido. En esto claramente hay una contradicción. El desafío está en abordarla y no en el desmantelarlo.





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J. F. Cole. Escritor y periodista.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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